VIOLETA DEL ANÁHUAC/ Niñas en la Montaña, vulneradas

ISABEL ORTEGA MORALES (Guerrero). En mi experiencia, con una estancia permanente en esta región, las mujeres presentan un elevado grado de vulnerabilidad que no les permite desarrollo social con condiciones suficientes que las aleje de la violencia, el sometimiento y no cuentan con mayores opciones para lograr la emancipación.

Las acciones encaminadas para atender este problema no ha sido suficiente y se ha quedado en la foto y en el discurso. Está por ejemplo Ciudad de las Mujeres que se está prácticamente abandonado. El Centro de Justicia para las mujeres no despliega campañas informativas, la presencia de la Secretaría de la Mujer está en reuniones informativas a las autoridades. Mientras esto sucede las niñas saben que están aún bajo un dominio sin mayores alternativas para superar. Quizá un poco con el resabio de lo que dijo el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, no son malos los Usos y Costumbres. Claro, siempre y cuando no sean en tu propio espacio.

Le llamaremos Tere. Cuando la conocí a principios de año, era la niñera de la bebé de una amiga de Tlapa. Su delgadez y su rostro pálido y con manchas reflejaban un problema de anemia. No sonreía. Llegó a Tlapa a refugiarse con un familiar, huyendo de su esposo en Cochoapa, que por la costumbre y el alcohol, la golpeaba todos los días, obligaba al coito y a preparar alimentos para su familia, realizar las tareas de lavado, limpieza de patio, acompañar a sembrar y acompañar como jornalera con tareas similares a toda la familia de su joven esposo.

Huyó de su casa y se fue a la casa de la abuela materna quien curó sus heridas externas. Hasta ahí llegó su marido por ella y se la llevó a fuerzas. Repitió la acción hasta que un día, la abuela, cuando Tere le dijo que quería dejarlo, le dio para su pasaje y un domicilio para llegar a Tlapa, Solo que, el marido se apostó en la casa de la abuela materna, sin dejarla salir, obligándola a darle de comer y presionándola para hacerla regresar.

No quiso asesoría legal, porque dice que la familia respeta a la policía comunitaria como única ley. Le pedí se aprendiera mi número y me llamara. Me avisó que estaba embarazada. Después hizo otra llamada y me pidió que si alguien marcara de ese número me presentara como “la señora que la busca para trabajar”. Y así sucedió y así dije. Comedidamente le pedí a la persona del sexo masculino que cuando terminara el parto pudiera ayudarme, esperando poder tener aquí una recuperación. No contesta ya el teléfono.

Estos días, la abogada del Centro de Derechos Humanos de la montaña, Tlachinollan, Neil Arias Vitinio, quitó un velo de lo que parece un éxito, la estrategia para prevenir la venta de niñas en la montaña de Guerrero. Expuso un caso y el reportero, Jesús Guerrero, cita lo que son pendientes como el seguimiento que debe dar la Fiscalía General del Estado para proceder contra quienes detuvieron a “Emma”, a un mes de dar a luz, y a su hermana, ambas menores de edad, presionadas para que la familia “regrese la paga que se dio por ella”. Denuncia asimismo la falta de apoyo más allá de insumos alimenticios, lo que muestra que las niñas en la montaña están vulneradas, con dificultad para emancipar.

Dice la Abogada de la presencia de las autoridades que dan información a grupos de comunidades y municipios que “no se va a fondo”. Y termina la nota el periodista diciendo que la titular de la Secretaría de la Mujer, Violeta Pino, quedó en regresarle la llamada. Al menos le contestó, yo realicé ocho llamadas y el silencio sigue siendo la respuesta.

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