El 8 marzo, un día para las mujeres y no para los oportunistas
YANETH ANGÉLICA TAMAYO ÁVALOS (SemMéxico, Querétaro). A lo largo del tiempo, las mujeres hemos luchado para poder desarrollar nuestros intereses, capacidades y poder acceder a mejores condiciones de vida. Con mucho esfuerzo, hemos luchado por conseguir que a todas las mujeres nos sean reconocidos nuestros derechos y dejemos de ser invisibilizadas.
Sin embargo, nuestra conquista en algunos espacios considerados como masculinos, ha traído como consecuencia el surgimiento de novedosas y peligrosas prácticas que han disminuido nuestros logros y han frenado el acceso a una mejor vida.
En la actualidad nuestras condiciones de igualdad, equidad y justicia se encuentran distantes de ser una realidad de facto, debido a la idiosincrasia en la que se encuentran inmersas las personas y las autoridades encargadas del Estado, situación que sigue jugando un papel determinante dentro de la sociedad, ya que, entorpece y obstaculiza el libre desarrollo de las mujeres.
Resistir la simple y brutal violencia ejercida por nuestros pares, hasta los más sutiles comportamientos falsamente protectores del Estado, nos pone en constante riesgo y más porque el Estado se ha caracterizado por ejercer políticas mono culturales, de tutelaje y asistencia social, sin perspectiva étnica, intercultural ni de género, y que no reconoce a las mujeres como sujetas de derechos, con capacidad de gestión, acción y gobernanza.
La falta de apertura por parte del Estado para escuchar nuestras demandas y para recibir y tratar con seriedad las propuestas que impulsamos para mejorar el ejercicio de los derechos de todas las mujeres. Ha provocado que el Estado sea omiso en el cumplimiento de su obligación de garantizar el goce efectivo de derechos de las mujeres.
Omisión, con la cuál hemos sentido la incertidumbre, la discriminación y la humillación con la cual se intenta excluirnos de la sociedad, al no hacer valer el principio de justicia e igualdad.
Y justamente, son estas circunstancias las que nos mueve a manifestarnos este 8 de marzo; hartas de la violencia extrema con la que cada mujer es desaparecida, es violada, es golpeada, es callada, es obligada a parir y es encarcelada por sobrevivir y por exigir; pero también hartas de la discriminación y desigualdad que propicia la falta de justicia.
Y es esa falta de justicia la que también ha propiciado que mañana 9M las mujeres mexicanas desaparezcamos por un día; con el fin de que la sociedad resienta a cada mujer y niña que, no regresa a casa víctima de feminicidio o desaparición; a cada mujer y niña ultrajada que por miedo tiene que quedarse en casa.
Que se resienta a cada hija, madre, hermana y amiga que deja de laborar por ir a denunciar una agresión o tiene que salir a buscar a otra mujer que no a regresado. Marchar y parar, por cada una de las mujeres que hemos sido violentadas y que no queremos que exista una nueva víctima de violencia machista.
Hoy 8 de marzo, no permitamos que esta lucha nos sea arrebatada por grupos políticos patriarcales que ven en este día la oportunidad para ser protagonistas, disfrazándose de falsos aliados que nos permiten y autorizan manifestarnos; como si necesitáramos permiso para expresar nuestros actos de rebeldía ante las situaciones violentas que ellos mismos han generado.
Falsos aliados que, aprovechando reflectores quieren hacer negocio mediático a través del dolor de nosotras; pues ahora resulta que, hoy todos defienden a las mujeres cuando en sus empresas callan el acoso, le niegan el acceso a un espacio laboral, les dan sueldos menores al de los hombres y dejan impunes las agresiones.
Sin olvidar a los que ejercen política y administran el poder, cuántos de ellos se han pronunciado como solidarios y han votado en contra del derecho al aborto; han intentado eliminar el delito de feminicidio y abuso sexual de menores.
Cuántos han ensalzado a su Dios, pero han abusado sexualmente de las niñas y niños; cuántos de ellos han señalado tanto a las mujeres que les han inspirado miedo, pero a la vez odio hacia otras.
Cuántos de los que han salido a dar comunicados apoyando a las mujeres, han emitido resoluciones liberando violadores y feminicidas; cuántos de ellos no han girado una orden de aprehensión por considerar que no hay medios suficientes para acreditar el feminicidio aún cuándo es evidente la violencia sexual, la tortura y la exhibición del cuerpo; cuántos de ellos no han querido investigar las muertes violentas, los abusos sexuales, las desapariciones, la violencia física, argumentando que ellas tenían la culpa por incitar a los hombres.
Esa incongruencia y falsedad, los hace unos oportunistas que se quieren enmascarar para obtener el beneplácito de las mujeres a las que aun logran engañar; quieren obtener la gracia de los votantes para acumular valor político; quieren engañar a la ciudadanía fingiendo que no pasa nada y que son tan buenos que nos dan permiso de ausentarnos.
Esas artimañas, solo buscan minimizar y desvirtuar nuestra lucha, haciendo creer a las personas que es un paro para dañar la economía, para darle gusto a las mujeres y no hagan destrozos.
Para concluir, solo basta reiterarle a la ciudadanía que desaprueba o no entiende nuestras exigencias, que quizás las ideas y las resistencias sean diversas para cada mujer, pero lo que si es seguro es que, todas queremos una vida digna y libre de violencia; ya no podemos canalizar el dolor y la rabia, pero si podemos actuar y generar prácticas que nos otorguen la garantía de desarrollar y disfrutar nuestros derechos como personas.
Las mujeres estamos luchando por construir y consolidar no un Estado con derecho sino un Estado de derecho en donde las normas legales y constitucionales acompañen, faciliten y hagan posible una sociedad más productiva, comunicada, equitativa, igualitaria y justa.