DRINA ERGUETA
(SemMéxico, La Paz, Bolivia). Parece que la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (APDHB) da sus últimos estertores de vida, está herida de muerte. Nacida en 1976, durante la dictadura de Hugo Banzer Suárez y para hacerle frente, hoy se la jalonean desde las posiciones políticas que dividen al país. Cada parte quiere que esta institución defienda “sus” intereses. Para observar su situación actual, posiblemente habría que preguntarse ¿a quién defendía y defiende esta entidad?
Muy ligada a la Iglesia Católica o, mejor dicho, a algunos sacerdotes que impulsaron esta institución, la actividad de la Asamblea en las primeras décadas estuvo principalmente enfocada a defender a personas, generalmente ligadas a organizaciones sociales o partidos de izquierda, que eran víctimas de la dictadura. El reclamo de la democracia era parte de su actividad y cuando ésta se obtuvo buscó ser una entidad imparcial para defender a quienes sufrían algún tipo de violencia desde sectores de poder, entre ellos los gobiernos de turno.
En la APDHB participaban también organizaciones sociales, es así que, de alguna forma, la sentían suya ya que eran los que permanentemente habían sido vulnerados en sus derechos durante las dictaduras o gobiernos posteriores. Con la llegada al poder de Evo Morales y sus gobiernos, estos sectores también asumieron posiciones de poder y la Asamblea disminuyó su presencia y peso. Cuando se produjo la crisis de 2019 y Jeanine Añez se autoproclamó presidenta, tras las matanzas de indígenas de Sacaba y Senkata la APDHB no se pronunció. Hoy esta entidad está absolutamente divida y debilitada, y su cabeza histórica (porque es fundadora) Amparo Carvajal tiene posturas inesperadas, defiende a Añez y a grupos paramilitares detenidos, mientras se aferra a un cargo en disputa con afines al gobierno actual. En ambas partes, no hay ninguna imparcialidad, sólo posicionamiento.
Quizás habría que recordar que el concepto de derechos humanos nace con las revoluciones de la modernidad, liberales y burguesas, y tienen la característica de defender al “hombre” tomado como representante universal. Pero este hombre es además individualista, blanco, occidental, heterosexual y es propietario. En inicio, los derechos humanos no fueron concebidos para comunidades, ni para no propietarios, ni para mujeres, ni niños/as, ni indígenas o población LGTBI+, su inclusión se ha ido ganando poco a poco pero no siempre ha tenido peso.
En Bolivia la Asamblea ha centrado su actividad en el aspecto político (lucha contra la dictadura, recuperación de la democracia, defensa de activistas políticos), poco se ha conocido sobre si hicieron pronunciamientos o defensa activa permanente, no puntual, en luchas contra la violencia machista, feminicidios o violencias contra niños y niñas, o contra el racismo en una defensa de la persona como india, o contra discriminaciones por opciones sexuales. Todos estos sectores de población que, en muchos casos, se les ha tratado como no-humanas, que incluso se les ha animalizado o se les ha considerado abominaciones, poco eco han tenido en sus reivindicaciones.
La ADPHB ha nacido en un marco político y allí se ha mantenido hasta hoy que está muriendo. Cuando nació y hasta los años 90, la Iglesia estuvo considerada como la entidad más valorada por la ciudadanía, en segundo lugar estaba la prensa. Hoy ninguna ocupa esos puestos. Los jesuitas, de gran influencia en la creación y mantenimiento de la APDHB, hoy están desprestigiados porque una parte de sus miembros abusaba sexualmente de niños y niñas; la prensa hoy está dividida y posicionada políticamente en un país polarizado.
El espacio político, como espacio de lucha por el poder en todas sus formas, necesita una entidad mediadora fuerte, la sociedad necesita de una institución que defienda a quienes se les vulnera los derechos; pero, no puede ser que sea una entidad en disputa por posturas político partidistas. Es tiempo de una lucha mayor por otros sectores también humanos, con una visión interseccional, y además no-humanos, como los animales y el bienestar de la tierra.