MARCELA JIMÉNEZ AVENDAÑO / referendum.com.mx
En mi familia, si hay algo que no se toleraba era ser chismoso, si mi hermano me hacía algo o viceversa, sabíamos que teníamos que resolverlo entre nosotros, porque si alguno hablaba acabamos castigados los dos. Jamás hubiera salido de mi casa un Andrés Manuel.
Tengo muchos recuerdos de cuando era niña, pero evidentemente los más son de cuando, a mi hermano y a mí, nos corregían, nos regañaban y nos castigaban. ¿Por qué? Simple, porque son los que mayor carga emocional me dejaron, y aunque ésta fuera negativa, igualmente me marcaron. Muchos de esos actos me parecían exagerados y desproporcionados, creo que a mi hijo y a todos los hijos del mundo les pasa lo mismo. Pero hay una lección que me quedó grabada y que, a la luz del presidente chillón, iracundo y berrinchudo que tenemos, me parece más que apropiado para hacer varias reflexiones.
En mi familia, si hay algo que no se toleraba era ser chismoso, si mi hermano me hacía algo o viceversa, sabíamos que teníamos que resolverlo entre nosotros, porque si alguno hablaba acabamos castigados los dos y la frase era demoledora: a ti por hacerlo y a ti por chismoso. Es decir, jamás hubiera salido de mi casa un Andrés Manuel, que un día sí y otro también echa culpas de todo y a todos para escapar de sus múltiples errores como persona, como padre, como político y, por supuesto, como gobernante.
Y lo triste del caso es que este tipo de personalidad no se corresponde con el prototipo que tenemos y teníamos del mexicano: entron, valiente, trabajador, honesto, feliz, y aunque según algunos estudios cada vez menos nos vemos como borrachos, parranderos, mujeriegos y jugadores, en ninguno de los casos nuestro López Obrador se parece a un Pedro Infante, o a un Jorge Negrete o a cualquier ídolo de cualquier etapa y época de nuestro país. Y, sin embargo, si tiene un gran parecido con un personaje que era bastante querido por muchos y por varias generaciones: Chabelo, pero no ese que era amigo de todos los niños, sino uno bastante perverso, porque, aunque la representación era de un niño pequeño chillón, chismoso, grosero, berrinchudo, tramposo y rabioso, no era malo, ni buscaba desprestigiar, hundir, acosar y poner en peligro a quienes no cumplían sus caprichos o le alababan sus idioteces. Este es, más bien, algo así como un Chabelo Chuckiniano, si, exacto como ese muñeco niño horroroso y de terror.
Y digo que esto es triste porque entonces resulta que como mexicanos, elegimos como presidente a un tipo con el que no nos casariamos, no trabajaríamos, no querríamos de hijo, no querríamos como amigo de nuestros hijos, ni como vecino y, en conclusión, no nos gustaría tener cerca. Porque es del tipo que no construye, que no lidera, que para todo tiene un pretexto, pero nunca una solución y que, por si fuera poco, es peligroso en muchos sentidos.
Hoy, que están por concluir sus seis años de gobierno, lo que significa que está por perder sus juguetes y entregarlos a otros, se le observa más colérico y más autoritario, y esto es bastante visible en cualquier niño de preescolar que aún no aprende a dominarse y a controlar sus emociones y apetitos, solo que la diferencia es que nuestro angelito no tiene 4 años, tiene 70.
Y aquí es donde la cosa se vuelva cada vez más peligrosa, porque a nuestro Chabelo con poder, no le gustan las reglas, no le gusta otra autoridad que no sea la suya, no le gusta compartir, ni sabe cómo hacerlo, y bajo su lógica todas las canicas son suyas, aunque sean prestadas, y deberán seguir siendo suyas y del resto de sus juguetes y títeres.
Así que no tengamos dudas, en este último tramo, dedicará toda su energía y enfocará todo el poder del Estado, para acabar con quienes considera enemigos de dejarlo quedarse con las que considera sus canicas, enemigos que van desde la misma Constitución, la Suprema Corte de la Nación, líderes políticos, empresariales, periodistas, escritores, académicos, organizaciones de la sociedad civil y sus liderazgos, líderes religiosos, y en general cualquiera que cuestione o trate de detener sus pretensiones de conservar las canicas que le prestamos los mexicanos solo por seis años, y que ahora debe devolver para que nuevamente podamos dárselas a quien creamos las cuidará y protegerá de la mejor manera.
Como sociedad tenemos como nunca que proteger el derecho que tenemos para decidir a quién le prestamos nuestras canicas, a quién le confiaremos nuestra vida y futuro por los próximos seis años. Así que ¡a votar este 2 de junio y a proteger nuestros votos!