SINGLADURA/ ¡Qué líder y qué historia!


ROBERTO CIENFUEGOS J. @RoCienfuegos1

La historia escrita de Rosario Marín, la primera mexicana Tesorera de los Estados Unidos, algo que nunca antes había ocurrido y que será muy cuesta arriba que volvamos a ver, me sorprendió y más aún, confieso, hizo que reabsorbiera un par de lágrimas. Atribuyo estas emociones a la coincidencia entre la relectura de su libro “Una Líder entre Dos Mundos”, que ella misma me obsequió y rubricó, y el periodo dramático y trágico como trasfondo que viven ahora mismo millones de migrantes en su tránsito por México, camino al país del norte, si acaso su última esperanza.

Les cuento. A Marín la conocí en Los Ángeles hace más de 20 años cuando quien esto escribe se desempeñaba en California como corresponsal de un órgano periodístico mexicano. En medio de sus intensas ocupaciones, primero como concejal y luego al frente de la ciudad de Huntington Park, a donde ella llegó cuando sólo sumaba 14 años de edad, procedente de México, me dispensó con su amistad. Estoy seguro de que ninguno de los dos habría vaticinado entonces que en 2001, el presidente George W. Bush la nombraría Secretaria del Tesoro, algo sin precedentes en la historia estadunidense y muy difícil de repetir en un futuro previsible.

Marín también fue vocera del gobernador republicano, Pete Wilson, quien gobernó California entre 1991 y 1999. Wilson fue impulsor de la llamada Proposición 187, una iniciativa que negaba a los inmigrantes indocumentados servicios sociales, médicos y educación pública. Aun como colaboradora de Wilson, Marín se pronunció en contra de esta iniciativa, aprobada en California pero revocada luego por una corte federal al considerarla contraria a la constitución, en un país -hay que decirlo- donde la ley sí es la ley, al menos predominantemente.

Gracias a los oficios de Marín, pude entrevistar al gobernador Wilson en un momento candente de California por la intensa polémica que generó la Proposición 187, con severas repercusiones para los migrantes indocumentados, mexicanos millones de ellos, claro. Fue una entrevista interesante y Marín me envió entonces una carta sobre esa charla que conservo y valoro, claro.

Al paso de los años, volví a México, pero mantuve un intercambio regular con Marín, una mujer que desde que la conocí me impactó por su calidad humana, talento profesional, sabiduría política, perseverancia vital y fortaleza de carácter. Demasiados atributos en una sola persona, una especie de “self-made woman”, hecha desde una cuna humilde, muy humilde.

En su libro, “Una Líder entre Dos Mundos. La historia de la primera mujer tesorera de Estados Unidos”, Marín exalta el legado de su mamá y su papá. De la primera, apunta, heredó “La fe”, y del segundo, “la ética del trabajo”. Marín fundió este legado familiar para conformar una personalidad sólida y exitosa, tan exitosa como su absoluta sencillez y calidad de trato.

Déjenme añadir un gajo más de esta historia. Colaboraba ahora en México con el semanario Tiempos del Mundo, afiliado a The Washington Times. El titular de este medio, Bret Moss, un californiano, y republicano de cepa, se enteró de mi relación amistosa con Marín. Moss me lanzó un reto. Pidió que le arreglara una entrevista con la Tesorera Marín. No era fácil, claro. Funcionarios de ese nivel viajan fuera de su país, Estados Unidos en este caso, con agendas habitualmente selladas.

Pero busqué a la Tesorera en los hoteles de la Ciudad de México donde supuse que estaría alojada. El Sheraton de Reforma confirmó su estadía. El reloj indicaba las nueve de la noche. Alguien del equipo de Marín atendió mi llamada. Me hizo saber que ella llegaría tarde después de saldar una agenda intensa, pero se comprometió a informarla de mi llamada. En horas de la madrugada, sonó el timbre telefónico de casa. ¡Era Rosario Marín! Horas antes le habían tributado un homenaje en su escuela primaria en la Ciudad de México y luego había conversado con Joaquín López Dóriga, entonces en Televisa.

Acordamos que en la sala VIP del “Benito Juárez” recibiría en cosa de horas a mi director Moss antes de emprender el vuelo a Washington. Un gesto más que generoso e inolvidable. Moss no podía creerlo, menos aún que la Tesorera republicana de los Estados Unidos, le dijera: Bret, cuida de Roberto. Nunca, me dijo luego Bret, una republicana de esa jerarquía, le había hecho un apunte de ese tipo. Yo nunca lo imaginé, pero siempre lo he agradecido. Es un gesto que atesoro.
Millones de personas en este momento están en busca de atravesar la frontera hacia Estados Unidos, en un éxodo que trasunta el fracaso histórico de muchos gobiernos del área. ¿Cuántas de esas personas trashumantes alcanzarán sus sueños?  Peor aún: ¿habrá quienes con su esperanza a cuestas mueran en el intento?

@RoCienfuegos1

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