ROBERTO CIENFUEGOS J. Es tan grave la criminalidad en el país que se llega a extremos como la imposibilidad, oficialmente reconocida, de determinar si hubo o no una masacre en San José de Gracia, Michoacán, hace unos días. Peor aún, resulta que aunque se habla de una “posible venganza” entre grupos vinculados al crimen organizado, se desconoce dónde quedaron los cadáveres. ¿Pues dónde andarán? O mejor dicho ¿a dónde se los llevaron? Es cierto, son menos que los 43 de Ayotzinapa, también desaparecidos. Vaya paradojas y curiosidades criminales. Se habla incluso del hallazgo de una bolsa con restos óseos y masas encefálicas, pero no hay cuerpos. ¿Surrealista no? Esto porque según André Bretón, a México debía buscarse entenderlo más desde lo absurdo que a partir de la razón. Casi seguramente sigue siendo válido el concepto de racionalidad.
Añada a esta tétrica cosmogonía típicamente mexicana la idea de que el episodio derivó de una venganza entre células discrepantes del Cártel Jalisco Nueva Generación, cuyo nombre desprestigia a ese estado del occidente mexicano, según dijo en su matutina de ayer martes el presidente López Obrador. ¿Más surrealismo?
Sigue. El subsecretario de Seguridad y Protección Ciudadana de México, Ricardo Mejía, confirmó los hechos el domingo en la localidad de San José de Gracia, pero indicó que Alejandro “N”, alias “El Pelón”, presuntamente muerto en el ataque, y subraye presuntamente, tenía una vieja rencilla con otro líder criminal de nombre Abel “N”, alias “El Toro” y “El Viejón”, por el control de la localidad michoacana, cuna de ambos capos, alineados antes a Los Templarios y más tarde al Cártel Jalisco, que debería llamarse ahora de otra forma a partir de la preocupación presidencial de un nombre que impacta en forma negativa al estado cuna del tequila y del mariachi.
Propio de una novela criminal y contra las advertencias de sus adversarios, Alejandro “N” volvió al poblado michoacano, acompañado, eso sí, de un grupo amplio de más de una docena de sicarios, para estar presente en los funerales de su madre. Se suscitó entonces un choque armado, según el subsecretario de Seguridad. Esto es ya el clímax de cualquier cinta criminal, como esa exhibida recientemente e intitulada Zero, Zero, Zero.
La prensa, o más bien los chicos malos de la prensa, difundieron imágenes sobre el presunto fusilamiento, que el subsecretario Mejía negó aun cuando adelantó la hipótesis del móvil del enfrentamiento. ¿Entonces? ¿Enfrentamiento, fusilamiento, matanza o masacre? Pues si, pero ¿dónde están los cuerpos? Sangre si hubo, encubrimiento de evidencias también e igualmente lavado con la aparente intención de borrar rastros, o quizá de aminorar el impacto social de semejante hecho de barbarie. La venganza se cumplió, eso que ni qué, pero se prefirió un perfil bajo, quizá..
A mayor confusión, Mejía argumentó la dificultad para apreciar que haya habido una sola línea de disparos, pero confirmó que ante el fuego, comenzaron a disparar, pero no hubo “acción sincronizada para cometer este ilícito”. Entonces, la pregunta obvia es: ¿sucedió o no? Así haya sido como haya sido.
Alguien preguntó a Mejía si perecieron 17 personas. “No podemos confirmar ningún número porque no hay cuerpos”. ¡Gulp! Pero hay versiones según las cuales los cuerpos fueron retirados y lavado de sangre el sitio que hizo de paredón.
¿Entiende usted algo? Tampoco yo. Pero que de algo hubo, pues hubo. Llámele como usted quiera ¿O no?
@RoCienfuegos!