ROBERTO VIZCAÍNO
La experiencia indica que todas las personas llevamos nuestras discusiones a nuestros planos personales. Un boxeador busca dirimir sus posiciones en el ring; los abogados mediante denuncias y juicios en tribunales; los payasos del circo, en los escenarios absurdos y mediante la risa…
Ninguno de esos casos es el de los tiranos. El presidente Andrés Manuel López Obrador, ni dialoga ni debate. El dicta, y los demás acatan. Así es su estilo.
Su esencia quedó clara en su instrucción a sus diputados y senadores a quienes ordenó aprobar sus reformas: “sin moverles una coma”.
En eso estamos. Por eso los foros abiertos en San Lázaro o en el Senado, o en otros espacios, sobre su iniciativa de reforma al Poder Judicial, es un ejercicio inútil, inexistente. Y todos quienes acuden a eso lo saben, es el autoengaño.
Él la anunció y con eso la ordenó.
Miren ustedes, según la Enciclopedia de Humanidades, el debate es:
… una forma de comunicarse vía confrontar diferentes puntos de vista sobre un mismo tema. Y se da entre dos partes o más. El debate es esencial para llegar a acuerdos. En él no hay espacio para la pelea o la burla.
La confrontación de ideas, posiciones, propuestas debe darse en el respeto y sin violencia.
Una vez conocida y analizada esta iniciativa, y medidas sus consecuencias, los ministros, magistrados y jueces y sus colaboradores; las barras de abogados y los estudiosos del Derecho, buscaron advertir del desastre que implica su aprobación.
Y exigieron debatir para intentar que el presidente y los suyos dieran marcha atrás en su reforma.
Anunciadas por el mandatario el 5 de febrero, esta y las otras reformas -no menos cuestionables y de consecuencias insospechadas contra la Democracia y nuestras libertades, contra el Estado de Derecho y la vida misma de la Nación tal como la conocemos-, entraron en un cierto impasse en espera de los resultados electorales del 2 de junio.
La mayoría de los antes señalados pensaron, confiaron en que ni AMLO ni sus partidos alcanzarían las mayorías constitucionales como para sacar adelante estas reformas.
Pero resultó lo contrario.
Y se aceleraron los foros y debates. En los medios informativos tradicionales y en las redes sociales se han presentado centenas de argumentos y opiniones de toda clase de expertos con nombres reconocidos, que han presentado tesis para advertir del desastre que sería tal reforma.
Hoy esta discusión ha incluido el tema de la sobrerrepresentación de diputados y senadores en favor de los partidos del oficialismo.
Los partidos aliados a AMLO obtuvieron el 54% de votos y quieren ganar en la mesa con argucias hasta el 74% de los diputados para dejarles en absoluta minoría a los partidos de oposición que lograron el otro 46%.
Esa mayoría en diputados y senadores la quieren AMLO y sus partidos para aprobar sin discusión ni concesión alguna su reforma al Poder Judicial y las otras 19 presentadas por él el 5 de febrero anterior.
Y dar fin a la República, al Estado de Derecho, a la Libertad de Expresión, a la pluralidad y a la vida cultural y de la Nación que se ha construido hasta ahora.
Este debate inútil y engañoso que se realiza en varios foros quedó por demás evidenciado ayer con la decisión de la mayoría de Morena, PT y Verde en la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados para iniciar el primero de agosto la discusión de las iniciativas de reformas al Poder Judicial, de la desaparición de órganos autónomos y quizá la electoral para aprobarlas a más tardar el 22 de agosto.
Con ello la legislatura que está por concluir dejaría ya aprobadas estas iniciativas de forma tal que las mayorías entrantes el 1 de septiembre de Morena, PT y Verde ya no tendrían que discutir con la oposición nada de esto.
Morena y aliados apuestan a que el INE les dará la mayoría calificada en la asignación de diputados plurinominales, con una sobrerrepresentación que llegue al 74% y deje a la oposición en absoluta minoría a pesar de que le correspondería tener al menos el 41 % de los diputados.
Con esta jugada los argumentos presentados por expertos y opositores en los foros de debate irían directamente a la basura. Y las iniciativas de AMLO se aprobarían por sus mayorías “sin moverles una coma”.
SURGE LA FUNDACIÓN “IFIGENIA MARTÍNEZ” EN EL SENADO
Arropada, apoyada por sus compañeras más emblemáticas como la tlaxcalteca Ana Lilia Rivera, presidenta del Senado; Malú Micher y Rocío Abreu así como todos los de su fracción de Morena, coordinados por el zacatecano Ricardo Monreal, la dirigente de la izquierda histórica, que en 1988 junto a Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñóz Ledo inició el proceso de transformación de México hacia la democracia, la senadora Ifigenia Martínez presentó su fundación en la que impulsará investigaciones especializadas, a fin de generar directrices de políticas públicas y acciones que impulsen el bienestar de la población en el país.
Este anuncio lo hizo durante el “Encuentro con Organizaciones de la Sociedad Civil”, en que se habló de la necesidad de construir puentes que permitan trabajar por las mismas causas y objetivos, particularmente en agendas comunes entre legislaciones y proyectos con miras al bienestar de todos los mexicanos.
“Como gobierno y específicamente, como representantes de este Poder Legislativo, debemos aceptar este histórico rezago”, subrayó.
Consideró que, a pesar de los intereses compartidos con las organizaciones civiles, los espacios de coordinación y colaboración entre éstas y el gobierno son hoy más escasos de lo deseado.
Ifigenia Martínez destacó que las organizaciones de la sociedad civil juegan un rol fundamental en el desarrollo democrático de las naciones, pues independientemente de la labor específica que cada una desempeñe en la representación del llamado “tercer sector”, tienen un profundo sentido de apoyo, asistencia y cuidado social que se distingue por su espíritu altruista, filantrópico y humanista.
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