ISABEL ORTEGA MORALES
La política no está fuera de la crisis que vive la Capital del estado de Guerrero, Chilpancingo. Esta crisis inicia con la descarnada imagen de cabezas humanas sobre mensajes dejados en cartulinas, las conocidas -dicen que hay más- que involucran a la Alcaldesa de Chilpancingo y al primer Síndico de ese mismo municipio, Norma Otilia Hernández Martínez y Andrei Marmolejo, respectivamente, se daría el deslinde de la Presidenta Municipal de ese grupo, y luego vendría la revelación de unas fotos y video -corto- sobre una reunión entre ella y un grupo que actúa fuera de la ley, presuntamente Los Ardillos, que echan por tierra lo dicho por la primera autoridad.
Pero para la Presidenta Municipal no hubo mayor problema con ello porque, a su decir “no hubo acuerdo”. Luego vendría una insólita respuesta del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador quien señalara en su conferencia matutina que “ya se había hablado con la Gobernadora [] que la Fiscalía del Estado investigaría”. ¿Qué llevó al Mandatario a colocar sobre su pódium el tema? El lobo olfateaba peligro en su movimiento cuando se está a semanas de que las “corcholatas” sean puestas sobre la mesa de las encuestas? O quizá su colmillo le indicaba que era momento de mostrar que no está tan cerca de los grupos delincuenciales?
Puede no pasar nada, que la Fiscalía se tarde, se tarde, se tarde lo suficiente como para que acabe el trienio la Alcaldesa? O que sirva de mensaje para liberar la carga de desconfianza, de desencanto hacia su gobierno y sus decisiones. Como distractor de otros temas pendientes.
Norma Otilia es tema internacional, pero ella no se ha dado cuenta. Está en una irrealidad convocando a sus colaboradores “que no se la crean”, está en una agenda que se ha distinguido por la fiesta y no por el ejercicio de una administración pública responsable. Pero se ampara en la política, en los acuerdos de los grupos que la integran en Guerrero.
Una crisis de gobernabilidad, dicen los estudiosos, no solo se da por protestas sociales por distintos temas o inestabilidad económica, sino también por un descontento generalizado de la sociedad, y por la falta de confianza hacia las instituciones de gobierno.
Pero la crisis de gobernabilidad cruza por una crisis de gobernanza. Es decir, del camino del ejercicio de gobierno con la toma de decisiones, las relaciones buenas o no con distintos grupos que actúan en la sociedad, en la forma como se reflejan y mueven esos acuerdos.
Parece que en Chilpancingo se han concitado ambas crisis. Pero no las ve la Alcaldesa. No hay humildad, todo lo descalifica a su conveniencia, y dice que los actores políticos del estado están con ella.
Para superar algunas de esas crisis se requiere cambios que signifiquen el compromiso con el bien mayor que requiere la sociedad, uno de ellos es, al menos, la sensación de seguridad, que evidentemente no tiene la Capital.