
DRINA ERGUETA
SemMéxico, LA PAZ, Bolivia. La española Amparo Carvajal recibió el premio Ana María Romero de Campero a la “Defensa de la libertad de expresión y de los Derechos Humanos” de parte del gremio colegiado de la prensa en el marco del Premio Nacional de Periodismo que otorga anualmente, y que galardona con diversas menciones a personas destacadas además de a periodistas. Un honor y reconocimiento otorgado a Carvajal que ha generado muchas críticas y a las que me sumo.
Es que resulta difícil de observar cómo un sector de la sociedad tan relevante, como es el periodismo, da un premio, y nada más que de Derechos Humanos, a una persona muy cuestionada en los últimos años por su postura claramente política ciega y a ultranza. Explico: durante la caída de Evo Morales en 2019, Carvajal respaldó a grupos paramilitares y a sus cabecillas que apalearon a indígenas afines al ex mandatario; luego, cuando fueron detenidos y sentenciados, les llamó “resistencia necesaria”; además, no rechazó, denunció ni hizo nada frente a las masacres de Sacaba y Senkata, con 30 personas muertas, en el cuestionado gobierno de Jeanine Añez; tampoco, frente a los abrumadores actos de corrupción en esa gestión; al contrario, se pronunció a favor de Áñez cuando ésta fue detenida… Posicionamientos políticos claros que una presidenta de la APDHB no podía tener, y tuvo, por encima de las muertes.
Era un momento de crisis política y con un país dividido, sí. Sin embargo, posteriormente, ella se pronunció a favor de sus amigos los jesuitas Ramón Alaix y Marcos Recolons, enjuiciados por encubrir continuadas agresiones sexuales del pederasta Alfonso “Pica” Pedrajas a varios niños a su cargo en el colegio Juan XXIII. Lo hizo de forma institucional, enviando una carta en su defensa a nombre de la APDHB. Alegó motivos humanitarios de salud de los enjuiciados y declaró, preguntando a las víctimas: “¿Por qué reclaman después de 50 años?, ¿por qué no dicen todo lo que han recibido de esa misma gente?”. Declaraciones insoportables, imperdonables e impremiables.
La pederastia es un acto vil de violación sexual a niños y niñas llevado a cabo como una forma de ejercicio violento de poder sobre personas vulnerables. Son hombres los que ejercen esta violencia en un sistema que les protege, como es la Iglesia Católica o, en un marco más amplio, el Patriarcado, que es desde donde actúa y piensa Carvajal. Ser mujer no hace que no sea machista.
¿Qué le lleva a la Asociación de Periodistas de La Paz a dar este reconocimiento a una persona tan cuestionada? Así como ella otorgó un respaldo institucional, de la APDHB, a los curas encubridores de pederastia, la APLP avala con su premiación la trayectoria de Carvajal, incluidos sus últimos desatinados actos.
Evidentemente, Amparo Carvajal está convencida de que su accionar posicionado es el correcto, que incluso piensa que defiende los derechos humanos; igualmente, quienes dirigen, son jurado y asisten a las asambleas de la APLP también lo creen, aplauden y premian. El asunto está en que ambas, Carvajal y la Asociación, no toman en cuenta o ignoran, porque es difícil pensar que no lo ven o son inconscientes, a la otra parte de la población que se siente y es víctima de abusos, especialmente en el caso del padre Pica. Optan por ver y asumir ese otro discurso, de que todo lo relacionado con los gobiernos de Morales y sucesor Luis Arce estuvo mal, que fue dictadura, que hubo corrupción, etc., y hacerlo suyo. Es una posición política con tanto peso que está por encima incluso de la pederastia. Esta pederastia, porque si el acusado es Morales sí que la rechazan rabiosamente. Habría que aborrecerlas todas.
Ni la APDHB ni la APLP deben asumir posiciones que cuestionen su claridad en relación a los derechos humanos en general y en particular de la infancia, mujeres y sectores discriminados.
El daño que la polarización política ha hecho a las organizaciones periodísticas es muy grande. Por ello, grandes periodistas, hombres y mujeres, no sienten que esta Asociación les represente y optan por no asistir a sus actos y, finalmente, les dejan hacer.
Las asociaciones deben reflexionar sobre su postura y el periodismo en general debe hacer suyas sus organizaciones, con mayor debate y presencia, para evitar que se produzca este tipo de situaciones, como premios a personajes que pueden recibir mucho aprecio por un lado y mucho rechazo por el otro. La independencia está allí, en no caer en avales vergonzantes.
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