JOSÉ ANTONIO ASPIROS VILLAGÓMEZ. Se cumple un aniversario más, el LIV, de la matanza de estudiantes aquel 2 de octubre de 1968, crimen ocurrido en la Plaza de las Tres Culturas, considerada el corazón del conjunto habitacional Tlatelolco en la Ciudad de México, ya que ahí se reúnen vestigios arqueológicos, un templo colonial consagrado al apóstol Santiago y los edificios modernos que sobrevivieron a los sismos de 1985.
Con ese motivo, el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), adscrito al gobierno federal, difundió una breve reseña y puntos de vista que aquí transcribimos, junto algunos de los datos que difundimos hace años y mantienen su vigencia.
Primero lo de ese Instituto:
El 2 de octubre de 1968 es una fecha conmemorativa y de reivindicación en la historia del México contemporáneo. Forma parte del proceso de avances, retrocesos y contradicciones entre las formas de gobierno represivas y autoritarias y la democratización que ha vivido México a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Ese día fue reprimido el movimiento estudiantil que identificaría a una generación y marcaría pautas de acción y reflexión crítica de las juventudes.
El movimiento estudiantil se manifestaba de manera pacífica contra la represión policial y a favor de las libertades democráticas. Surgió en la Universidad Nacional Autónoma de México y en el Instituto Politécnico Nacional y se extendió hasta incorporar a la mayoría de las escuelas de nivel medio y superior del Distrito Federal, hoy Ciudad de México, así como en otras ciudades del país.
El 8 de agosto se creó el Consejo Nacional de Huelga, que redactó un pliego petitorio de seis puntos: “Libertad a los presos políticos; derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal (que sancionaban el delito de disolución social y servían de instrumento jurídico para reprimir a los estudiantes); desaparición de la corporación de Granaderos; destitución de los jefes policiales; indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto; deslinde de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos.”
El 13 de agosto se llevó a cabo una marcha estudiantil que partió del Casco de Santo Tomás y arribó al Zócalo capitalino, con la participación de casi doscientas mil personas. El Consejo Nacional de Huelga invitó a diputados y a senadores a un debate público en Ciudad Universitaria, que se efectuó al día siguiente.
El 27 de agosto una manifestación de casi cuatrocientos mil participantes llegó al Zócalo. Al concluir, cinco mil personas permanecieron de guardia en la plaza e izaron una bandera rojinegra. Por la madrugada fueron desalojadas.
El 18 de septiembre, la fuerza policial ocupó la Ciudad Universitaria. El 23, tomaron el Casco de Santo Tomás del IPN. El 2 de octubre se llevó a cabo un mitin en Tlatelolco.
A las 18:10, un helicóptero lanzó una bengala sobre la plaza; ésta fue la señal para comenzar la dispersión de los manifestantes y el arresto de los líderes estudiantiles. La represión puso fin al movimiento de jóvenes.
Hubo muertos y heridos, cuyo número no ha sido esclarecido. El presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz, expresó su convencimiento de haber combatido fuerzas desestabilizadoras inspiradas en el comunismo y la anarquía. Diez días después fueron inaugurados los Juegos Olímpicos de México 1968.
En los años siguientes la lucha democrática de los estudiantes sirvió para abrir los cauces al desarrollo democrático del país. En 2021, se rememoró el episodio represivo del Halconazo, ocurrido el 10 de junio de 1971, durante la presidencia de Luis Echeverría Álvarez.
Y en tiempos recientes, la sociedad mexicana tiene presente la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa, ocurrida en septiembre de 2014. De acuerdo con la consigna popular y reivindicativa, el 2 de octubre no se olvida.
Así termina la versión –“descafeinada”, la llamaría el doctor Leonardo Curzio– que prefirió atribuir a “la fuerza policial” la ocupación militar de la Ciudad Universitaria y el Casco de Santo Tomás, y que fue publicada en el Diario Oficial de la Federación acerca del acontecimiento que, del 3 al 7 de octubre de este 2022, será tema del ciclo de cineclub y debate ‘Octubre en la memoria y la resistencia’, en el centro de arte y cultura Futurama de la capital del país donde, con entrada libre, se exhibirán y comentarán cinco documentales alusivos.
Ese y otros actos servirán para que el dos de octubre no se olvide. Cuando tuvo lugar el movimiento estudiantil, sólo se conoció la versión oficial a través de prensa, radio y televisión, porque en esos tiempos las empresas periodísticas eran comedidas con el gobierno a cambio de beneficios, se autocensuraban y algunos medios, inclusive, se decían “soldados del presidente” Gustavo Díaz Ordaz.
Fueron excepciones la revista Política, de izquierda, cuyo director Manuel Marcué Pardiñas estuvo en la cárcel entre 1968 y 1971 por simpatizar con los estudiantes, y la revista La Nación, órgano del Partido Acción Nacional donde su director, Gerardo Medina Valdés, publicó 12 días después de la matanza el que probablemente fue el primer reportaje sin censura, titulado ‘Huichilobos vuelve a Tlatelolco’.
El Excélsior del entonces recién estrenado como director, Julio Scherer, editorializó que “la respuesta a tal desbordamiento (de los estudiantes) no ha sido prudente ni adecuada”, sino prepotente, y consideró que “la sangre derramada exige, con dramática vehemencia, una reconsideración de rumbos”.
Y Mike Hughes, de la agencia United Press Internacional (UPI), uno de los periodistas extranjeros que vinieron a México a cubrir la XIX Olimpiada, sin citar más informantes que “un vocero del Comité Olímpico Internacional”, “fuentes del Comité” y “los observadores”, escribió sobre la posibilidad de que, por el movimiento estudiantil, el COI cancelara los juegos olímpicos. Los diarios El Sol de México y El Heraldo de México reaccionaron al lado del gobierno y rescindieron airadamente el servicio de UPI.
Según nuestros viejos apuntes, la prensa diaria del 68 constituyó por mucho tiempo la única fuente de información para los investigadores sobre lo de Tlatelolco, al grado que fueron mutiladas las colecciones de periódicos empastados de la Hemeroteca Nacional de la UNAM, que no alcanzaron la era de la digitalización.
Eran diarios donde se referían a los estudiantes como ‘grupos sectarios’, ‘instigadores’, ‘gran conspiración’, ‘alborotadores comunistas’, ‘agitadores rojos’ o ‘la subversión’, muy a tono con la paranoia anticomunista de Díaz Ordaz. El Día, por su parte, publicó numerosos desplegados a favor del movimiento.
Para subsanar la falta de ejemplares de consulta, el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM publicó en 1993 la Antología periodística 1968 a cargo de Aurora Cano Andaluz, con una selección de noticias, editoriales, artículos, cartones y desplegados de los periódicos El Día, Excélsior, El Heraldo de México, Novedades, El Sol de México y El Universal. Lo extraño es que la única información incluida sobre el 2 de octubre, es un exhorto del entonces secretario de la Defensa Nacional: “cuiden a sus hijos”. Nada sobre la balacera en Tlatelolco.