ISABEL ORTEGA MORALES
SemMéxico, Tlapa de Comonfort, Guerrero. La Senadora Beatriz Paredes Rangel salió de la sala donde sesionaba su bancada, caminó lento en el patio del federalismo. Cerca, en la sombra de un arbusto estaba el jefe de prensa de su partido, entre ese espacio, estábamos un grupo de periodistas platicando. La Senadora Bety nos miró, intentó ocultar una sonrisa socarrona. Por la puerta de atrás, para subir por el estacionamiento al salón de plenos, estaba el senador a quien esperábamos saludar.
Alguien dijo -Bety es la distractora. Mírala, convenientemente apenas se mueve.
Así fue. La sonrisa cobró otro valor. Bety había seguido el guion que, inferimos se había acordado, después vimos a la senadora y a los demás haciendo su ejercicio de poder casi absoluto, en un salón donde representaba cada senador a su partido y a su estructura, no a quienes habían confiado en que, con el voto, elegíamos a “nuestros” representantes populares que nos convertimos tras el proceso y voto, en la misma masa, aunque diferenciado en el trato según la posición que se ocupe.
Tras esa acción de la senadora Paredes Rangel me preguntaba sobre la maravillosa vida que llevan, sobre la nube en la que se colocan, sobre los círculos de poder en los que se mueven, sobre los acuerdos para distribuirse cargos en sus partidos, en el poder que representan y cómo es que buscan retenerlo.
Así lo presenté en un somero análisis que realizamos una amiga periodista y yo en el que ella, defendía a la mujer del gran discurso y experiencia. Y en el desarrollo de esa revisión no lograba permear con mis palabras cuando le decía que a veces, es cómodo para algunas/os presentarse con un discurso de izquierda y vivir y desear la comodidad de la derecha que critican. No lograba colocar mi inquietud de su falta de movilidad para posicionarse como la favorita del PRI sin que se moviera, incluso cuando insinué que a veces, hasta se dan encuentros impensables en la lógica de la ética, de la doctrina, de la ideología, hasta que…
Un analista nacional colocó el tema y dio detalles de algunas reuniones fuera de la ética o de la ideología entre Bety y Bety. Un espejo donde dos mujeres se miraron y se encontraron afines y mi amiga, con gran valentía me envío un mensaje y me dijo “tenías razón”.
Qué pena haberla tenido y no encontrar que el tiempo mostrara la experiencia y no la conveniencia política, y todo esto, apenas comienza. Habrá que ser fuertes ante los vientos que intentarán movernos. Como ahora le lección que recibió en su espejo, la otra Bety.