JUAN CHÁVEZ
La científica Claudia Sheinbaum se encuentra en la encrucijada de su carrera política, iniciada al lado de López Obrador, “su impulsador”.
Con el bastón de mando que su protector le entregó el miércoles por la noche en un agazapado “evento privado” en un restaurante público, debe tomar nota, ahora, que como coordinadora de los comités de defensa de la Cuarta Transformación ella, con ese cayuco, es la dirigente real de Morena, de acuerdo con la simbología que AMLO le da al bastón.
En palabras secas: debe tener su propio discurso y apartarse de la vanagloria que narró destacando las obras y acciones de López Obrador a lo largo del tormentoso recorrido por el país, buscando ganar las encuestas.
La coordinación de los comités es la puerta abierta para entrar de lleno a la candidatura presidencial de 2024, y aunque es incuestionable que contará con el respaldo de su señor y amo, ella es la que pronunciará los discursos, todavía no electorales, por cierto.
El autoritario de Palacio, atacando constantemente a Xóchitl Gálvez, la aspirante a la candidatura del Frente Amplio por México, le sumará simpatías a Sheinbaum, incuestionablemente.
Pero para la ex jefa del Gobierno de la CDMX, es la hora. La hora de la verdad en que tendrá que demostrar que va a ser buena candidata y mejor presidente y no presidenta, que es un error gramatical imperdonable, al que por cierto ya nos hemos referido.
Aunque Sheinbaum estaba confiada que así sería porque nunca dejó de puntear en las encuestas, cuidó con exceso que su mentor López Obrador, no se molestara con ella, actuando como megáfono de sus palabras y promotora de sus obras.
La buena noticia que la pone en la ruta para ser la primera Presidente de México, es también una mala noticia. A partir de hoy Sheinbaum tendrá que demostrar que no es la marioneta de López Obrador ni tampoco una rémora y que es capaz de actuar con autonomía y de salir adelante sin su apoyo.
La percepción de que sin López atrás no es nada tiene raíces en las razones objetivas por el cual se inclinó por ella. Una muy fuerte es que era la única de las “corcholatas” que le debe toda su carrera política al presidente. Otra es ser más dogmática que López, por lo que no corre peligros su proyecto político de quedar truncado y que naufrague su legado. Sheinbaum es considerada parte de su familia, con lealtades que son fraternales y no sólo políticas e ideológicas, y desde hace años, su hijo Andrés ha sido su consejero político de cabecera.
Como lo demostró durante la primera fase sui generis de la campaña presidencial, Sheinbaum no traicionará a López Obrador. Concluirá los megaproyectos que no se entreguen a tiempo, nunca lo criticará, y desde la Presidencia lo blindará jurídicamente para que viva tranquilo ante eventuales denuncias penales que pudieran presentarse en su contra, o contra sus familiares.
Con ella en Palacio Nacional, López Obrador tiene garantizado su sueño. Aparte, muy aparte, de considerar que es la reelección que tanto ansía. Con Sheinbaum, López está en el camino de lograr su anhelado maximato.