ROBERTO CIENFUEGOS J. En un lenguaje propio de la diplomacia, ajeno a las estridencias, el ruido ensordecedor, y mucho menos sin desplantes, el embajador estadunidense Ken Salazar soltó hace unas horas un dardo verbal preciso, duro, categórico, pero también para leer entrelíneas: “hay inquietudes” en materia de seguridad entre ambos países, que el lunes próximo sostendrán el denominado Diálogo Económico de Alto Nivel, un encuentro que reunirá a funcionarios de las dos naciones socias, y que encabezarán el canciller Marcelo Ebrard y el titular del Departamento de Estado del país vecino, Antony Blinken.
Salazar dijo que el propósito de este encuentro será “ver de qué manera vamos a trabajar para que haya más seguridad, para que el pueblo de México y el de Estados Unidos puedan vivir sin miedo y puedan vivir con más seguridad”. El tema plantea claramente un mensaje crítico para ambos países, aun y cuando la violencia, el miedo y la inseguridad derivan de circunstancias diametralmente distintas en uno y otro país, cada uno provisto además de recursos e instituciones también absolutamente diferentes, incluso en sus causas u orígenes.
Durante la Convención Binacional de la American Society México, Salazar suavizó la dureza de estos comentario sobre seguridad, una esfera crítica en México y para un gobierno que persiste en una política -abrazos y no balazos- cuyos frutos están a la vista casi cuatro años después de haber asumido el mando y la responsabilidad de gobernar el país, al argumentar que la relación entre ambas economías es fuerte, por lo que deben trabajar juntas para construir en la región y no hacia otros países asiáticos.
Otras puntualizaciones hechas por el diplomático estadunidense fueron las referidas a la convicción de que el futuro de estas dos naciones está acá, no está con China -expuso- que tiene una diferente vista de las libertades, la democracia, de la función del Gobierno, del papel tan importantísimo de las mujeres, de los derechos civiles, puntos todos ellos en los que marcó una visión de conjunto, aunque podrían ser interpretadas y de hecho lo son, de manera distinta por los gobiernos de uno y otro país bajo el manto o argumento del respeto a la soberanía y la independencia, pero de igual forma de la necesaria y hasta obligada cooperación binacional, un enfoque éste último crucial para ambos países, indefectiblemente ligados por una inescapable circunstancia geográfica, guste o no esto y cuyo desdén resulta secundario o intrascendente y más bien pernicioso en todo caso.
El diplomático también dijo que el futuro de la democracia y la unidad está aquí, en este continente, otro apunte crítico en particular para una potencia que en ocasiones tiende a verse bajo un enfoque desdeñoso, más por motivaciones vinculadas a deseos o necesidades discursivas que por realidades objetivamente ciertas.
Un mensaje adicional, también encriptado en particular cuando se discuten las diferencias en materia energética, antes de ir a un panel de controversias, fue el relacionado con el ámbito comercial, donde -dijo- se tiene por fortuna un “marco legal, durable y que se tiene que cuidar y eso es el T-MEC, entonces cado uno tenemos que apoyar ese marco, es nuevo, hay cosas que estamos aprendiendo como los capítulos laborales y otros». ¿Alguna objeción? Ciertamente podría haberlas y varias, pero es un hecho que las consecuencias prácticas serían demasiado calamitosas para insistir en una argumentación maniquea y tendenciosa con objetivos de corto plazo, esencialmente.
Salazar anticipó que en noviembre próximo se prevé una nueva reunión con los líderes de los tres socios del T-Mec a fin de trabajar en torno a temas de interés común y “que nos alinea”. Un mensaje sin desperdicio y de naturaleza estrictamente diplomática en vísperas de una nueva visita al país del responsable de la política exterior estadunidense. Dicho de otra forma, infinitamente coloquial, “no hay paso sin huarache”, especialmente si éste se da de manera lenta y paciente.
@RoCienfuegos1