MARTHA CANSECO GONZÁLEZ (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). ¿Cuántos casos más tendrán que atraer la fiscalía general de la república y la suprema corte de justicia de la nación ante la corrupción, ineptitud y nula perspectiva de género que existe en tantas fiscalías y tribunales de los estados del país?
¿Qué no se supone que hay mecanismos internos en estas instituciones que previenen malas decisiones de jueces y juezas, además de mala praxis de fiscales y agentes del ministerio público?
¿Por qué hay procuración e impartición de justicia de primera, de segunda y de tercera clase en México?, ¿será que en nuestro país hay ciudadanas y ciudadanos de primera, segunda y tercera y de menos?, ¿en este menos estamos las mujeres?
El caso de la saxofonista oaxaqueña María Elena Ríos puso nuevamente en el interés nacional la falta de una verdadera justicia para las mexicanas. Si bien se arregló el entuerto provocado por el juez Teódulo Pacheco Pacheco, sí, el caso no hubiera sido tan mediático, seguro que el agresor machista ya estaría tan tranquilo en su casa.
Lo que dice el artículo cuarto de la constitución, eso de que “hombres y mujeres somos iguales ante la ley” es una tomadura de pelo.
Dice un dicho muy patriarcal, “a mis amigos, la interpretación de la ley, a mis enemigos la aplicación de la ley” y como en México se vive una guerra no declarada contra las mujeres, pues somos las enemigas de los pobres hombres, que necesitan ser protegidos y cobijados por jueces, juezas, fiscales, agentes del ministerio público y policías.
Por eso se nos niega tanto la justicia a las mujeres y sobre todo aquella con perspectiva de género, de ahí que, la procuración e impartición de “justicia” sigan siendo una de las piedras de toque donde se sostiene el sistema hegemónico patriarcal y machista.
La manera en que se imparte justicia a las mujeres víctimas de algún crimen o delito, raya en el absurdo y lo criminal, así también cuando son acusadas, todo el peso de la ley va sobre de ellas, aunque eso implique sentar precedentes legales aberrantes.
Aquí cuatro casos emblemáticos: El 29 de mayo de 2010, tres jueces de Chihuahua absolvieron a Sergio Barraza homicida confeso, repito confeso, de Rubí Marisol Frayre Escobedo, hija de Marisela Escobedo, quien tras el feminicidio de su hija luchó porque recibiera justicia, esta nunca llegó, a Marisela la mataron por exigirla y el asesino murió siendo un hombre libre.
El 29 de junio de 2010 Mariana Lima Buendía fue víctima de feminicidio por parte de su esposo Julio César Hernández Ballinas, quien aseguró que ella se suicidó. 23 años después la madre de Mariana, Irinea Buendía, sigue exigiendo justicia para su hija.
Ya se demostró fehacientemente que Mariana no se suicidó como dijeron los primeros peritos, fue asesinada, el feminicida está en la cárcel, y se espera que pronto se dicte sentencia, que llegará después de 60 audiencias diferidas, 60 y se llenan la boca los gobiernos asegurando que hay una impartición de justicia pronta y expedita, ¡qué burla!
En este momento Doña Irinea está de gira en Tabasco donde espera poder dar a conocer la sentencia “Mariana Lima” que decretó la Suprema Corte de la Nación y que ordena investigar todas las muertes violentas de mujeres como feminicidio y juzgar con perspectiva de género.
Caso Alejandro Gertz Manero contra su cuñada Laura Morán y su sobrina Alejandra Cuevas, a quienes el fiscal las hizo responsables de la muerte natural de su hermano Federico. Señalar que los juzgados de la Ciudad de México siempre le dieron la razón al procurador del país, (faltaba menos, sobraba más), y que tuvo que ser la Suprema Corte la que determinara que las mujeres no tuvieron nada que ver en el fallecimiento por enfermedad de Federico, ya que no tenían los conocimientos médicos para tratarlo.
Como lo señalé en una columna anterior, sí, la suprema corte, le hubiera hecho el favor a Gertz Manero dándole la razón, habría quedado el antecedente judicial de un estereotipo de género impuesto a las mujeres, “tenemos que cuidar a los hombres como una suprema obligación”, como si ellos no se pudieran cuidar solos.
En un caso muy similar, el empresario preferido de López Obrador, José María Rioboó, busca encarcelar a su nuera María Isabel Cal y Mayor en España, por la muerte de su hijo Rodrigo Rioboó Talayero. El constructor la acusa de haber proporcionado durante los 8 años que estuvo casada con su hijo, comidas y bebidas que acabaron con la vida de Rodrigo a los 39 años de edad.
La corte española determinó con toda lógica, que no hay crimen que perseguir y negó su extradición.
Por supuesto que no hay ningún delito, Isabel no le puso una pistola a Rodrigo para que comiera y bebiera lo que le hizo daño. No es obligación de las mujeres cuidar lo que comen los maridos, porque se supone que son personas mayores de edad, que se pueden cuidar solos y tienen el poder de decidir que les hace bien y que no, vamos, que no son bebés que dependen completamente de alguien. El autocuidado forma parte del amor propio, de la autoestima y de la vida adulta.
Por cierto, como ustedes seguramente lo saben, la actual esposa de José María Rioboó es la ya famosísima magistrada de la suprema corte, Jazmín Esquivel, plagiadora de tesis. ¡Se imaginan ustedes si el caso hubiera sido juzgado en México y hubiera llegado a la suprema corte! ¡Por seguro María Isabel ya estuviera en la cárcel!
Ahora Rioboó está peleando la herencia que recibió su nuera por parte de su hijo, o sea todo se trata de dinero y bienes. Al patriarcado no le toques el bolsillo, es lo que más le duele.
Como verán, es urgente y necesario que la procuración e impartición de justicia en México, sea equitativa, pronta, expedita, con perspectiva de género y a la que accedan todas y todos. Si no hay estado que así lo garantice, seguiremos siendo testigos de esta perniciosa diferenciación y de las perversiones patriarcales del propio sistema legal.