MARCELA ETERNOD ARÁMBURU
(SemMéxico, Aguascalientes, Aguascalientes). En octubre de 1914, en Pando, una población de alrededor de ocho mil habitantes, cercana a la capital de Uruguay, nace Armonía Liropeya Etchepare Locino, poco conocida en la actualidad en la esfera de la literatura iberoamericana, pero sin duda una de las escritoras que deben ser leídas, reeditadas y estudiadas. Armonía vivió dos vidas paralelas, por un lado, como docente dedicada, pedagoga, académica de la educación y funcionaria en el sector educativo uruguayo; por otro, como escritora, cuentista y articulista, rebelde, libre, inclasificable y contestataria.
Se formó como maestra y en 1933 empieza su larga tarea docente que terminaría en 1971. A la par de su desempeño en las aulas, escribió varios textos de pedagogía, centrados, sobre todo, en las y los adolescentes, lo que la llevaría a estudiar los problemas de delincuencia juvenil y las deficiencias de los centros penitenciarios. Se retiró de las aulas, como una maestra reconocida, premiada y distinguida, ya que sus pares consideraron que sus contribuciones en el terreno de la educación fueron relevantes.
De maneras suaves y educadas, huía de los protagonismos estériles y fatuos, trabajaba con disciplina y orden, y nunca descuidó su trabajo magisterial. No obstante, en paralelo, escribió bajo el seudónimo de Armonía Somers varias novelas que, en su momento, fueron consideradas escandalosas, provocativas, impublicables y, siempre, transgresoras. Y muchos cuentos, que le valieron el título de “cuentista extraordinaria”.
En 1950, publicó “La mujer desnuda” considerada por la crítica grotesca y pornográfica y, por la sociedad uruguaya, simplemente escandalosa. En 1953 vio la luz “El derrumbamiento”, una colección de cuentos que redobló el escándalo y fue considerado un libro despreciable e irrelevante por Mario Benedetti (años después, éste cambio radicalmente de opinión sobre lo que escribió en el 53 Armonía Somers, diciendo que era una escritora de enorme densidad ontológica, existencial y metafísica).
En el terreno de la novela, destaca con “De miedo en miedo” (1965), “Un retrato para Dickens” (1969), “Viaje al corazón del día: elegía por un secreto amor” (1986) y, en el mismo año, su obra maestra “Sólo los elefantes encuentran mandrágora”. Pero es en el cuento en donde se hace evidente su originalidad y su estilo vanguardista, y son sus variados temas los que la ubican como una cuentista de enorme talento, no exenta de excentricidad.
En 1988, Armonía Somers seleccionó, de entre todos sus cuentos, doce. Los organizó en cuatro capítulos y los reunió bajo el título de “La rebelión de la flor” redactando ella misma la introducción al libro “Anthos y Legein” (flor-escoger), explicando que fue difícil seleccionar los relatos que integrarían el texto, porque había reglas que seguir y ella tenía la “memoria de los elefantes, pero no el rencor de las hormigas”, lo que dificultaba el proceso. Por ser una introducción, apenas presenta unas pinceladas de sus cuentos, resaltando algunas de sus tramas, en donde la cobardía, la miseria, la duda y la ambigüedad, danzan con lo insólito, lo macabro, el erotismo y la violencia, en un marco siempre inesperado y con protagonistas tan diversos como un cadáver olvidado, un peligroso alacrán o un energúmeno descontrolado.
En “El derrumbamiento”, la estatua de una virgen olvidada y polvosa, arrinconada en un tejaban de mala muerte -en donde se refugian por dos centavos los olvidados con olor a “humanidad, piojo y pecado”-, decide abandonar su mugriento espacio y rebelarse, porque está cansada de fingir y decide no ser más la virgen, irse, “andar, odiar y llorar sobre la tierra”. Para eso necesita de ese paupérrimo negro, miserable y asesino, y le pide, acostada a su lado, que derrita con sus manos la cera que la cubre, empezando por los pies y subiendo, avanzando, hasta liberarla de su virginidad, para poder escapar en un suspiro. En el camino, la virgen pregunta: “Dime, Tristán, ¿tú sufres más por ser negro o por ser hombre?
“Réquiem por Goyo Rivera” es una dolorosa historia de amor inacabado entre Marín Bogard y Goyo Rivera que tiene por marco el entierro solitario de éste. Solo asiste un angustiado Martín, para recordar su cercanía apasionante con Goyo y su absoluta cobardía que le impidió vivir su homosexualidad. Martín asiste al entierro para vomitar su angustia de tantos años y la absurda conciencia de los dos, que los convirtió desde entonces en dos sombras grises, tristes, Así fue su vida, y así seguirá siendo la vida de Martín, siempre solo, siempre ansioso, temeroso y cobarde. “En realidad, él, Martín, ya estaba muerto. Él era el definitivo muerto sobre el que se pudrirían todas aquellas flores”.
“El desvío” inicia en una estación de ferrocarril con gente, niños, globos, movimiento. El tren empieza a hacer “chuku-chuku” y un desconocido ofrece a una damisela una sonrisa especial, esa sonrisa que usa para todo: para enamorar, mentir, engañar; para evaporar ofensas, componer fisuras y malos entendidos; para olvidar rencores y para comer manzanas enamorado. Es la sonrisa especial que permite decidir quién sigue en el tren y quién se baja, y después de viajar siete años, quién debe quedarse en el “maldito tren”. Hasta que decide arreglar su maleta e irse a otro vagón porque eso es lo justo, es lo limpio. Pero cuando se acerca el desvío, es a ella a quien arrojan fuera del tren, a la maleza. Sin posibilidad de tomar otro tren, sin pasaje de regreso.
“Muerte por alacrán” es una historia de rencor, preocupación y angustia que inicia con la descarga en una casa señorial de la leña que se necesita y la advertencia de que dentro de ella se fue un alacrán venenoso y maligno. La búsqueda del alacrán dentro de la casa va subiendo la temperatura del relato y la preocupación por no encontrarlo aterroriza a la servidumbre ansiosa ante el regreso de los dueños de casa. Todo termina en forma justa e inesperada, el alacrán jamás estuvo donde se creía, pero, sin duda, cobrará una víctima.
Estos son solo una pequeña muestra de los formidables cuentos seleccionados por Somers para integrar “La rebelión de la flor”. Leerlos es un placer sostenido, página por página. La sintaxis sorprende tanto como la trama; la selección de vocablos castellanos de larga data, ilustra, y la diversidad de las historias, impresiona. En fin, todo aporta para hacer de la lectura de estos doce cuentos una lectura diferente y compleja, demandante, sorpresiva y siempre inquietante, pero, a la vez, fascinante.
Cristina Dalmagro es, quizá, la mayor especialista en Armonía Somers (ha escrito una treintena de textos sobre ella) y se ha dado a la tarea de analizar varias de sus obras, mostrando la complejidad y originalidad de esta escritora.” Así que, si se quiere profundizar en la complejidad de Somers, ahí hay mucha tela de donde cortar, una vez que se haya leído a cabalidad su obra.