Un cuarto de siglo

DRINA ERGUETA

SemMéxico, La Paz, Bolivia. Veinticinco años de este milenio. Pasaron volando para quienes el cambio de siglo nos encontró jóvenes, pero en la adultez, o mayores; es un panorama distinto para quienes nacieron alrededor, poco antes o poco después, del 2000 y que hoy, siendo parte relevante (30% aproximadamente) de la población boliviana, probablemente no recuerden o no conozcan cómo era Bolivia las últimas décadas del siglo anterior. Hay cambios que se deben cuidar y profundizar, pese a que hay quien quiere volver atrás.

Un asunto de gran importancia tiene que ver con las mujeres y su vida libre de violencias. Pese a que hasta el 25 de diciembre de 2024, en ese año, se había contabilizado 82 mujeres asesinadas por la violencia machista, siendo la última una adolescente de 14 años, y pese a que Bolivia sigue siendo el país con los índices más altos de feminicidio en Sudamérica, un cambio relevante en estos últimos 25 años es que esas muertes hoy se contabilizan, es decir que se visibilizan y que, fundamentalmente, se han creado leyes y normativa para sancionar a los responsables.

Evidentemente, las leyes (Nº 243: Ley Contra el Acoso y Violencia Política hacia las Mujeres de 2012; Nº 263: Ley Integral Contra la Trata y Tráfico de Personas del 2012; y Nº 348: Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia del 2013) y otras normativas tienen grandes defectos en su aplicación. Por ejemplo, hay un alto número de feminicidas sentenciados que luego resultan liberados por corrupción judicial; sin embargo, es un proceso en el que se ve que se avanza si se vuelve la vista hacia atrás.

Actualmente está tipificado el delito de matar mujeres por el hecho de ser mujeres. En Bolivia y en el globo se le ha hecho visible poniéndole un nombre: “feminicidio”. Eso gracias a las feministas mexicanas que hicieron este aporte al planeta a costa de sufrir una matanza diaria. Así, en este cuarto de siglo, Bolivia se ha sumado a los países que han penalizado las violencias machistas, están creando algunas estadísticas (siempre insuficientes) para evidenciar las desigualdades y desventajas de género, y existe ya un claro mensaje de que hay cosas que los hombres no deben hacer, pese a que muchos se aferran a sus privilegios patriarcales.

Este 2025, además, es un año electoral y eso tiene una relevancia especial ya que estará profundamente marcado por esta carrera hacia el gobierno, con propaganda hasta el hastío en que figurarán prácticamente sólo varones, abriéndose paso a codazos entre ellos y apartando a las mujeres; sin embargo, muy a su pesar, están obligados a ceder espacios paritarios en las listas parlamentarias y ese es otro logro de las luchas de las mujeres.

Quienes señalan, tanto sobre la paridad como sobre otros aspectos de la vida, como los cargos directivos, que cada quien debe ganarse su lugar despreciando así estas medidas compensatorias de la desigualdad, lo señalan desde la comodidad de sus privilegios ganados. No es lo mismo dedicarse a la política con la mesa puesta, la ropa planchada y los cuidados de hijos e hijas en manos de otras personas, además de haber tenido mayores impulsos y estímulos a la hora de estudiar y desarrollar una carrera.

Si se parte de iguales condiciones desde el momento de nacer, a lo largo de la juventud y así se mantiene durante el crecimiento personal y profesional, las mujeres tendrían tanto o más méritos que los hombres. Decir esto no es victimismo, no señores, es sacar a luz sus ventajas sociales y, al revés, que les moleste este tema es una señal de que las están perdiendo. Bien. Lo mismo para las poblaciones indígenas o personas racializadas que en este cuarto de siglo han ganado en Bolivia una presencia pública y con poder que nunca antes habían tenido luego de la colonia.

Finalmente, respecto de las políticas hay dos grandes posturas que se mantienen a lo largo de los años. Cada quien con la suya. En todo caso, hay que recordar que en los años 90, luego de privatizar y desmantelar las empresas estatales para reducir el Estado y lograr una supuesta mejora de su administración, ese Estado no tenía dinero ni para pagar los sueldos de los funcionarios y había mucha corrupción. En este siglo se han construido carreteras, hospitales y escuelas como nunca, es una evidencia, pero también hubo malos manejos y especialmente afán de perpetuarse personalmente, generando una crisis social y política. El segundo cuarto de siglo se presenta con la posibilidad de cambios, que sean para mejor.

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