SALVADOR MARTÍNEZ GARCÍA. El PRI por décadas llamado el partidazo, el de todas todas, hoy se enfrenta a sus propias ruinas en la mayor debacle sufrida desde su fundación como PNR en 1929.
El Partido Revolucionario Institucional no sufre solo el desprestigio entre la ciudadanía, sino que se encuentra dividido y confrontado entre grupúsculos y personajes que antaño tuvieron mucha fuerza política.
Alejandro Moreno, conocido como Alito, o amlito en algún momento, hoy podría encarnar al solito, pues los expresidentes del tricolor le exigen su renuncia, pero no para rescatar principios o ideologías del partido emanado de la revolución mexicana, sino para manipular los procesos de selección interna de los postulados a puestos de elección popular venideros.
Específicamente quieren imponer candidatos en el Estado de México y Coahuila, así como en las elecciones federales del 2024 y la renovación del Congreso de la Unión, para al menos con las migajas que se obtengan aglutinar alguna fuerza, por pequeña que sea.
Alito, quien ha logrado mantener el control político de la estructura partidista, no está dispuesto a ceder su lugar a personajes ya desprestigiados como Miguel Ángel Osorio Chong, Roberto Madrazo o Beatriz Paredes, tan responsables del fracaso priista como el propio presidente de CEN actual.
La esperanza del PRI es la alianza electoral con el PAN y el PRD, denominada Va por México, pero ni juntos parecen ofrecer un frente sólido que frene la ola guinda en el país.
Sin unidad la oposición está más que pérdida y sus dos partidos más fuertes, el PRI y PAN, padecen confrontaciones internas que nada los benefician. Así las cosas.
SUSURROS
La gobernadora electa, Mara Lezama, debe poner mucha atención desde ya para desactivar la bomba que le arma la secretaria del Trabajo en el estado, Catalina Portilla Navarro, al crear un conflicto laboral entre la CROC y la CTM. En el hotel El CID de Puerto Morelos con 800 trabajadores, infiltra a un puñado de croquistas para desestabilizar.
Impide con amenazas que la empresa liquide a los infiltrados que incumplen con sus labores y hasta se emborrachan en sus jornadas de trabajo.
El problema puede crecer y hacerse extensivo a otros hoteles de ese y otros municipios, todo por el afán de conseguir contratos colectivos de trabajo para la CROC a costa de otros sindicatos.
Ya es suficiente con la violencia creciente en la Riviera Maya para ahora incrementar la inquietud con conflictos obrero-sindicales que afecten al turismo, fuente básica de la economía estatal.
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