ROBERTO CIENFUEGOS J. Planteado en sus términos, la democracia es Él. Todo lo que salga de ese ámbito, personalísimo, absoluto, total, queda fuera, sea dicho de esta forma, de la democracia, la moralidad, y aún de la política, un ejercicio válido en estos tiempos sacrosantos sólo para los redimidos y nada apta para los proclamados ya bajo el yugo de la derrota moral. Además, y absolutamente claro, el Instituto Nacional Electoral, es una rémora antidemocrática, así éste haya validado junto con el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, su triunfo en julio de 2018. Nada, salvo lo que Él diga, es válido. Lo demás y todos los demás, son prescindibles y cuanto antes, mejor.
Tras la consulta del revocatorio -hay que insistir- el siguiente blanco del ataque frontal será justamente el INE. Esto, cueste lo que cueste. ¿Quién podrá oponerlo y, más aún, quién defenderá de la embestida al INE? Aun el Chapulín Colorado, o su intérprete, ya fenecieron.
Así que la consulta del domingo próximo será crucial para el futuro, no del país, qué va, para Él y el negado hasta ahora proyecto transexenal, así no haya forma de negarlo. El revocatorio, que no será una elección ciudadana, es un ensayo general sobre lo que podría y seguramente se intentará para alargar el mandato constitucional. ¿Qué no? Se verá en su tiempo, pero justo ahora hay indicios serios de lo que viene.
El ensayo denominado de democracia participativa parece diseñado para dar al traste con el sistema instaurado de democracia representativa. De esa forma, democracia participativa mata democracia representativa. Después de todo, el pueblo pone y el pueblo quita. ¿O no? Y si el pueblo insiste, ¿cómo podría rechazarse el clamor del pueblo? ¡Imposible! Seis años resultan un pestañeo para consumar la colosal tarea de la transformación, cuyas bases se ha declarado ya quedaron sentadas para impedir la reversibilidad del modelo, que no sería otro que el nefando neoliberalismo, el peor sistema de los que se han ensayado en México.
El sexenio topó además esta vez con dos fenómenos que socavaron en alguna forma -para decir lo menos- la obra transformadora, dicho así si nos atenemos a los términos de la epopeya, a la altura nada más pero nada menos de los próceres de las tres grandes revoluciones que conformaron el México de hoy, inmerso en la Cuarta, pero la primera de naturaleza pacífica. Hasta en eso supera el pasado. La pandemia del coronavirus, esa misma que según esto cayó como anillo al dedo, y más recientemente la invasión rusa a Ucrania, no por el hecho bélico en sí, sino por las consecuencias económicas, energéticas, alimentarias y geopolíticas para el mundo, México incluido. Este par de hechos pueden y serán utilizados como parte de una narrativa clave sobre la trascendencia de un alargue sexenal, en el que el revocatorio constituirá una pieza clave. Por ello tanto interés, no del pueblo en general, sí de quienes lo comandan.
¿Y el INE? Un estorbo costosísimo, y al que nada se le debe. Por el contrario, hay que triturarlo en la guillotina de la historia. Se le ve como un grupo privilegiado, un cogollo, ajeno al sentir y pensar del pueblo bueno y noble, el mismo en cuyo nombre preferencial se gobierna, y el mismo al que hay que defender de los neoliberales, fifis, corruptos y saqueadores, ciertos o reales, pero definitivamente la cáfila nacional.
En esos términos, y una vez superado el hecho dominical, lo que se viene será la guerra al INE y al sistema de representación proporcional instaurado con la reforma política incubada en 1997 para abrir cauce al juego y rejuego de un sistema, entonces caduco, y que se incubó tres décadas antes en México con los sucesos del 68.
Habrá que prepararse entonces para días políticos agitados, convulsos incluso. Las elecciones de junio serán un termómetro más en la escala de ebullición nacional, del que aún podrían surgir sorpresas. Veremos. Es tiempo de prepararse para los tiempos de turbulencia que están por llegar como parte de la transformación histórica de este país. ¿Será? Tiempo para ver.
@RoCienfuegos1