ROBERTO VIZCAÍNO. Andrés Manuel López Obrador, ¿un chivo furioso y descontrolado, ¿enloquecido, en la cristalería fina nacional?
La percepción no es mía. La escuché ayer reiterada, preocupantemente, en un grupo de analistas, expertos y algunos empresarios, todos reconocidos y muy serios, ligados al sistema financiero mexicano e internacional.
Advierten además que hoy los hechos y dichos en México se suceden muy rápidamente. Casi sin respiro. Sin dar tiempo de una reflexión y toma de decisiones serena.
Y que en este contexto las acciones y comentarios del presidente Andrés Manuel López Obrador definen el rumbo. Hoy aquí es absolutamente vigente el principio de Ortega y Gasset de que origen es destino.
El origen es lo que ocurre en la cabeza del mandatario y el destino las acciones como la confiscación de Ferrosur.
Todo hoy es producto de las ocurrencias de AMLO. Nada que se ampare en análisis serios consistentes, proyecciones sobre el desarrollo, etcétera.
De esas neuronas e hígado del personaje tropical, han surgido la cancelación del AIM, la construcción de 2 Bocas, del Tren Maya, el pleito constante con EU y otros en el mundo, y ahora lo de Ferrosur o la posible adquisición de Banamex.
Estos días pateó y pateó y pateó la venta de Banamex hasta que la descarrilo. Hoy, ante el informe de que Citi ya no le vende a Germán Larrea y que se va a una oferta pública en Bolsa, él amenaza con la ocurrencia de que su Gobierno podría comprar ese banco.
Sólo que en este caso AMLO está ante una transacción financiera bursátil de un banco norteamericano, un bocado que se le atragantaría en su debil pescuezo sexenal por terminar.
Le queda el recurso lopezportillista de expropiarlo.
El grupo en que estuve la mañana de ayer, advierte que eso sería la peor locura que habría hecho en su administración. No es lo mismo expropiar terrenos en la selva para su Tren Maya que un banco estadounidense que cuenta con haciendas, cascos, acervo cultural y bienes inmuebles y 1,500 cajeros repartidos por todo el territorio nacional, con valor sobre los 10 mil millones de dólares.
Los del grupo de ayer ven a un presidente fuera de la realidad. Actuando por impulsos emocionales y bajo la ira. Enloquecido, dijeron algunos.
Y eso hace que la Ley de Murphy o Leyes de Murphy que “se refieren a un conjunto de principios empíricos que se rigen por la máxima de que: Si algo malo puede ocurrir, ocurrirá. Este planteamiento pesimista puede aplicarse a todo tipo de situaciones”.
Justo este tipo de principios se hacen realidad en situaciones como estas.
En su mañanera de ayer, AMLO advirtió que no pagará nada de los 9 mil 500 millones de pesos de indemnización que pide Germán Larrea por Ferrosur. Que será al revés, que el empresario debe pagar por el paso de sus trenes por esas vías que ciertamente él construyó porque son producto de una concesión que está siendo recuperada por la Nación.
Y que además su gobierno va a revisar las concesiones que tiene Larrea para ver cuales están a punto de vencer. O sea, ya lo hizo su enemigo.
Esto justo ha prendido las alarmas y focos rojos de inversionistas y empresarios e industriales porque les está avisando que, si AMLO tuviera de repente alguna ocurrencia o proyecto sobre lo que ellos operan y tienen bajo concesión, pues pudieran no ser expropiados, porque según el mandatario eso no es una expropiación sino una recuperación de una concesión.
¡Uy!, ¡vaya eufemismo!
Ahí están pues, bailando en la incertidumbre, las miles de concesiones mineras, las de radio y tv y otras, sobre las que AMLO podría actuar cuando se le dé la gana según le dicten sus emociones e hígado.
¿Cómo la ve?
¿ESTAMOS ANTE LA RECOMPOSICIÓN DE LA PRESIDENCIAL DEL 2024?
Hay la idea generalizada entre analistas políticos de que Marcelo Ebrard no iría nunca contra Andrés Manuel López Obrador.
Con 63 años encima, una larga carrera política en la que gran parte operó como segundo de Manuel Camacho, el ahora canciller ya probó que puede ser Presidente. Sabe que cuenta con una base de simpatías ciudadanas que lo hacen competitivo. Y tiene ya la certeza de que no será nominado por el Gran Elector de Morena.
De ahí qué desde hace algunas semanas, meses, ha arreciado su carrera por la candidatura de Morena y se le ha visto negociando con las dirigencias estatales y nacionales del Partido Verde. Sus reclamos de piso parejo y reglas claras no son para Mario Delgado, gerente encargado de Morena, sino para el dueño del partido y del proceso, para su jefe, Andrés Manuel López Obrador.
Ebrard ya rebasó la raya de la prudencia. Sabe que el mandatario lo puede despedir o tolerarlo y al final hacerlo a un lado de la nominación presidencial.
Él a su vez tiene la opción de renunciar e irse con el Verde o quizá con MC de Dante Delgado o por los dos.
Otro que está en las mismas es Ricardo Monreal, quien ha jurado que nunca iría contra AMLO, peeero que si Morena decide ir con una encuesta de partido él no participa y quizá…
Igual el zacatecano podría ir por PT o MC.
Si ambos, Monreal y Ebrard toman esa decisión la boleta presidencial del 2024 tendría:
1) A Claudia Sheinbaum o Adán Augusto López por Morena.
2) A Marcelo Ebrard por MC o Partido Verde o por ambos.
3) A Ricardo Monreal por PT o MC o cualquier otro.
4) Al de la Alianza Va por México (Lily Tellez, Santiago Creel, José Ángel Gurría, Federico de la Madrid o cualquier otro de un par de decenas más).
¡Vaya perspectiva! Y mucho de eso depende de la decisión que tomen Ebrard y Monreal a quienes no les hacen con las agallas para irse por la libre.
Eso decían de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio y otros que sí lo hicieron.
¡Apuesten!
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