Soberanía alimentaria, una quimera

IRMA PILAR ORTIZ

“Que se produzca en México lo que consumimos en México”. se escucha bien la frase cuando viene de la Presidenta de México; pero, nada nuevo, eso oímos a los últimos 10 Jefes del Ejecutivo mexicano.

Como aspiración colectiva está perfecta la autosuficiencia, sobre todo en materia alimentaria. Hay que ver más allá de los evidente, alcanzarla es una tarea que requiere de acciones concretas inmediatas, no sólo de anuncios.

Porque la cruda realidad nos indica que seguiremos dependiendo durante muchos años de Estados Unidos para comprar maíz blanco, frijol, trigo, carne de puerco y pollo. La dieta básica de los mexicanos.

Aunque, la tarea se aprecia más que compleja, sobre todo después del desastre que dejo el gobierno de López Obrador en el campo, al negar los apoyos básicos que requerían, y requieren, todos los productores del campo, independientemente de la extensión de su parcela.

Suponemos que ya lo saben, por eso llama la atención que no haya avances inmediatos en el diseño y aplicación de políticas públicas que promuevan la productividad y la competitividad del sector agropecuario; el uso de paquetes tecnológicos, semillas mejoradas, acceso a financiamiento, esquemas de coberturas y seguros, así como una integración más eficiente de las cadenas productivas, como lo precisó el Consejo Nacional Agropecuario que preside Jorge Esteve Recolons.

El gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum fijo el año 2030 como la meta para alcanzar la soberanía y la autosuficiencia alimentaria, cinco años que parecen distantes, sobre todo si en este año, México tendrá que importar para consumo humano el 54 por ciento de maíz; 81 de trigo; 51 de carne de cerdo y 20 por ciento de pollo de acuerdo a cifras del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas.

Es mucho el daño que se hizo al campo mexicano en los últimos 6 años: se cancelaron los apoyos para el diésel con el que operan los tractores o las bombas de riego; se desmanteló los programas de apoyo; desapareció el programa agricultura por contrato, que era una protección contra los precios de los cultivos; detuvieron los programas para tecnificar el campo y eliminaron Financiera Nacional de Desarrollo, que era el mayor soporte que tenían los hombres del campo. Todo esto se hizo con una intención electorera, enmarcado en una total ignorancia sobre el funcionamiento de las cadenas de producción en el campo

De esta forma, México, lejos de ser autosuficiente en la producción de granos y oleaginosas, rompió récord en sus importaciones con un aumento anual del 20 por ciento, en promedio.

En pocas palabras el campo mexicano se encuentra sumido en una profunda crisis. Esa es la verdadera herencia que dejó el gobierno de Andrés Manuel.

Por ello, suena bien que el gobierno federal anuncie una inversión, tan sólo para este año, de 53 mil 971 millones de pesos, monto que irá en aumento hasta llegar a 83 mil 760 millones en el año 2030 y así atender a un total de 750 mil productores del país, de mil 184 municipios.

Supuestamente quieren “elevar el bienestar de los pequeños y medianos productores del campo y las costas, y aumentar la producción de alimentos para garantizar el derecho del pueblo de México a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad”, según dijo Julio Berdegué Sacristán, titular de la Secretaría de Agricultura.

“Con estos esfuerzos el Gobierno de México busca incrementar la producción de maíz blanco de 21.3 millones de toneladas a 25 millones; frijol, de 730 mil toneladas a un millón 200 mil toneladas; arroz, de 221 mil 500 a 450 mil toneladas; leche de 13 mil millones de litros a 15 mil millones”.

Pero, pero, siempre hay un, pero.

Se centrarán en Chiapas, Veracruz, Campeche, Oaxaca, Guerrero, Tabasco, Yucatán y Morelos, “porque ahí hay agua, buenas tierras y el mayor número de agricultoras y agricultores”.

Y entonces, los estados que son altamente competitivos en la producción de maíz blanco y que hoy están muy golpeados ¿no merecen atención?

Tienen razón los agricultores del noroeste del país que afirman que el gobierno apuesta por impulsar la producción en zonas sin infraestructura ni condiciones geográficas aptas, mientras se ignora a estados con alta capacidad productiva.

Un ejemplo lamentable es Sinaloa, entidad en la que la producción agrícola ha caído estrepitosamente: en comparación con años anteriores donde se producían hasta 6 millones de toneladas de maíz, este año apenas se esperan entre 1.5 y 1.7 millones; en el caso del trigo, la superficie sembrada bajó de más de 70 mil hectáreas a apenas 15 mil.

Lo cierto es que, en el inicio de 2025, México empeoró en autosuficiencia de abasto de maíz, trigo y arroz, la producción de granos y oleaginosas fue en febrero de este año de 41.7 por ciento, una cifra menor que el 53.2 por ciento que se reportó al cierre de 2024.

Así, seguimos como desde hace 55 años, cuando el ex presidente Echeverría prometía la soberanía alimentaria. Pasan los sexenios, pero sobre todo ríos de dinero provenientes del presupuesto federal que no logran regar la prosperidad en el campo mexicano, justo porque todo sirve para las acciones populistas del gobierno en turno.

El gobierno sigue anunciando buenos deseos y planes de humo, mientras los productores agrícolas continuarán tratando de hacer producir sus tierras con las uñas.

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