DRINA ERGUETA (SemMéxico, La Paz, Bolivia). En una base naval militar de Trinidad, Beni, al noreste boliviano, se han producido denuncias masivas de abuso sexual: una militar, mujer, con grado de alférez fue denunciada por 27 marineras. Ellas están recibiendo atención psicológica y la justicia e instituciones han tomado cartas en el asunto de una forma inesperada y sorprendente, debido a varios elementos a tomar en cuenta.
Un primer elemento que salta a la vista es que se trata de una mujer la que, según las denuncias, realiza actos de violencia sexual hacia mujeres. No es un hombre, por lo que dirán que una mujer “también es capaz” de cometer este tipo de actos de agresión. Lo interesante es que se muestra una especie de afán por igualar, por esta vía, a ambos sexos y decir, además, que la violencia de género también es posible desde las mismas mujeres.
De este elemento debemos señalar que, en primer lugar, no hay manera de igualar la magnitud de actos de violencia que se registran entre hombres hacia mujeres y mujeres hacia otras mujeres u hombres. El número de casos simplemente no tiene comparación, en el primer semestre de este año más de 4.300 casos registrados de hombres que cometieron abusos sexuales o violaciones a mujeres o niños o niñas.
En segundo lugar, sí se puede decir que es igual en sentido de que es la misma forma de actuación, o similar. Explico: es igual porque esa mujer actúa como lo haría un hombre ya que asume roles masculinos aprendidos socialmente. Es decir, no es que “las mujeres también” sino que las mujeres pueden actuar como enseña un sistema patriarcal, con violencia de género en el sentido social que ésta tiene: el masculino.
En todo caso, el rechazo hacia su proceder delictivo debe ser igualmente contundente.
Otro elemento es que se trata, al parecer, de una mujer lesbiana y aquí llegan ciertas creencias transmitidas en el sentido de que las lesbianas violan y contagian. No, gente, las lesbianas no violan por ser lesbianas, violan ciertas personas que han aprendido que el poder se ejerce de esa manera, que la otra persona no cuenta y es simplemente objeto de satisfacción y control. Respecto del contagio, se trata de un absurdo. Una mujer puede convertirse en lesbiana como resultado de una decisión propia e, incluso, como parte de una acción política contra el patriarcado, tal como lo señala alguno de los feminismos radicales y sus representantes.
Otro elemento que resalta y que genera sospechas es la cantidad de instituciones que han intervenido en este caso: la Fiscalía investiga las denuncias presentadas; la Defensoría del Pueblo ha intervenido y coordina con una comisión de investigación que se ha conformado; la Asamblea Legislativa también están indagando; y lo mismo hacen las Fuerzas Armadas, a través de su comando general, ya que los hechos denunciados ocurrieron en su jurisdicción. La pregunta aquí es ¿desde cuándo hay tal despliegue de instituciones y de investigaciones por denuncias de este tipo?
Las denuncias contra uniformados varones por actos de violencia machista y por abusos sexuales son constantes y poco o nada se hace al respecto, mucho menos participan tantas entidades para resolver los casos ¿Los abusos que comete una mujer pesan más que los múltiples casos de abusos en los que los acusados son hombres?
Finalmente está la cobertura mediática del hecho, superior por mucho, a otros casos en donde el protagonista es hombre. Es cierto que parte de la novedad, la noticia, es precisamente que quien es denunciada por los abusos es una mujer, evidentemente; sin embargo, el hecho de que se destaque este hecho hace que los otros casos sean normalizados: es normal que lo haga un hombre, por ello es permitido, y no es normal que lo haga una mujer, por lo que es prohibido. Los medios deben valorar y saber qué está normalizando o contribuyendo a normalizar.
Este caso hay que atenderlo con severidad, pero hay que atender con severidad todos los casos de violencia sexual y hacerlo desde todas las instituciones y medios.