ROBERTO CIENFUEGOS J. A ver, todos los indicios y aún las encuestas difundidas hasta ahora, anticipan que la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, avanza rumbo a la postulación presidencial del 2024 por la Presidencia del país. Añada a esto que el dedo del presidente Andrés Manuel López Obrador también parece apuntar a la mandataria capitalina, que sin tregua ni pausa hace campaña para posicionarse más allá de la entidad que encabeza.
¿Más? La reciente contratación del estratega español, Antoni Gutiérrez-Rubí, se inscribe en el interés presidencial de Sheinbaum, que lo mismo encabeza actos públicos de todo tipo y también tiene su matutina prácticamente diaria para copar el mayor número posible de espacios públicos.
Sheinbaum no concede tregua a sus colegas-corcholatas y está embarcada en una lucha sin cuartel por la presidencia de México. Ahora le toca bregar por la postulación por Morena, un paso crítico sin duda.
Pero hay más. El último fin de semana, la gobernante ganó nuevos espacios al sumar posiciones clave en el Congreso de Morena, con lo que parece perfilarse como favorita del oficialismo para suceder a don Andrés Manuel López Obrador, su mentor, y a quien ella guarda absolutamente todas las consideraciones. Sheinbaum le sigue el paso y la agenda al ciento por ciento a López Obrador, convencida de que esto le redituará los mejores frutos en su trajinar. De hecho y si hiciéramos un símil con cualquier negocio de papelería, podría decirse que es lo más parecido, o idéntico incluso, a una copia fotostática. Está aún por verse si esto es lo mejor que puede ocurrir para los electores dentro y fuera de Morena. Es probable que el esquema resulte exitoso, pero en política -lo sabemos- nunca está todo escrito y sólo los hechos acreditan el éxito o no de las estrategias. Hay quienes sostienen desde la vox populi que nunca segundas partes fueron buenas. Pero esta frase también es un decir.
Este último fin de semana, Sheinbaum dio nuevos trancos en su carrera presidencial. Posicionó a sus aliados políticos en el mayor número de cargos de dirección del Consejo nacional de Morena. Como presidente de este Consejo fue designado el gobernador de Sonora Alfonso Durazo, un sheinbauista declarado.
Otros dos cercanos a la gobernante, el presidente de Morena, Mario Delgado y la secretaria general, Citlalli Hernández, fueron reelectos en sus cargos hasta 2024, con lo que extiende su gestión un año más de lo previsto. Esto aun cuando los delegados al Congreso morenista lanzaron rechiflas y gritos.
A salvo de tener que participar en el Congreso quedaron el canciller Marcelo Ebrard, quien este lunes representará al gobierno en los funerales de la reina Isabel de Inglaterra; el otro ausente del Congreso morenista fue el líder de la bancada de Morena en la Cámara de Senadores, Ricardo Monreal, cada vez más alejado en los hechos de los morenos y por supuesto de López Obrador, y el único de los suspirantes que ha rechazado públicamente que el presidente lo llame “Corcholata”.
Adán Augusto López Hernández, “el hermano” presidencial y aun en cierto grado agazapado en el ex Palacio de Covián, espera trabajando mientras sirve con devoción genuina al inquilino de Palacio Nacional. Ésta es otra estrategia, tal vez consensuada, o quizá no, pero que le ahorra mucho desgaste.
Ebrard, sin duda la figura más influyente del equipo presidencial y con una prolongada carrera política -por encima incluso de la construida por Sheinbaum- apenas colocó a 13% de sus allegados en el Congreso Nacional de Morena.
En este cónclave fueron aprobadas una serie de reformas a los estatutos, entre ellas la definición de Morena como un partido «de izquierda y antineoliberal» y el rechazo a las «campañas de denostación, calumnia e injuria», lo mismo de aquellos que «actúen en contra de los principios» de la agrupación.
El nuevo presidente del Consejo anticipó tiempos muy intensos, cuyo objetivo supremo se inscribe en imprimirle continuidad histórica al movimiento. Ya se verá si esto es posible, sobre todo en un país convulso internamente por la criminalidad, la precariedad económica, la elevada inflación, el papel de los militares, el desempeño gubernamental del morenismo en el país, las pugnas morenas y en el externo, por lo que ocurra en particular en Estados Unidos en los próximos meses.
Las encuestas más recientes dan por descontado que Sheinbaum o el propio Ebrard ganarían para Morena la presidencia en las elecciones del 2024. Pero tampoco es un hecho todavía que la oposición esté ya derrotada. Hay factores críticos en esta carrera y nada se termina hasta que termina.
@RoCienfuegos1