Un voto crítico por Claudia Sheinbaum

SAÚL ESCOBAR TOLEDO

SemMéxico, Ciudad de México. Inicio esta nota aclarando que el propósito de este escrito no reside en tratar de influir en la decisión de los lectores. Mas bien, intentaré   plantear algunas reflexiones. Al fin y al cabo, votar consiste en elegir no sólo personas sino también ideas.

Las razones de mi voto se fincan en motivos históricos e ideológicos. El conjunto de partidos y personas representados por Xóchitl Gálvez (XG) construyó un régimen basado en la exclusión y la violencia desde finales del siglo pasado hasta 2018. No tengo ninguna confianza ni conozco algún dato que me permita suponer que hayan recapacitado o estén dispuestos a cambiar las líneas principales de ese modelo de administración del Estado. Por el contrario, sus posiciones me indican que están convencidos de que es el mejor posible y que, en lo fundamental, seguirían aplicando ese conjunto de políticas públicas si volvieran a gobernar.

En cuanto a sus ideas, la oposición que representa XG puede considerarse como una amalgama de partidos y personajes de derecha y centro derecha. Puede haber excepciones, pero no juegan un papel principal en dicha coalición.  No hay arbitrariedad en catalogarlos de esta manera ya que ellos mismos se sienten cómodos y bien identificados con esta ubicación política. Por ejemplo, Héctor Aguilar Camín escribió hace poco, apoyado en un texto de Savater, que “la izquierda logra con sus medidas políticas lo contrario de lo que persigue”, es decir, “acabar con la miseria y la desigualdad”. En cambio, “la derecha busca la prosperidad por medio del trabajo remunerado, la propiedad privada, y el orden social basado en el cumplimiento de las leyes”. Casi no necesito agregar que las ideas que han animado la existencia del Partido Acción Nacional (PAN) se han ubicado, desde su fundación, en la doctrina de la democracia cristiana. Y que el PRI, a partir de la presidencia de Salinas de Gortari, ha abrazado sin tapujos las ideas principales del neoliberalismo. Así pues, no es una exageración ni un dislate ubicar al bloque político de Gálvez en la derecha.

Por mi parte, reconociendo los errores y desviaciones de las izquierdas, considero que éstas siguen teniendo un papel fundamental en las sociedades capitalistas. Su lucha por la igualdad, el respeto pleno a (todos) los derechos humanos, y la eliminación de la pobreza,  ha permitido atenuar en muchos casos la explotación desmedida de las personas y la naturaleza, lograr ciertos niveles de protección a la población más vulnerable,  y principalmente dar voz a los que, sin el activismo de las izquierdas, nunca hubieran sido escuchados. Puesto que me identifico como parte de esta corriente política e ideológica, considero que la opción de la derecha debe ser repudiada.

Agrego que, si bien la utopía de las izquierdas ha dado lugar, en algunas ocasiones, a grandes tragedias sociales, la utopía del libre mercado ha condenado a la humanidad a una grave crisis histórica que explotó hace más de 15 años. Su costo social ha sido altísimo y ha puesto en peligro la paz mundial, las instituciones básicas de la democracia, y los derechos humanos conquistados en las últimas décadas.

Aunque en términos más generales en la elección del 2 de junio se enfrentarán la izquierda y la derecha, las cosas no son tan sencillas. Las derechas no siempre se equivocan y las izquierdas no tienen razón en todo lo que dicen y hacen.  Veamos entonces la realidad de manera más cercana.  No cabe en este escrito un balance del sexenio de AMLO por razones de espacio. Digamos sin embargo que tuvo aspectos luminosos y otros muy oscuros. Las políticas laborales y los programas sociales lograron un cambio de tendencia, aunque no una mudanza estructural. Se redujo la pobreza y se abatió la desigualdad si bien sólo en algunos puntos porcentuales. Aquí veo la oportunidad para que el gobierno de CS profundice esas transformaciones y adopte un perfil reformista más afilado. Además, estoy convencido de que un gobierno de XG revertiría sustancialmente estos avances. Así lo indican las afirmaciones de diferentes voceros e ideólogos de esa coalición quienes afirman que estos logros pueden considerarse menores o marginales, es decir, prescindibles.

