ALETIA MOLINA. “En la actualidad, nos encontramos en los inicios de la Cuarta Revolución Industrial. Los avances en genética, inteligencia artificial, robótica, nanotecnología, impresión 3D y biotecnología, por nombrar solo algunos, se están construyendo y amplificando mutuamente. Esto sentará las bases para una revolución más amplia y envolvente que cualquier otra que hayamos visto hasta ahora – Informe del Foro Económico Mundial (FEM) [2016].”
El párrafo anterior fue descrito en un documento de acceso público hace seis años y está más vigente que nunca. Hace apenas unos días se escuchaba al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, hablando durante una reunión de líderes empresariales en la Casa Blanca aludiendo a un próximo “nuevo orden mundial” a raíz de la crisis de Ucrania, aparentemente sin detenerse a considerar el incómodo legado de la frase. Para muchos, justificaba la existencia de cualquier cantidad de teorías de la conspiración que por fin “alguien de la élite” admitía. Pero no, no hay que perderse en fantasías sin más fundamento que un imaginario colectivo histórico.
Cuando se habla de un nuevo orden mundial y nuevas economías, describe lo que se está viviendo en el siglo XXl: muy lejos aún de los autos voladores o de los cruceros por alguna galaxia, la rápida evolución de la robótica, la automatización y la inteligencia artificial, junto con la extrema conectividad, la generación de energías de fuentes muy diferentes a la habitual, así como la irrupción en la sociedad de nuevas (discutibles o no) escalas de valores, han sentado las bases para cambios en muchos ámbitos.
La sociedad está siendo partícipe voluntaria o involuntariamente de una era que es catalizadora de la innovación y como fuerza disruptiva para las industrias tradicionales.
Se habla todos los días, como si fuera algo sumamente familiar, de edificios inteligentes, autos eléctricos, pagos por celular, blockchain, drones, realidad virtual, ¡el metaverso! y decenas de conceptos más, que hace apenas unos años, eran material de películas de ciencia ficción. Esto justamente, es lo que compone el nuevo orden mundial, y aún distante de ver qué es lo que trae consigo. Pero, como cualquier revolución industrial, esta era también trae muchas y muy variadas oportunidades en diversos sectores de la economía y la sociedad que se empiezan a observar: la formación de comunidades digitales, el entretenimiento que proviene ya, en muy buena medida del universo digital, realizar negocios por internet por mencionar algunos.
En el entorno del ahorro y crédito, también se hacen las cosas de manera distinta ante la facilidad con que hoy se puede acceder a créditos o a instrumentos para invertir los recursos ofrecidos no sólo por bancos, sino por las llamadas empresas “fintech”. Otros ejemplos relevantes sobre este nuevo orden, son los vehículos de inversión que brinda la banca tradicional, la cual busca ofrecer a los clientes inversiones con enfoque ESG (por las siglas en inglés, medioambientales, sociales y de gobierno corporativo) que busca inversiones en sectores no controversiales y que en el largo plazo genere un mayor rendimiento; otra alternativa son inversiones temáticas conforme a las megatendencias, las cuales buscan ofrecer a los clientes inversiones orientadas a temas como tecnología, economía y social de forma global, robusteciendo la oferta de inversiones.
El gran reto de este siglo será aprender a moverse en este entorno, a distinguir los riesgos y posibilidades (muchas, como ya se mencionan) y a transformar la forma de pensar para acceder a las oportunidades de esta nueva era digital, donde el equilibrio de fuerzas políticas, económicas y comerciales se están modificando como nunca en la historia de la humanidad. eLaBarrera Nuevo Orden Mundial… ¿Qué es?
“En la actualidad, nos encontramos en los inicios de la Cuarta Revolución Industrial. Los avances en genética, inteligencia artificial, robótica, nanotecnología, impresión 3D y biotecnología, por nombrar solo algunos, se están construyendo y amplificando mutuamente. Esto sentará las bases para una revolución más amplia y envolvente que cualquier otra que hayamos visto hasta ahora – Informe del Foro Económico Mundial (FEM) [2016].”
El párrafo anterior fue descrito en un documento de acceso público hace seis años y está más vigente que nunca. Hace apenas unos días se escuchaba al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, hablando durante una reunión de líderes empresariales en la Casa Blanca aludiendo a un próximo “nuevo orden mundial” a raíz de la crisis de Ucrania, aparentemente sin detenerse a considerar el incómodo legado de la frase. Para muchos, justificaba la existencia de cualquier cantidad de teorías de la conspiración que por fin “alguien de la élite” admitía. Pero no, no hay que perderse en fantasías sin más fundamento que un imaginario colectivo histórico.
Cuando se habla de un nuevo orden mundial y nuevas economías, describe lo que se está viviendo en el siglo XXl: muy lejos aún de los autos voladores o de los cruceros por alguna galaxia, la rápida evolución de la robótica, la automatización y la inteligencia artificial, junto con la extrema conectividad, la generación de energías de fuentes muy diferentes a la habitual, así como la irrupción en la sociedad de nuevas (discutibles o no) escalas de valores, han sentado las bases para cambios en muchos ámbitos.
La sociedad está siendo partícipe voluntaria o involuntariamente de una era que es catalizadora de la innovación y como fuerza disruptiva para las industrias tradicionales.
Se habla todos los días, como si fuera algo sumamente familiar, de edificios inteligentes, autos eléctricos, pagos por celular, blockchain, drones, realidad virtual, ¡el metaverso! y decenas de conceptos más, que hace apenas unos años, eran material de películas de ciencia ficción. Esto justamente, es lo que compone el nuevo orden mundial, y aún distante de ver qué es lo que trae consigo. Pero, como cualquier revolución industrial, esta era también trae muchas y muy variadas oportunidades en diversos sectores de la economía y la sociedad que se empiezan a observar: la formación de comunidades digitales, el entretenimiento que proviene ya, en muy buena medida del universo digital, realizar negocios por internet por mencionar algunos.
En el entorno del ahorro y crédito, también se hacen las cosas de manera distinta ante la facilidad con que hoy se puede acceder a créditos o a instrumentos para invertir los recursos ofrecidos no sólo por bancos, sino por las llamadas empresas “fintech”. Otros ejemplos relevantes sobre este nuevo orden, son los vehículos de inversión que brinda la banca tradicional, la cual busca ofrecer a los clientes inversiones con enfoque ESG (por las siglas en inglés, medioambientales, sociales y de gobierno corporativo) que busca inversiones en sectores no controversiales y que en el largo plazo genere un mayor rendimiento; otra alternativa son inversiones temáticas conforme a las megatendencias, las cuales buscan ofrecer a los clientes inversiones orientadas a temas como tecnología, economía y social de forma global, robusteciendo la oferta de inversiones.
El gran reto de este siglo será aprender a moverse en este entorno, a distinguir los riesgos y posibilidades (muchas, como ya se mencionan) y a transformar la forma de pensar para acceder a las oportunidades de esta nueva era digital, donde el equilibrio de fuerzas políticas, económicas y comerciales se están modificando como nunca en la historia de la humanidad.
@AletiaMolina