ISABEL ORTEGA MORALES
Chilpancingo, Guerrero. En nuestro país, el final del siglo XX, se vivió el cambio de instituciones en el marco electoral, se pasó de una auto calificación de elecciones, a una institución democrática conformada por la ciudadanía. Se arrebataba al partido su decisión paternalista de asumir el control, para hacer una corresponsabilidad social que se fue puliendo.
El cambio en las reglas del acceso al poder también permitió una participación electoral más amplia y representativa que condujo también a una participación de partidos más incluyente, competitivos, plural.
En todos esos cambios jugó un papel fundamental el periodismo, a través del cual no solo se informaba del cansancio ciudadano de un régimen que se sostenía sin ampliar en su sistema la participación de todos los sectores, como tampoco formulaba cambios visibles que permitieran ver que había intención de transformarse para servir.
El agotamiento político permitió que una voz, una presencia constante con crítica y descalificación, hiciera crecer la idea de que se enarbolaba una bandera transformadora, y lo hizo de tal manera que nadie se atrevía a negarle recursos lo que le permitió conocer que se podía exprimir a la clase trabajadora en aras de un cambio e incluso, se podía dejar de hacer obra para colectar recursos sin transparentarlos siempre y cuando en esas posiciones estuvieran personas que se sometieran y plegaran.
En Guerrero en la época de José Francisco Ruíz Massieu se impulsaron reformas que se convirtieron en ensayos políticos para conocer la madurez de la sociedad en temas electorales. Uno de ellos fue la elección interna.
Sin embargo, se mantenía la calificación de las elecciones en el esquema que predominaba, un colegio electoral constituido por el propio gobierno desde la Secretaría General de Gobierno, en los estados y a nivel nacional desde la Secretaría de Gobernación, es decir, la forma institucional de ejercer el poder no se modificó con la apertura democrática que constituyó el INE ni con el cambio de partidos.
Este sábado 30 de marzo nuestro país inició un nuevo proceso electoral ahora en busca de renovar el Poder Judicial.
En términos generales no sabemos si la misma tendrá éxito, porque la sociedad desconoce que se busca renovar y para qué sirven esas instancias a las que no se enfrenta a menos que curse un tema de justicia.
Lo curioso de todo esto es que dentro de ese proceso, alguien se dio cuenta de lo conveniente que es calificar una elección desde el poder mismo, y hacia allá camina la revisión de la votación que se emitirá en julio.
Es decadencia usar lo que se desechó por considerarse falto a la democracia? Parece que no, que la sustitución de instituciones no es hacia la participación, transparencia y confiabilidad de una elección, la primera judicial, sino hacia el oscurantismo.