ISABEL ORTEGA MORALES (Guerrero). Hace algunos ayeres, cuando Ernesto Zedillo era Secretario de Educación, la Maestra Carmen Christlieb Ibarrola, Directora del INEA, Jesús Cruz Manjarrez, Delegado de esa institución en Guerrero, tuve la oportunidad de participar como responsable estatal en un proyecto innovador llamado “Participación Social en la Educación”.
El tema no era fácil, pero permitía involucrar a la sociedad en su conjunto en la tarea educativa para que, desde ahí, se impulsara un trabajo a favor de la educación con un enfoque más humano.
En su mensaje quincenal, el Arzobispo de Acapulco, Don Leopoldo González González, abordó el tema de la educación. Dijo que hay una “emergencia educativa donde los contenidos y destrezas” quedan en terreno superficial.
Tras la crítica, retomó una recomendación del Papa Francisco: “Hacer un pacto educativo global”, donde se incluya a toda la sociedad. No solo a quienes son responsables de la tarea de educar, como son las y los docentes, sino también de manera más activa a las madres y padres de familia, y fueron más allá, involucrar a la sociedad, a las instituciones, a los medios de comunicación y a las iglesias.
Justo, a quienes en esos años se proponía involucrar y se buscaba su participación activa y comprometida.
Pero para dar ese “salto” se tenían que vencer resistencias. Una de ellas provenía del propio sector educativo que consideraba como un espacio suyo esa atención y buscaba que la participación fuera de la familia de los educandos.
Que daría como resultado la participación social en la educación: compromiso y educación de calidad, humana, con conocimientos sólidos.
Porqué tendría que involucrarse a la sociedad en su conjunto en esta área? Porque es la base de todo. Un derecho, y una responsabilidad.
Recuerdo cuando arribó el Secretario de Educación Pública, Ernesto Zedillo a nuestra reunión de clausura. Por cierto tuve a cargo la lectura de las conclusiones. Y el mensaje del Doctor Zedillo que ratificó que el trabajo realizado en las entidades con una propuesta social, sería un gran coadyuvante para una mejor educación.
Han pasado los años y ahora la Iglesia lo retoma casi como un asunto de urgente resolución tras un diagnóstico fuerte. Pero tiene que haber compromiso más sólido para alcanzar la meta planteada. Cuando así sea, la sociedad verá y sentirá los beneficios. Si se aparta, también será responsable de los daños.