Sabemos que el origen de muchos de nuestros males es la concentración excesiva del poder.
Luis Donaldo Colosio.
FLORENCIO SALAZAR ADAME (SemMéxico, Chilpancingo, Guerrero). En la sucesión presidencial de Carlos Salinas de Gortari destacaban Luis Donaldo Colosio y Manuel Camacho. Se advertía en el presidente Salinas preferencia por Luis Donaldo, a quien llevó del Senado de la República a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI y luego a la Secretaría de Desarrollo Social, dependencia en la cual se había instaurado el estratégico Programa Nacional de Solidaridad.
Carlos Salinas surgió de la pasarela de seis aspirantes, entre los cuales el puntero parecía ser Alfredo del Mazo, cercano al afecto del presidente Miguel de la Madrid. La pasarela originalmente era de siete. Recibí una llamada de la oficina del Dr. Guillermo Soberón, secretario de Salud, para que fuera me chingaron y me sacaron de la jugada”. Guillermo –primo en segundo grado– hablaba así, le salían las groserías de manera natural y hasta con gracia. Pero esa vez estaba molesto. No hubiera sido un aspirante de relleno.
Un grupo de egresados universitarios formaron la asociación Profesionistas por México: Salinas, presidente; Camacho, secretario general; y Ruiz Massieu, oficial mayor. Al parecer pactaron que el primero en llegar a la Presidencia de la República promovería la sucesión de los otros dos. Ninguno, pues, de los miembros del gabinete tenía esa relación franca, cercana, como Camacho con Salinas. De manera natural, Ruiz Massieu estaba alineado con el entonces Regente de la Ciudad de México.
Terminó mi gestión de alcalde y, tras unos meses como diputado local, formé parte de la LV Legislatura federal. Ahí conocí a Agustín Basave y a Eloy Cantú Segovia, quienes eran amigos de Luis Donaldo. En la medida que transcurrían los meses el tema de la sucesión empezó a calentarse. Propuse a Basave publicar un documento que se denominara El presidente que México necesita, suscrito por los diputados que simpatizábamos con Luis Donaldo. Basave lo comentó con Eloy Cantú, quien hacía cabeza del colosismo en la Cámara, y éste se comprometió a consultarlo. Esperar, fue la respuesta Ruiz Massieu me preguntaba, periódicamente, quién iba a ser el candidato presidencial: Colosio, contestaba yo. Después de cuatro o cinco veces, le expuse con la claridad con la que hablábamos: “De una vez te voy a decir porqué Manuel Camacho no va a ser presidente. Él tiene sus propias ideas y está enfrentado con el gabinete; va a degollar al salinismo. Si ahora, que aspira a la Presidencia, ya renunció dos veces a la Regencia, obligando al presidente a salir con él a caminar en la alameda, imagina lo que pensará Salinas de Camacho en la Presidencia. Según se comenta, Colosio estaría comprometido a reformar la Constitución para que el presidente pudiera regresar al poder. El presidente Salinas incurriría en un error de cálculo porque ningún presidente querrá pasar a la historia como un pelele”. Yo advertía que, para Salinas, Colosio sería un sucesor controlado (supuesto que debió desvanecerse con el discurso de Luis Donaldo del 6 de marzo de 1994). Ruiz Massieu me contestó que era falso que Camacho estuviera enfrentado al gabinete. Lo cierto es que empezó a enviar notas a Colosio y se acercaron políticamente.
Al V Informe de Gobierno del presidente Salinas los legisladores arribamos con dos horas de anticipación a la Cámara de Diputados. El gabinete tenía reservada la primera fila de los asientos. Colosio conversaba con Pedro Aspe, secretario de Hacienda, ambos de pie al inicio del bloque donde estaba la diputación guerrerense. Me levanté de mi curul e interrumpí el diálogo: “Licenciado Colosio soy Florencio Salazar Adame, diputado por el primer distrito de Guerrero. Vengo a ponerme a sus órdenes en lo que pueda servir”. Me dio las gracias. Me despedí de Pedro Aspe –otro presidenciable– inclinando la cabeza.
Pasado un tiempo, me llamó Fernando Ortiz Arana, quien había dejado la coordinación de la Cámara de Diputados y ocupaba la presidencia del PRI. Me pidió que lo viera al siguiente día en el Comité Ejecutivo Nacional. Me recibió con puntualidad: “Te solicito aceptes ser delegado general del PRI en el Estado de México. Debo decirte que no eres la persona en quien yo había pensado. Pero era necesario consultar a nuestro candidato y Luis Donaldo me dijo: que vaya el diputado Salazar de Guerrero”. Estaba en Toluca, presidiendo una sesión del Consejo Político Estatal, cuando fuimos informados del atentado en Lomas Taurinas.
Luis Donaldo Colosio, sin duda, hubiera sido un reformador del sistema político y un comprometido con el abatimiento de la desigualdad social, el mayor problema de México. Veíamos en él frescura política sin aspiraciones cesáreas ni al toque de Midas. Su sacrificio, hace 29 años, lo testifica.
Conservo de Colosio su tarjeta personal anotada en tinta sepia: Florencio Saludos.