BOTELLA AL MAR/¡Abran los ojos!

MARTHA CANSECO GONZÁLEZ (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). A finales de los años setentas, tuve la oportunidad de hacer un viaje de estudios, de poco más de un mes, a la entonces Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, incluida Ucrania. Quería saber si era cierto que bajo el régimen comunista separaban a niñas y niños de sus padres para luego devorarlos, que todas y todos eran muy pobres, que la gente no tenía la oportunidad de decidir, vivían totalmente oprimidos y que caminaban por las calles cabizbajos y meditabundos.

En suma, quería saber si todo lo que se decía en occidente sobre ese enorme país era verdad, también quería comprobar el rumor de que si llevaba muchos chicles para venderlos me haría rica porque las y los soviéticos de todas las edades sentían cierta locura por las golosinas occidentales, locura que, me dijeron, también tenían por los pantalones de mezclilla, ¡lástima que nada más llevaba uno!

Nada era cierto. Comprobé que era un país como cualquier otro, incluso como el mío, con algunas diferencias. Por ejemplo, comí y probé algunas cosas que como estudiante en México nunca habría tenido los fondos suficientes para hacerlo. Comí caviar y bebí champaña rusa (vino espumoso para que no se enojen los franceses), me sorprendió que se vendiera cerveza en las calles contenida en pipas muy similares a las que transportan agua acá en nuestro país.

Fui muchas veces a ver al ballet Bolshoi, porque para mí era gratis como estudiante extranjera, visité palacios, las impresionantes estaciones del metro, los grandes almacenes donde parecía que regalaban, compartí con estudiantes, obreros, funcionarios del partido comunista, mujeres, niñas y niños, porque en cada lugar que visitábamos organizaban estos encuentros.

El montón de chicles que llevé, los repartí entre un grupo de polacas y polacos a cambio de vodka, pedazos de un gigantesco salchichón y hogazas de pan igual de grandes. Todo eso circuló entre personas polacas y mexicanas que abarrotamos día con día una pequeña habitación en los dormitorios de la entonces universidad Patricio Lumumba.

La anécdota viene a colación por toda la información que nos llega sobre lo que está ocurriendo en Ucrania. Queridas, queridos, tienen que ser más selectivos e identificar sí las notas y opiniones que están leyendo son de medios y personas pro occidentales, pro rusos, pro gobierno ucraniano, pro milicias, pro oligarcas, pro grupos de ultraderecha y no quedarse sólo con una información, en Facebook se están organizando académicos especializados en el tema y alumnos para equilibrar la información.

No meto las manos al fuego por Putin, por la OTAN, por Biden, por el gobierno de Ucrania, por los vecinos de Ucrania, por los grupos pronazis, por ningún otro país occidental y mucho menos por los oligarcas rusos o norteamericanos.

Meto las manos al fuego por las mujeres, niñas, niños, ancianas, ancianos, por la población más vulnerable y desprotegida de Ucrania que se encuentra en medio de todos estos intereses y que tiene años soportando muerte, destrucción, hambre y zozobra.

Y lo peor es que, no tengo ni la menor idea de cómo apoyarlos. No confío en ninguna de las partes involucradas, ni en organizaciones civiles que se están dedicando a pedir dinero para Ucrania, pero que nada nos puede garantizar que realmente el apoyo les llegará a quienes necesiten la ayuda, diario me llegan a mi correo electrónico solicitudes de donación.

Ahí tienen el caso México luego del terremoto de septiembre del 2017, gobiernos, personas en lo particular, cantantes, actores que ofrecieron su apoyo y que la mayoría de ese dinero fue a parar a los bolsillos de los funcionarios corruptos del peñanetismo, es decir casi todos.

Sí ahora todo es negocio, cochupo, interés gracias al neoliberalismo, ya no hay en quien confiar. Tampoco sirven las cadenas de WhatsApp que lo que buscan es hacerse de tus datos.

Lo que urge es la paz.

Aquí lo que dijo María Montessori

“Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz, la gente educa para la competencia y ese es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz”

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