Alianza recién nacida

DULCE MARÍA SAURI RIANCHO* (SemMéxico, Mérida, Yucatán). El 12 de enero pasado culminaron las negociaciones para conformar la coalición electoral de partidos políticos opositores al actual gobierno.

Finalmente, PRI, PAN y PRD se pusieron de acuerdo. Es un buen resultado, pero apenas el primer paso de un largo y tortuoso camino hacia 2024.

Para este año, los tres partidos coaligados decidieron participar conjuntamente en las cruciales elecciones de Coahuila y el Estado de México. Siendo gobierno el PRI en ambas entidades, se definió que sería “mano” para proponer las candidaturas para el gobierno de los dos estados.

En la fecha límite, sus dirigencias estatales acudieron a inscribir su coalición, indispensable requisito para inscribir una candidatura única de los tres partidos para los comicios del 4 de junio próximo.

Se dice todo en unas cuantas líneas que no logran traducir los obstáculos que fue necesario superar, entre los cuales la votación de la mayoría de las y los legisladores del PRI a favor de la ampliación del plazo para la actuación de las fuerzas armadas en seguridad pública fue uno de los más grandes.

Finalmente, prevaleció el instinto de sobrevivencia y la certeza que, yendo cada quien por su lado, el fracaso estaba asegurado. Sin embargo, en el horizonte de las negociaciones recién concluidas está y estuvo 2024.

¿Cómo explicar al panismo de Coahuila y el Estado de México que las candidaturas al gobierno surgirán de sus “enemigos”, del PRI? ¿Qué decirle a la militancia del PRD, aunque menguada, está presente en los dos estados?

En los partidos prevaleció, creo, la convicción del bien superior, en este caso, del buen gobierno que la ciudadanía de ambas entidades merece, frente al riesgo de compartir la descomposición política y económica en que vive la mayoría de los estados gobernados por Morena.

De la alianza recién nacida surgió también el compromiso político sobre el proceso de postulación de la candidatura a la presidencia de la república, que será conducido por el PAN.

Esta última determinación ocasionó un gran revuelo, al asumir que las y los electores panistas -en número redondos, 300 mil- serían quienes definirían en última instancia al o la candidata a la presidencia de la república.

La consecuencia lógica de esta limitación sería que quien no milite en el PAN no tendría oportunidad alguna de ser postulado/a por la coalición opositora. Esta interpretación del alcance del compromiso aliancista hacia 2024 tiene que ser despejada a la brevedad.

Cierto: la coalición entre partidos va, aunque todavía con puntos importantes por afinar como la participación real del PRD en las definiciones de candidaturas en 2024.

¿Campanas al vuelo? Todavía no, porque falta lo más importante, lo que daría la posibilidad real de competir y ganar el próximo año. Los acuerdos entre partidos políticos son solo una parte, necesaria sí, pero insuficiente para el triunfo en 2024.

Digámoslo con claridad: la gran ausente en los anuncios del jueves pasado fue la ciudadanía, las organizaciones sociales, sin cuya participación las coaliciones entre partidos no pasarán de ser un ejercicio burocrático, ayuno de participación popular, de pueblo, de emoción y esperanza.

Percibí una mezcla de sorpresa y desconcierto de las dirigencias de las organizaciones ciudadanas después del anuncio de la coalición entre partidos opositores. Malo, porque oposición sin ciudadanía sería como esas figuras de cartón-piedra, huecas por dentro, que se derrumban al primer aire fuerte.

Serían una especie de campana sin badajo, que por más esfuerzo no podría emitir sonido alguno de futuro. Como priista, no me espanta que el PAN conduzca el proceso, si lo realiza desde su experiencia democrática y la apertura indispensable para mujeres y hombres de otras militancias partidistas o que hayan surgido de las luchas ciudadanas. Postular a la o el mejor candidato es cuestión de vida para un proyecto de futuro próspero e igualitario para México.

Hacerlo desde la mezquindad y pequeñez partidista cercenaría la expectativa de millones de ciudadan@s que no piensan en modo-partido, sino en modo-persona propuesta.

Insistiré en la urgencia de un ejercicio de participación popular conducido por las organizaciones de la sociedad -Unid@s por ejemplo- y alimentado por las y los aspirantes a la candidatura presidencial de los partidos y diversos grupos ciudadanos, en un debate que involucre a las distintas regiones geográficas del país, que aborde los grandes temas nacionales y regionales, y que permita que la ciudadanía conozca perfiles y propuestas de quienes aspiran a gobernar a México.

Solo así tendría caso un proceso de elección primaria, con modalidades que permitan hacerlo de manera segura y fiable.

Con la ciudadanía de su lado, PRI, PAN y PRD pueden competir exitosamente y ganar las gubernaturas de Coahuila y el Estado de México. El saldo del triunfo daría un impulso extraordinario a la coalición de 2024. Habría nuevos problemas, sin duda, pero también nuevas capacidades para afrontarlos.

Existe un ambiente favorable para las coaliciones y alianzas. Fueron los aires que soplaron en el recinto del IV Informe de Mauricio Vila, gobernador de Yucatán, que congregó a representantes políticos, líderes de los tres partidos aliancistas, dirigentes empresariales y numerosos legisladores/as federales y locales.

Esa capacidad de convocatoria mostrada por un gobernador del PAN es la que ese partido puede -y debe- poner al servicio del método para postular candidata/o a la presidencia de la república. Enterremos mezquindades y pequeñeces. Pensemos y comprometámonos con México. Por México.

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*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Ex gobernadora de Yucatán

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