ISABEL ORTEGA MORALES (Guerrero). A la luz de los hechos, todo parece indicar que las niñas y los niños, no solo las y los adolescentes, están siendo vulnerados en su derecho elemental de ser protegidos. No solo se les está haciendo crecer al incorporarlos a realizar trabajos remunerados en menor proporción que a un adulto, sino que además, se les está privando de un desarrollo sano, en un ambiente que genere bienestar físico y emocional.
Este año, en sus primeros días, hemos visto con preocupación cómo están siendo vulnerados los derechos de las y los niños en nuestro país, de tal manera que están en las listas de víctimas de homicidios dolosos.
En Zacatecas, capital, y en Fresnillo, dos niños asesinados, en Veracruz, dos niños pierden la vida al lado de sus padres en un hecho de violencia. Y tres niñas salvadoreñas de 9, 6 y un año y medio de edad, fueron abandonadas presuntamente por un “coyote” en un islote del lado mexicano de la frontera, dejándolas en un grave riesgo. Y ni que decir de niños y niñas desaparecidas.
Solo en el caso de niñas y niños desaparecidos, de acuerdo a un informe del Comité de Naciones Unidas, en voz de Tania Ramírez, directora ejecutiva de la REDIM, Red por los Derechos de la Infancia, ante la ONU, a partir de 1964 que inicio el registro de menores desaparecidos en nuestro país, el número es de 82 mil 328 (55.2% mujeres), y hasta abril del 2022, 16 mil 378 siguen como no localizados. Solo en la administración federal en curso el número es de 19 mil 445, con un número de no localizados de 5 mil 102.
Y en datos también de Redim, tomados del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en nuestro país son asesinados 9 menores cada día,
Pero las alertas para proteger a las y los niños no están visibles. Cada vez vemos una violencia que les vulnera, cada vez el cerco de presión de grupos de civiles armados está sobre ellos e incluso, se les ha considerado como propicios para convertirlos en defensas.
Qué está pasando con las políticas de bienestar? Porque no se nota el alcance de la protección?
El tejido social, como el tejido familiar, tiene preocupantes focos rojos que llaman a ser atendidos. No todo es una elección y no toda la sociedad está con la marea de la votación. Pero, sin duda, impactará en la misma si no se toman medidas que protejan lo más sensible y desprotegido que pueda tener una sociedad, a las y los menores.
Incluso, como señala acertadamente Tania Ramírez, dejar de llamar a estos hechos “víctimas colaterales”, a fin de hacer un registro claro de lo que está sucediendo y lo que se debe atender.
Bien dice la representante de UNICEF en México, Christian Skoog, en la presentación del informe “Panorama estadístico de la violencia contra niñas, niños y adolescentes”, cuando señala “la carencia de datos o de un registro estadístico sobre este fenómeno, aumenta las posibilidades de que niñas, niños y adolescentes sufran actos violentos de forma recurrente y reduce las probabilidades de que sus derechos sean garantizados, protegidos o restituidos”
Si no somos capaces de dar solución, protección, atención, orientación para propiciar bases de crecimiento en valores y en seguridad a los más vulnerables, no estamos sino observando un desplome de una sociedad con una brújula extraviada.