TRAS LA PUERTA DEL PODER/ Cada cual con su dilema

ROBERTO VIZCAÍNO. ¡Vaya país!

Hoy, como nunca, México vive toda clase de encrucijadas. Desde las millones y millones individuales, absolutamente personales, de cada ciudadano, hasta las que plantean las grandes decisiones y retos nacionales.

Cosas del destino, de la vida, como usted quiera encuadrarlas, muy buena parte sino todas, tienden a ser consecuencia una de la otra.

Mire, México vive hoy -como muchos otros países y sociedades- un cambio profundo de sistema. Pero a nosotros los mexicanos nos tocó lidiar además con un gobierno, Presidente, que le ha apostado a dinamitarlo casi todo sin todavía construir nada que lo sustituya. Nada que sea mejor que lo anterior.

Así vivimos no sólo una profunda crisis económica, sino social, cultural, educativa, política, de inseguridad y súmele usted lo que quiera. Muy grave es lo familiar.

Sin embargo, y muy afortunadamente, Andrés Manuel López Obrador no ha podido destruirlo todo y existen todavía normas y tiempos límites que dominan nuestras vidas. Uno de ellos es el sistema presidencial sexenal. Y dentro de esto él ya va en su cuarto año. Sólo le queda de aquí a octubre de 2024.

Es poco tiempo, pero cada vez son mayores las resistencias de todo tipo y niveles a su destrucción.

Él ya se dio cuenta que no podrá concluir la demolición institucional y sistémica que había previsto. Y ha echado a andar su propio método electoral buscando imponer heredero a modo que pueda concluir, de 2024 a 2030, su objetivo.

El 5 de julio de 2021 a 3 años de la próxima elección presidencial destapó a 5 o 6 posibles sucesores -los 2 principales: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard– con lo cual abrió su sucesión. Es obvio que su decisión tiene múltiples objetivos, dos esenciales son: dar a conocer, posicional a sus preferidos y a la vez limitar, disminuir a la oposición. Sembrar en la población e idea de que ya hay quién lo continuará.

Dividida, muy debilitada esta oposición PRI, PAN y PRD, con dirigencias a su vez muy cuestionadas por los medios y la sociedad, y con grandes disputas, tensiones y rupturas internas, sus presidentes partidarios –Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano– hicieron a un lado hasta dónde pudieron viejos agravios, ideologías y su ancestral disputa por el poder, para dar paso a una alianza que en 2021 y 2022 operó como un incipiente pero efectivo contrapeso al absolutismo de AMLO y sus brazos electorales y de reparto de posiciones Morena, PT y Verde.

De los alcances inusitados pero muy importantes de esta oposición incoherente y sin ningún proyecto ni propuesta de Estado, pero muy peligrosa para las metas del tabasqueño, fueron evaluados pronto por AMLO. Y el mandatario echó a andar una de sus mejores armas: la descalificación.

Primero atacó sin pudor ni respeto a ética o norma alguna a Alejandro Moreno el más débil eslabón de los 3 lideres de la Alianza Va por México. Desde la mañanera, o vía sus colaboradores y cercanos alfiles –Layda SansoresMario Delgado, las bancadas de Morena, PT y Verde en San Lázaro-, vertió veneno verbal e injurias, supuestos y golpes bajos que se complementaron con amagos judiciales.

Con irreductibles enemigos internos en el PRI, Alito se vio pronto bajo cañonazos externos e internos.

Con un pésimos equipo y estrategia de comunicación tanto en el partido como en la bancada del PRI en San Lázaro -a donde colocó a una joven, que quizá es más que colaboradora, con una cara y figuras bonitas pero sin el menor conocimiento del manejo de medios y a la que además hizo diputada-, el campechano sufre todos los días un despiadado embate descalificador en diarios, radio, TV y redes sociales. Ella sólo flota entre su ego y sonrisas. Él no encuentra cómo explicarse.

En este contexto 11 exidirigentes se reunieron durante 5 horas con él la semana pasada. Le propusieron: renunciar a la dirigencia y llevarse consigo a todo su equipo y dar paso a un liderazgo provisional (que recaiga obviamente en uno de ellos) que encabece una nueva negociación dentro de Va por México, que incluya a otros muchos actores sociales, para definir candidatos únicos con PAN y PRD -quizá MC de Dante Delgado– para hacer frente a la disputa por la Presidencia de la República, la jefatura de Gobierno de la CDMX y 8 gubernaturas más, las 16 alcaldías de la capital del país, las 500 diputaciones federales, las 128 senadurías,  caso 1,400 alcaldías en todo el país y la renovación de 30 Congresos locales.

O sea: le exigieron a Alejandro Moreno no sólo que les entregue el poder, la cartera, los enormes bienes inmuebles del PRI y su herencia histórica y dignidad que son la razón y motivo de su vida en estos momentos.

La renuncia sería una aceptación pública e histórica de que todo lo que se le imputa -pero no se ha probado en juzgado o tribunal alguno- es cierto.

Los 11 expresidentes del PRI que le proponen tal cosa son quienes le heredaron a Alito este desastre de partido.

Creo que no me equivoco si pienso que Andrés Manuel López Obrador muere de risa en sus aposentos de Palacio Nacional cada que repasa todo lo anterior.

Como sabe que quizá Alito no hará caso de lo que le piden sus expresidentes, AMLO ahora impulsa un golpeteo contra Marko Cortés, a quien como al líder del PRI ya le brincaron sus enemigos internos pidiéndole más o menos lo mismo que los exdirigentes del PRI le exigen al campechano.

En lugar de una unidad alrededor de la sobrevivencia de todos, el ataque suicida de la jauría fraticida.

En medio de toda esta crisis y disputas se encuentra el futuro de México. De si AMLO logra o no dejar sucesor que continúe con su demolición.

DEL RÍO VIRGEN, MÁS QUE UNA DERROTA DE CUITLÁHUAC

El viernes ya por la noche fue liberado en el penal de Pacho Viejo, Veracruz, Juan Manuel del Río Virgen, quien fue detenido horas antes de navidad por una obvia instrucción del gobernador morenista Cuitláhuac García, por el delito de homicidio.

Finalmente, y luego de 6 meses de una reclusión por imputaciones de oídas, un tribunal unitario decretó su liberación inmediata por no haberse presentado prueba alguna en su contra.

Desde un inicio todos sabíamos que el encarcelamiento de Del Río Virgen era un burdo acto de intimidación política para Ricardo Monreal, quien ha hecho pública su intención de competir por la candidatura presidencial para el 2024 de Morena.

Del Río Virgen es el secretario técnico de la Junta de Coordinación Política del Senado -segundo en posición política en ese órgano-, donde Monreal es presidente.

En este contexto la absolución de Del Río es más que un triunfo sobre el gobernador, sino sobre de quien envió a Cuitláhuac García, o dio el visto bueno, de hacer lo que hizo.

Queda el mensaje de que así como ocurrió lo del secretario Técnico de la Jucopo, puede pasar algo más dentro del entorno del zacatecano.

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