GERARDO CONDE. Para el inquilino de Palacio estar en el opinometro de la gente es una obsesión política para sentirse el Rey de Chocolate, que dispone e impone su voluntad por encima de la Ley, a través del pedestal de las mañaneras.
Ejercicio que le ha permitido marcar la agenda del día y ser el espacio para señalar a la corrupción y a la mafia del poder, no solo como los males del país, sino como los argumentos básicos de su gobierno para justificar sus acciones mayúsculas, así como para denostar a sus opositores por sus censuras al proyecto de la 4t
Esta práctica discursiva ha sido el pan de todos los días desde que asumió la presidencia de la República.
Dar golpes mediáticos que entusiasmen a sus seguidores y sea el método natural para mantener no solo una preferencia en las encuestas, sino para refrendar su confianza hacía su figura.
Esta acción del inquilino de Palacio, le ha permitido durante los tres años de administración dibujar un país de asombros para impactar a sus partidarios, a fin de que se le vea como un presidente intrépido que no se amilana ante los poderes facticos que se oponen a su gobierno.
Mostrando sus deseos en la Cámara Baja y su voluntad en el poder Judicial.
Pero, esa lógica de poder de avasallar todo lo que le estorba, se diluyó, en el 2021, al tener que cohabitar con una oposición insolente en la Cámara de diputados, al no sujetarse a sus designios, ejemplo de ello, el rechazo a la Ley Bartlett.
Del tiempo político de miel sobre hojuelas, pasó a la nostalgia del poder. Retomar la añoranza del poder, implica, para el inquilino de Palacio, reinventarse y mostrarse como un luchador que no se rinde ante los conservadores.
Y en esa ruta se moverá públicamente, para mantener su popularidad.
Esa estrategia de Imagen, le permitirá volver a sus tiempos de opositor para tratar de someter a la alianza Va por México a través de la descalificación pública, al exhibirlos como traidores a la patria; denostarlos, como cómplices de intereses extranjeros y amedrentarlos bajo la mirada de sus huestes: fusilarlos “pacíficamente”.
Pero, además de este formato de descrédito, moverá la maquinaria del poder del Estado, para ponerlos en una encrucijada personal a los integrantes de Va por México, al utilizar las indulgencias legales que representa la Fiscalía General de la República y las bondades fiscales que personifica la Unidad de Inteligencia Financiera, para doblegarlos.
La apuesta en lo inmediato, estará, en las elecciones locales de Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas, donde se podrá a prueba el esquema por amilanarlos.
Ganar el mayor número de elecciones el próximo primero de junio le dará ánimos para mover al tigre, pero, lo que le suministrará mayor fuerza al tigre, será ganar las entidades de Hidalgo y Oaxaca, por ser bastiones priistas, pero, en particular, Hidalgo, por romper una hegemonía unipartidista, al desgajar un cacicazgo añejo.
Por eso no es casual, que le haya puesto cascabel al tigre, y presentar al término del periodo ordinario de la LXV legislatura la iniciativa de la Reforma Electoral, para tener una narrativa que hable de la inmoralidad política del PAN, del PRI y del PRD, que conforman la alianza Va por México, como oferta electoral para “enamorar” al electorado de que los candidatos de Morena abanderan los intereses de la Nación y del pueblo de México.
Ganar esa batalla electoral, no será fácil para el inquilino de Palacio al tener que depender: de la Imagen del candidato, de la marca partidista, de la ascendencia de López Obrador en el ánimo del electorado y de la capacidad de movilización de los padrones sociales el día de la elección.
La amalgama de factores que incidan en el proceso electoral en puerta, pondrá a prueba de que tamaño es el tigre.
En otras palabras, con el triunfo electoral en la bolsa, le dé al inquilino de Palacio una sonrisa mordaz.
Por el contrario, no ganar las entidades de Hidalgo y Oaxaca, además de perder Aguascalientes y Durango, pondrá al inquilino de Palacio en una actitud beligerante como en el 2006, sin medir acciones y discurso contra sus opositores, al declarar el grito de guerra:
Al Diablo con las Instituciones, léase INE.
Ya se verá.
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