“FLORES, VELAS Y OFRENDA EN LA MONTAÑA”
ISABEL ORTEGA MORALES (Guerrero). Es la mañana del jueves 27 de octubre, el Gobierno del Estado entregó las medallas y reconocimientos a las y los ciudadanos distinguidos en el 173 aniversario de la erección del estado de Guerrero, mientras en la localidad de Atlamajalcindo de Rio, Mpio. de Tlapa de Comonfort, Guerrero, las mujeres sostienen una vela encendida en la puerta de su casa que en su crepitar reflejan los colores de la flor de cempasúchitl, para esperar el arribo de quienes dejaron este plano físico.
El camino ha sido adornado con cientos de pétalos de flores de Cempazúchitl y “limpiados” con copal los espacios de energías malas, ambos aromas se elevan en una conexión mental entre el presente y el momento de quienes se adelantaron.
Ante el inevitable alborozo de las niños y niños, a quienes el rigor de la celebración no les escapa un momento de sorpresa, y alertan a las mujeres, el grupo de señores se ve venir de donde nace el sol. Vienen con rezanderos en un momento de absoluto respeto, “escoltando” a sus deudos.
A su paso, las mujeres se quitan de la entrada de sus casas para permitir el acceso a sus seres queridos. El llanto y las palabras de bienvenida en español y en náhuatl se mezclan entre el humo del copal que ha llenado de “nubes” el recinto donde está ya puesto el desayuno.
A lo lejos se escucha la voz del rezandero. Se han entregado todos los difuntos de quienes fueron a recibirlos, quienes no fueron por ellos, también vinieron en la procesión, pero no entraron a la población, se quedaron en la entrada. Están avergonzados por el olvido. Estarán ahí todos los días de la celebración. Algunos tomarán la luz para el alma olvidada, y algún pan para nutrir su esperanza de que el próximo año sean recordados. En tanto dejarán algo…
La actividad en las casas es un continuo ir y venir. De las cocinas salen los aromas a los alimentos predilectos de sus seres queridos. Normalmente basados en la cocina tradicional de la región: mole rojo, tamales de frijol y tortillas recién salidas del comal para la comida. En la mañana atole y pan o tamales dulces. Por la noche café, pan, atole y conservas de calabaza. Todos los días es alimento nuevo, hasta el momento de la despedida.
En esta población, como en la región, la creencia es que quienes primero vienen, el día 27, son aquellas y aquellos que perdieron la vida de manera violenta, en accidente o fueron asesinados. Se cree que requieren mayor oración para el encuentro de su tiempo perdido y la resignación. Después, el 31 para amanecer el uno de noviembre, vendrán los muertos menores de edad y posteriormente, las y los adultos.
La ceremonia de despedida del 2 de noviembre tiene el ritual del encuentro. Las mujeres apostadas en la puerta de sus casas despedirán con llanto, copal y velas a sus seres queridos- la caravana de hombres estará en la entrada de la población para que, junto con el rezandero, puedan escoltar hasta un punto donde se pone el sol, a sus seres queridos.
Los habitantes dedican a esta ceremonia tiempo y recursos. Consideran que el enojo y dolor de sus familiares por el olvido se traducirá en problemas dentro de la familia, incluso enfermedades, y quienes evitarlo.
(Agradezco la colaboración en la investigación de Isabel Martínez Ortega)