MARTHA CANSECO GONZÁLEZ (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). Inicio esta columna agradeciendo a Doña Irinea Buendía el mensaje que me envió para aclararme que su hija Mariana Lima Buendía fue asesinada por su esposo hace 13 años y no 23 como consigné aquí. Éxito en su gira querida Irinea.
Bueno, ahora voy al tema que les traigo esta semana.
¿En dónde están las mujeres lesbianas?, ¿Qué hacen las mujeres lesbianas?, la respuesta es: Están en todos lados y hacen múltiples cosas. Son profesionistas, amas de casa, políticas, gobernantes, religiosas, deportistas, artistas, periodistas, en fin, su presencia es patente en la cultura y en la sociedad, ¡pero nadie las ve, o no las quieren ver como mujeres lesbianas, mucho menos formando pareja, tampoco teniendo familia y en consecuencia no sólo se les discrimina a ellas, también a sus hijos e hijas!
Ese es el castigo que les ha impuesto el sistema patriarcal por no necesitar a los hombres, ni en lo emocional, ni en lo económico, ni en lo sexual, ni de ninguna manera y sobre todo porque no hay manera de controlarlas como a las heterosexuales. Son las mujeres lesbianas las que más rompen con los cánones establecidos que permiten mantener el statu quo de la supremacía masculina.
Y como no se les quiere ver, no se aprecian las violaciones constantes a sus derechos humanos y una de ellas es la condena a la invisibilidad y las consecuencias que esto conlleva.
Eso sí, el sistema quiere y necesita sus saberes, conocimientos, habilidades, destrezas, cuidados, amor y por supuesto su dinero, pero se les omite, borra, sanciona, suprime y niegan su devenir lésbico.
La ganadora del premio nobel de química 2022 Carolyn Bertozzi, lo dijo muy bien recientemente, “En Qatar no merezco estar viva por ser lesbiana, pero les encantará recibir mis fármacos contra el cáncer”.
Y sobre las mujeres lesbianas que han pasado a la historia tampoco se quieren enterar, por ejemplo, qué Emily Dickinson era pelirroja y estaba enamorada de su cuñada, qué Sor Juana Inés de la Cruz plasmó en sus poemas el amor intenso que le profesó a la virreina de la Nueva España, qué la médica suiza Enriqueta Favez, salvó decenas de vidas vestida de hombre y que fue la protagonista de la primera boda entre personas del mismo sexo en la historia de Cuba, qué las cenizas de la pintora polaca Tamara de Lempika fueron esparcidas en el cráter del Popocatépetl, qué Greta Garbo participaba activamente en el “circulo de costura” que le permitía a las mujeres lesbianas y bisexuales de Hollywood conocerse y entablar relaciones.
Y cuando se niega la existencia y la vida de las lesbianas esto tiene consecuencias sobre todo emocionales para ellas.
Por eso, el libro más reciente de mí querida amiga Norma Mogrovejo, resulta tan oportuno, “Insilio. La cárcel del silencio. Invisibilidad lesbiana y resistencia”, dice ahí: “El silencio, conceptualizado como Insilio, es el encierro o destierro psicológico y social dentro de una misma, creado por el orden político, económico y heterosexual, porque cierra las puertas y cercena las libertades individuales de ciudadanas, es decir es otra forma de desterritorialización”.
Añade: “La heterosexualidad obligatoria opera mediante una pedagogía del ocultamiento que controla, silencia, ignora y niega las posibilidades de estas personas de poder enunciarse, visibilizarse y habitar el espacio público en igualdad de condiciones”
Más adelante señala: “Así, la discriminación y la exclusión vivida en los espacios cotidianos tiene como propósito aniquilar los mundos que hacen posibles las existencias de los disidentes sexuales; una estrategia de poder que, por medio de la anulación del derecho a habitar un lugar, funciona como desaparición forzada”
Sin embargo, dice Norma, “las lesbianas también resisten y encuentran en las palabras y la articulación de discursos testimoniales, reflexivos y creativos, constancia de su presencia para que la existencia lesbiana sea parte de una genealogía en quienes reconocernos y articular historia desde la experiencia situada”.
Este libro, es una compilación de 16 trabajos de quince autoras, que presentan poemas, relatos, cuentos sobre cómo han experimentado ese silencio impuesto, pero sobre todo cómo le han sacado la vuelta.
¡Cuántas personas, instituciones, gobiernos, empresas, universidades, que se llenan la boca diciendo que son garantes respetuosos de los derechos humanos!, lo cierto es que, si las mujeres lesbianas no están ahí de manera visible y en igualdad de condiciones, eso seguirá siendo una broma más del patriarcado.