ROBERTO CIENFUEGOS J. La decisión, en consulta y con el respaldo total del presidente López Obrador -¿pues cómo no?- de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, sacudida por las persistentes fallas, incendio, desplome y choque de trenes del metro, de desplegar más de seis mil miembros de la Guardia Nacional para presuntamente resguardar la seguridad de los millones de usuarios de ese medio de transporte capitalino, la columna vertebral de la movilidad urbana, es un paso más de las botas castrenses que se multiplican en todo el país. Delicado, preocupante y perturbador que se asigne de nueva cuenta a militares esta tarea en el principal medio de transporte de la Ciudad.
La medida inquieta y lleva a una primera pregunta sobre qué es lo que saben las autoridades de la capital del país, una ciudad innovadora, vanguardista y de derechos como sostiene la doctora Sheinbaum, que se está llegando a este extremo. ¿Qué es lo que hay detrás de una acción que denota casi desesperación? Sin información veraz, y sobre todo creíble y confiable, surgen muchas más preguntas. Esa es siempre la dinámica, muy lamentablemente. Como ciudadanos requerimos información precisa, clara. Dicen que los amigos se hieren con la verdad para no matarse con la mentira. Después de todo, no es cosa menor la decisión de emplazar en el metro a seis mil militares. Intimidan y hacen sospechar demasiadas cosas, alientan, desafortunadamente, todo tipo de suspicacias. Somos ciudadanos, adultos es decir.
Sobre esta sorpresiva y extrema medida, el titular de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, negó ayer que se trate de una militarización del Metro, aun cuando reconoció tácitamente que el número de militares en el Metro prácticamente triplica la cifra de policías que resguardan las instalaciones por donde se movilizan unos cinco millones de usuarios cada 24 horas. El hecho de que los militares de la Guardia Nacional no lleven armas de fuego y sólo utilicen toletes en las tareas iniciadas la víspera, no reduce el impacto de semejante presencia en una ciudadanía desconfiada y temerosa sobre lo que desconoce.
Hay un hecho, un informe más bien, que ahonda las dudas. Se trata del informe El negocio de la Militarización de México Unido contra la Delincuencia, de septiembre de 2022, según el cual los militares en México se están multiplicando en números crecientes durante el gobierno de la denominada 4T. Eso lo sabemos todos, pero el informe hace precisiones que mueven muchas inquietudes y aún preocupaciones y miedos. ¿De qué se trata, pues? Hay cada vez más botas castrenses y aunque no podría decirse que zapatos civiles, sí es preciso alertar que el poderío, la fuerza, y la presencia de los militares alarma.
Es cierto que hace años y en particular desde el gobierno de Felipe Calderón, esta presencia militar se ha acrecentado, pero todas las cifras revelan de manera coincidente que la 4T ha llevado a los militares a un punto máximo, peligroso y, peor aún, de retorno complicado en perjuicio de numerosos espacios civiles y estratégicos del país. La presencia en el metro de militares de la Guardia Nacional, como dije arriba, es un paso más en esa dirección y por eso preocupa mucho más porque se trata de la capital de la república, donde desde 2019 se inició el despliegue de militares de este cuerpo creado ese mismo año, en las 16 alcaldías de la ciudad.
Cito el informe referido: “Al 20 de enero de 2022, la SEDENA reportó que había desplegado un total de 148 mil 537 elementos del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, casi el triple que en las cifras máximas de los gobiernos pasados. Esto sin contar los 59 mil 550 elementos de la Marina y las 104 mil 496 fuerzas operativas de la GN, que continúa estando integrada principalmente por militares”.
Añade esta fuente que con base en un cálculo más reciente del monitoreo permanente del programa de Seguridad Ciudadana de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México que contrasta estas cifras, y “calcula que en realidad hay 239,865 militares desplegados en el país, 7 veces más que en gobiernos pasados”.
Refiere que “otro cambio importante con respecto a la militarización en comparación con gobiernos anteriores es la variedad de funciones que llevan a cabo. Actualmente podemos ver a los militares y marinos investigando delitos, construyendo grandes proyectos de infraestructura, administrando aduanas, haciendo control migratorio, aplicando vacunas e, incluso, limpiando el sargazo en las costas del caribe mexicano”. Y hay más.
Expone que de “las 127 funciones civiles que el gobierno federal le ha transferido a las FFAA desde el 2007, 70 de ellas, más de la mitad, corresponden al sexenio de López Obrador. Sobre las 100 funciones que han transferido los gobiernos locales, 30 han sido en los primeros 3 años de este gobierno”.
Este reporte, dice, “es un llamado urgente a revertir la militarización de la seguridad pública y del gobierno civil en México. Es necesario restaurar el orden constitucional, así como devolver las facultades y los presupuestos a quienes tienen la obligación de ejercerlo y la profesionalización para hacerlo de forma eficaz y eficiente. Esto es prioritario en materia de seguridad pública, pues solo construyendo un sistema de policía civil integral podemos evitar que el país dependa de las FFAA. Aunque hoy en día la militarización en México es el resultado de las políticas públicas de distintos gobiernos durante los últimos 16 años, es posible que estemos viendo el comienzo de otro tipo de fenómeno: los cuerpos castrenses han transformado el aumento de su presencia en un empoderamiento no solo económico, sino también político. En otras palabras, México podría estar viviendo tanto un proceso de militarización como uno de militarismo donde, además de que las tareas civiles —como la seguridad pública o la construcción— adquieren lógicas militares, los cuerpos castrenses se convierten en actores políticos. Es por ello que el desequilibrio de poderes y la insubordinación constitucional de las instituciones militares son un primer indicio de que el poder militar comienza a desplazar al poder civil y aumenta la urgencia de contrarrestarlo y revertirlo”. Agregue usted lo demás. Yo hasta aquí me quedo, no sin preocupación.
@RoCienfuegos1