MARTHA CANSECO GONZÁLEZ (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). En los primeros años de la década de los setentas, tuve una adolescencia muy rebelde. Fue entonces cuando empecé a simpatizar con los movimientos de izquierda y las revoluciones para acabar con las dictaduras, que, sobre todo, en América Latina, se cebaban contra los comunistas.
Junto con una de mis hermanas y unos amigos creamos un grupo de música folklórica y era así como apoyábamos, les llevábamos serenata en las madrugadas a las y los huelguistas de la UNAM, a los cooperativistas de la Pascual, a las enfermeras que exigían mejores salarios en el Centro Médico, nos presentábamos en las peñas folklóricas, donde el dinero que se recaudaba se enviaba a Chile, Argentina, Uruguay.
A finales de los setentas ya trabajando en una redacción, escribí mucho a favor de las revoluciones en Centroamérica, la de Nicaragua, la de El Salvador, la de Guatemala, apoyé el “NO” para que Pinochet abandonara el poder en Chile.
Cubrí la llamada “Guerra contra” en la frontera entre Nicaragua y Costa Rica. Ahí en tierras ticas aterrizaban los aviones cargados de armas que enviaba Washington para apoyar a las y los opositores de derecha que pretendían derrocar a la Revolución Sandinista.
Así que, nunca me imaginé que me tocaría ver la actual distopía que representan las “Dictaduras de Izquierda”, simplemente no lo puedo creer, son una verdadera aberración.
Así que se diga en México que hay un gobierno de izquierda y en muchos estados del país se afirme lo mismo, me pone los pelos de punta.
Aquí algunas frases célebres al respecto: Mao Tse Tung, “El peor enemigo de la revolución es el burgués que muchos revolucionarios llevan dentro”, “La verdad es siempre revolucionaria” Vladimir Lenin, “No podemos tener una revolución que no involucre y libere a las mujeres” John Lennon, “Si no puedo bailar, no quiero ser parte de tú revolución” Emma Goldman.
Y todo esto viene a colación, por la decisión dictatorial del gobierno de Nicaragua, que encabezan Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, de confiscar los bienes y retirarles la nacionalidad a 94 escritoras, escritores, políticos/as y periodistas.
Entre ellas se encuentra la escritora Gioconda Belli Pereira. Y hablo de ella en especial porque sí no hubiera leído su obra “El País de las Mujeres”, no habría podido constatar que una revolución que no implique la caída del sistema hegemónico y patriarcal, es una verdadera tomadura de pelo. Literal, cuándo no es así, es simplemente “quítate tú, para que me ponga yo”.
Así lo hizo Daniel Ortega, resultó peor que la dictadura de los Somoza.
La suya es más primitiva, aldeana, machista, hegemónica y delirante, tanto que cree que puede decidir dónde nace y dónde no nace una persona. De pena ajena, este pequeño hombre que encabezó una revolución que aseguraba: “Fieros en el combate, humildes en la victoria”, nada de humildad, ahora se cree pachá.
Hay que recordarle a este machista leninista, que es un derecho humano inalienable, tener ciudadanía y sentido de pertenencia.
Hace muchos años, en mí primer viaje a Grecia, me encontré en un viejo bazar de Atenas, un botón que decía “Melina es griega”, (por cierto, lo perdí en el terremoto del 85), y se refería al caso de la actriz y cantante Melina Merkouri, a quién la dictadura del llamado “Régimen de los coroneles” despojó de su ciudadanía griega.
Cuando en Nueva York, las y los amigos de Melina militante socialista, casada con el director de cine norteamericano Jules Dassim se enteraron, mandaron a hacer miles de botones con la consigna “Melina es griega” que circularon por todo el mundo.
Así que voy a mandar a hacer mí botón que diga “Gioconda es nicaragüense” si alguna, alguno se anima a mandar hacer unos cuantos miles, ¡pues adelante!
Yo, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la mano, proclamo que Gioconda Belli es y seguirá siendo una gloria de nicaragüense.