Pero mi voto crítico es también una reprobación de las grandes fallas del gobierno de AMLO, por ejemplo y de manera destacada en materia de salud. Por ello, CS deberá construir un sistema de salud pública de calidad y accesible para la gran mayoría de la población. Lo mismo podría decirse en materia de medio ambiente o de fomento a la investigación científica.  Afortunadamente, en estos aspectos, algunas propuestas expresadas por CS permiten suponer que adoptará una política diferente tanto a las del sexenio actual como a las aplicadas por los gobiernos neoliberales.

Agrego dos cuestiones más. La primera, la necesidad de una reforma democrática del Estado. En este asunto, he apreciado en los discursos de CS posiciones ambiguas o equivocadas. Por ejemplo, para cambiar la composición del Congreso ha mencionado la idea de suprimir la representación proporcional sin precisar cómo estarían representadas las minorías. En cuanto a la reforma del Poder Judicial, la elección de jueces y magistrados me parece una receta equivocada y no apunta a un verdadero cambio en el aparato de impartición de justicia.

Por otra parte, acerca del tema de la violencia y el crimen organizado tampoco he escuchado o leído propuestas progresistas. Ni del lado de CS ni de XG, lo cual es muy grave dado que se trata del problema más complejo y el que está causando más daño e incertidumbre en la población.

Sin duda, la violencia que padecemos fue obra de los partidos y gobernantes de la coalición que ahora encabeza XG al dar rienda suelta a una gran corrupción que permeó extensas áreas gubernamentales. De esta manera, no sólo alentaron la violencia criminal, sino que lograron fraccionar las instituciones del Estado mexicano. La militarización de la seguridad pública, en lugar de ayudar a controlar esa “balcanización”, la profundizó. Lamentablemente, el gobierno de AMLO otorgó aun mayor poder a las fuerzas armadas, lo que tampoco funcionó.

Mi deseo es que el próximo gobierno proponga una reforma del Estado que descentralice la toma de decisiones y mejore la coordinación entre los tres niveles de gobierno y con los poderes ejecutivos y legislativo y judicial en materia de seguridad pública. Todos, con el compromiso de fincar las condiciones mínimas para detener la violencia criminal.

Durante las últimas décadas, hemos vivido un régimen que ha sido incapaz de poner los cimientos de una nueva convivencia pacífica y solidaria. No sólo requerimos otra estrategia contra el crimen organizado, nos urge una reconstrucción del Estado desde el municipio hasta el ejercicio del poder presidencial.

Al mismo tiempo, considero que el Estado debe promover la actividad económica, la inclusión social y el cobijo para la población menos favorecida. Por ello, el fortalecimiento de la rectoría del Estado y su democratización no deben verse como metas opuestas sino complementarias.

Como muchos mexicanos, el domingo iré a las urnas con un espíritu crítico. Depositaremos nuestro sufragio con esperanza, pero también con dudas e incertidumbres. Sabemos que no todas las promesas expresadas en las campañas serán cumplidas. Y que los problemas cotidianos que nos aquejan no se resolverán al salir del centro de votación.

Mi voto será por Claudia Sheinbaum para presidenta y, en la Ciudad de México, para Clara Brugada, Jefa de Gobierno. Llevaré la cuenta de sus aciertos, fallas y errores como hice con el gobierno de AMLO y los gobiernos anteriores, en éstas y otras páginas. Así entiendo el privilegio de escribir y ser publicado:  como un acto de solidaridad y rendición de cuentas con los votantes que han decidido renovar su convicción de buscar un país más justo.

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