EL OTRO DATO/ Más de la corrupción en el Ejército

JUAN CHÁVEZ

López Obrador, como los niños, “jugó a los soldaditos”.

Los soldaditos infantiles son de plomo y ahí nace su decisión de “abrazos, no balazos”.

Este miércoles 17 de abril quedó para la historia como uno de los días más violentos de su sexenio: más de 100 homicidios dolosos, en tremendas balaceras en el país.

Uno se pregunta qué hacen entonces La Guardia Nacional, el Ejército y la Marina dizque patrullando las calles de las poblaciones del país.

El territorio nacional está dominado por los cárteles del crimen organizado en un 30 por ciento.

Armando Fuentes Aguirre mejor identificado con el seudónimo de Catón y cuya columna de Política y Cosas Peores que se pública en medio centenar de periódicos del país, acaba de escribir:

“Hay quienes dicen que el ejército nacional se ha convertido en ejército presidencial, y que en vez de defender a la patria se ocupa ahora en defender su patrimonio. Lejos de mí la temeraria idea de suscribir tal aseveración. No quiero exponerme a que después me señalen en la calle: “Mira: ese que va ahí suscribe aseveraciones”. Me preocupa, sin embargo, la aceptación por parte de las Fuerzas Armadas de las variadas encomiendas —me resisto a decir “empresas” o “negocios”— que López Obrador les ha entregado, y que han sido aceptadas fuera de todo orden constitucional e institucional. Cuando la próxima presidenta de México, sea Gálvez o Sheinbaum —se citan por riguroso orden alfabético—, ciña la banda presidencial, los militares se encontrarán en un dilema: ser leales a su nueva jefa suprema o mantener su vínculo de subordinación con quien los llenó de privilegios, dádivas, prebendas y otras indebidas y peligrosas ocasiones de enriquecimiento impropias de quienes han jurado dedicar su vida a servir a la nación. En este segundo caso, si escogieran seguir las órdenes del que ya no será presidente, sino mero político, darían un verdadero golpe de Estado, y pasarían a la historia en la misma deshonrosa manera que Victoriano Huerta y otros traidores de similar jaez. No digo que eso pueda suceder, pero me inquietan el apego de López al poder, la visible tendencia que ha mostrado a influir sobre aquella a quien entregó el bastón de mando y su constante negativa a reconocer los triunfos de sus adversarios cuando éstos lo han vencido en las urnas. Los militares y marinos deben su lealtad a México, no a un individuo. Le harían un gran servicio a la patria si una vez concluido este sexenio hacen renuncia a todos los encargos que AMLO les entregó en violación flagrante de la ley y con claras intenciones de comprar sus voluntades. En cada hijo el cielo le dio a la patria un soldado, no un negociante o mercader”.

El buen propósito no se dará.

Los altos mandos del Ejército y la Marina no han demostrado estar dispuestos a renunciar a las prebendas millonarios que López les ha otorgado, en el encargo que puso en sus manos de administrar y manejar, sin rendir cuentas a nadie, importantes cuerpos de la administración pública.

La presidenta –sea Xóchitl o Claudia—enfrentará serios problemas en el afán que enloqueció a López de entregar a las fuerzas armadas  el mejor y mayor botín que la historia de la corrupción registra.

El mismo Catón, sobre la reforma a las Afores que López lleva a cabo para apoderarse de las llamadas cuentas inactivas, que suman muchos millones de pesos producto del ahorro de los trabajadores, y que como él, estimo es un robo en despoblado, escribió en su sección “Manganitas”:

“… Afores…”.

AMLO anda desaforado

rasguñando por doquier.

Lo que se propone hacer

es un robo en despoblado.

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