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FRANCISCO GÓMEZ MAZA. Políticos, analistas, periodistas del bloque conservador acusan al presidente López Obrador de polarizar y agudizar la polarización entre los mexicanos, con “su” discurso condenatorio de los gobiernos encabezados por Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña, y los periodistas de la prensa tradicional y conservadora.
Periódicos e intelectuales, y periodistas, que apuntalaron a tales administraciones y siguen siendo punta de lanza de la reacción ultraconservadora en contra del Presidente, también son víctimas de la crítica presidencial.
Sin embargo, las razones del odio de los adversarios, y hasta enemigos acérrimos del Presidente, están, más que nada, en la suspensión de tajo de privilegios económicos para los llamados ”broders”, para los compadres, así como de los millonarios apoyos en dinero, que la mayoría de las empresas periodísticas recibían de las administraciones gubernamentales, tanto para no cuestionar acciones corruptas como para acallar críticas del estilo muy personal, individualista, corrupto, de gobernar. (Cuántas veces me enteré de que el poderoso afectado por una información ofrecía pingüe cantidad de dinero a cambio de que tal nota no se publicara en ninguna página del periódico. Otro ejemplo de este corrupto cachondeo es el caso del diario Excélsior que, en 1976, fue hecho la sombra de si mismo porque la dirección a cargo del compañero Julio Schérer García, no bajó la cerviz ante el gobierno de Luis Echeverría)
El presidente López Obrador repite y repite, casi cotidianamente, como para que su audiencia tenga siempre presente, que lo que había gobernado al país, históricamente, salvo rarísimas excepciones, es la corrupción, la simulación, el cinismo y la impunidad. La complicidad entre las clases dominantes y la prensa negocio.
Diariamente, el presidente de la República insiste en denunciar a sus predecesores de los últimos 36 años, principalmente, de propiciar el aumento exponencial de la pobreza en el país y privilegiar la concentración de la riqueza en muy pocas manos, y en manos de los políticos, mediante el robo de recursos públicos, acusación que enerva profundamente a intelectuales, analistas, periodistas, a los representantes de las clases dominantes.
Esta praxis presidencial, entendible porque durante años López Obrador, en calidad de líder de mayorías trabajadoras, y de aspirante a presidente de la república, fue víctima de diatribas, acusaciones; de campañas de odio por parte, sobre todo, de representantes de lo más granado del priismo, pero sobre todo del panismo ultraconservador, de empresas periodísticas y de periodistas de la elite. Recordarán que el la campaña de 2006, el panismo acuñó la leyenda de López Obrador, un peligro para México.
Una vez electo presidente por una descomunal cantidad de sufragios, que sumaron un poco más de 30.000,000, con la fuerza brutal que le dio el voto democrático, los políticos y empresas periodísticas afectados por las políticas de austeridad de la nueva administración, que acabó con negocios sucios, enriquecimientos flash y toda suerte de canonjías ilegales, idearon la venganza contra el mandatario, empleando principalmente un discurso de odio. Y en verdad odian a “López”, como le dicen por desprecio.
Cotidianamente, López Obrador es, para los miembros del PAN, sobre todo, y de los intelectuales orgánicos y periodistas que ya no reciben los millonarios cochupos, embutes, chayotes que recibían de los gobiernos priistas y panistas (pripanistas), un mequetrefe, un ocurrente, un ignorante, un pendejo, a quien critican por todo, hasta por qué el peso se ha fortalecido y es líder en los mercados emergentes del mundo.
Obviamente, López Obrador no se queda callado ante las denostaciones y los insultos a su persona. Y responde con agudez. Y esto irrita más a sus adversarios. Lo puntilloso de la reacción presidencial, ante la crítica ácida de sus adversarios, incrementa el odio de estos.
Y es cuando surgen los expertos que acusan al presidente de alimentar las contradicciones, la polarización entre los mexicanos. No se dan cuenta de que México es una sociedad polarizada: el pequeño grupo de privilegiados que lo tiene todo en materia de riqueza, y la inmensa mayoría de pobres, incluyendo amplios sectores de la llamada clase media, que o no tiene nada o pasa enormes dificultades para obtener una menos que mediana comodidad en la vida.
En esa realidad, impulsada por los grupos minoritarios, y sobre todo por las clases dominantes, apoyadas por los gobiernos conservadores del PRI y del PAN y bendecidas por el clero católico ultraconservador, preconciliar, es donde crece la polarización.
Pocos privilegiados, millones de excluidos, discriminados, rechazados por el color de su piel, por la modestia de su vestimenta y por su nulo o muy bajo nivel educativo.
Acusan a López Obrador de agudizar la polarización social, cuando saben perfectamente que quienes la han incrementado son ellos, que extorsionan, que explotan, que desprecian, o violentan sexualmente a la muchacha pobre que les ayuda a cocinar, a mantener limpia la casa, a lavar y planchar la ropa, por una pinchurrienta caricatura de salario.