*Desde 1934 diagnosticaron lo que nos hace daño, pero nos negamos a reformular el proyecto de nación y modificar el modelo político, la única posibilidad de quitarnos la corrupción y su escudo -el presidencialismo- de encima. Urge la reforma del Estado
GREGORIO ORTEGA MOLINA. ¿Cuántos de los “superdelegados” de AMLO que se iniciaron con el sexenio, permanecen en el desempeño del cargo, o crecieron administrativamente, o se enriquecieron? ¿Alguno, o algunos, escenificaron escándalos de corrupción? ¿Es su opinión para el ejercicio de las aportaciones federales, más importante que la de los gobernadores y/o congresos locales? ¿Sabrán lo que es el federalismo y cómo se come?
Lo anterior viene a cuento, porque “la Suprema Corte de Justicia de la Nación validó la constitucionalidad de la figura de superdelegados, la cual fue creada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en 2018.
“El martes pasado (17 de mayo), el máximo tribunal de justicia del país analizó y discutió la acción de inconstitucionalidad contra las reformas a la Ley Orgánica de la Administración Público Federal con las que se creó la figura de “superdelegados”, pero la votación quedó empatada: cinco ministros se pronunciaron por su validez y los otros cinco votaron en contra.
“Solo faltaba el voto de la ministra Loretta Ortiz, quien no estuvo en esa sesión, por lo que en los primeros minutos de la sesión de hoy (24 de mayo), la ministra desempató la votación”.
¿Alguien puede informar el porqué de la ausencia de la ministra Ortiz durante la sesión del Pleno de la SCJN del martes 17 de mayo último? ¿Esperaban que no fuera necesario el desempate, o tuvieron información de que la constitucionalidad de algunas acciones del Ejecutivo empieza a mostrar fisuras? Como dijo Juan Gabriel: lo que se ve, no se juzga. Todo indica un maiceo abundante a algunos de los ministros de esta Corte.
El tamaño del problema lo arrastramos desde que fue promulgada la Constitución. En 1934, editorial Cultura publicó, de Luis Cabrera, Los problemas trascendentales de México, del que comparto con ustedes lo siguiente:
“Para salir de esta situación de discrepancia entre las leyes y los hechos, no hay más remedio que reformar las leyes para ponerlas de acuerdo con los hechos, ya que la historia nos ha enseñado que no podemos transformar nuestro medio a fuerza de leyes teóricas.
“Lo difícil es vencer el escrúpulo político y resignarnos a bajar de la cumbre de la perfección teórica de nuestra Constitución al nivel legal a que debemos estar conforme a nuestro estado social de hecho”.
Desde 1934 diagnosticaron lo que nos hace daño, pero nos negamos a reformular el proyecto de nación y modificar el modelo político, la única posibilidad de quitarnos la corrupción y su escudo -el presidencialismo- de encima. Urge la reforma del Estado.
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