MARTHA CANSECO GONZÁLEZ (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). Dice el dicho que el poder corrompe y corrompe totalmente.
Y cuando el dicho habla de corrupción, no sólo se refiere al desvío de fondos, excesiva burocracia, nepotismo, amiguismo o inoperancia institucional, también por supuesto a la poca ética, sentido común y buen trato de quienes están al frente del gobierno o de cualquier otra institución pública.
Las desafortunadas declaraciones de la directora de la CONADE, Ana Gabriela Guevara, respecto a lo que tuvieron que hacer las deportistas mexicanas de natación artística para poder acudir al mundial de la rama en Egipto, son una clara muestra de su incapacidad de formular argumentos que convenzan y temple para sortear las críticas, que como a cualquier servidora pública se le pueden hacer, ya que manejan recursos que salen de nuestros impuestos.
De hecho, tres servidores públicos, el presidente, el secretario de la defensa, y la directora del deporte nacional en la mañanera, no tuvieron argumentos válidos para “justificar” lo injustificable, la corrupción del general y de la corredora.
“Negritos en el arroz” por ahí me dijeron, ¿Y cómo creen que llegamos a estos niveles criminales de corrupción?, dejando que los negritos se conviertan en el arroz.
Nos prometieron que las cosas iban a ser distintas, pero resultaron peor, no sólo porque no han cumplido con lo prometido, sino que salieron más finos en eso de la apropiación de los recursos públicos para el bien personal y familiar, sino que también ineptos para corregir los errores del pasado.
¡El poder para servir, no para servirse del poder! Ese debería ser el faro de luz que guíe a estos dizques “gobiernos de izquierda” que tanto a nivel federal como estatales realmente estamos padeciendo.
¿Cómo puede ser que las federaciones deportivas, tengan más poder que la CONADE? Sí, Ana Gabriela no puede, y de hecho ya no pudo, deshacer el nudo gordiano de corrupción que estas representan, ¿por qué no ha renunciado?, no ser apta para un puesto de esa envergadura e insistir en permanecer ahí, ¡es corrupción aquí y en China!
¡Ganar más que el presidente, es corrupción!, así se puede observar en su declaración de impuestos.
Pero voy más allá de lo evidente.
Cuando te faltan argumentos y te ves acorralada, en tus vanas explicaciones sale a relucir, ¿quién eres y qué piensas realmente? Tratando de descalificar a las nadadoras artísticas, Ana Gabriela, mostró su enorme misoginia y al patriarca que la habita.
Pues sí, como le respondió la atleta Jessica Sobrino, “no tiene nada de malo vender Avon y Tupperware y sí estas empresas se quieren sumar, estaremos muy contentas” y le recordó que muchas mujeres mexicanas han encontrado en la venta por catálogo un sustento para ellas y para sus familias.
¡Qué las explotan, sí!, pero mientras los gobiernos no puedan resolver la discriminación, falta de oportunidades, brecha salarial, brecha educativa y acceso igualitario a la riqueza, la mayoría de las mexicanas no tienen de otra.
La corredora habla desde el privilegio, no sólo porque ahora está en una posición de poder, sino también porque ella tuvo todas las oportunidades que no todas las mujeres de este país tienen para desarrollar sus talentos.
Lo pienso continuamente cuando veo mujeres en situación de alta marginalidad, ¡Ahí quizás esté la mejor bailarina, científica, escritora, médica, deportista, en suma, la riqueza de este país, desperdiciándose, perdiéndose entre la miseria y la violencia extrema!
Ahora, sí la directora de la CONADE se ofende porque las medallistas le respondieron a López Obrador, no sólo omite la libertad de expresión, también está exigiendo sumisión al patriarcado. ¡Qué bueno lo deja claro! Las mujeres deportistas de este país no tienen nada qué esperar de ella, ella está para servirles a ellos.
Recordarle a Ana Gabriela Guevara, qué cuando ganó sus medallas en los campeonatos de atletismo y muchos mexicanos se atrevieron a dudar de su feminidad y pidieron incluso una prueba de género, ahí estuvimos las mujeres defendiéndola, no sólo en lo privado sino también en lo público.
Recordarle qué ¡Amor con amor se paga!