ROBERTO CIENFUEGOS J. Con la elección ayer domingo del ex rebelde y hoy senador, Gustavo Petro, en la presidencia de Colombia, este país sudamericano inaugura una nueva etapa de su vida democrática con un vuelco radical hacia la izquierda, en un experimento surgido de la fatiga del electorado colombiano tradicionalmente gobernado por conservadores y moderados, un péndulo agotado, y donde recobra vida la vía del populismo, una marea creciente en América Latina cuyos resultados también dejaron exangüe no hace mucho a la región, que insatisfecha parece buscar respuestas en viejas fórmulas políticas.
Tras una cerrada competencia con el magnate Rodolfo Hernández, un populista de derecha, el conteo preliminar de la Registraduría, con prácticamente el 100 por ciento de las urnas contabilizadas, Petro obtenía 50,48% y Hernández 47,26%.
A poco del conteo, el presidente Iván Duque felicitó en su cuenta de Twitter a Petro, y Hernández reconoció su derrota en un mensaje en sus redes sociales desde su casa en Bucaramanga.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, reticente por ejemplo a reconocer de inmediato el triunfo de Joe Biden en Estados Unidos, figuró esta vez entre los primeros de América Latina, junto con el argentino Alberto Fernández, en saludar el triunfo de Petro.
El triunfo de Petro destaca como una nueva victoria política de la izquierda en América Latina. Chile, Perú y Honduras eligieron presidentes de izquierda en 2021 y en Brasil, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva lidera las encuestas rumbo a los comicios presidenciales de octubre próximo.
Entusiasmado por su victoria, Petro declaró “día de fiesta para el pueblo. Que festeje la primera victoria popular”.
El presidente Duque contó que llamó a Petro ´para felicitarlo por su triunfo en el balotaje. Dijo que se reunirán ambos para garantizar una transición transparente.
A su vez, Hernández dijo en sus redes sociales que aceptaba el resultado y confió en que esta decisión sea beneficiosa para todos.
El electorado colombiano, unos 39 millones de votantes, dieron un giro radical a la escena política de su país. Duque, quien entregará el poder el 7 de agosto, enfrentó numerosas protestas callejeras de rechazo a una reforma fiscal que luego derivó en reclamos por la desigualdad, la violencia policial y el desempleo. Esto tras la pandemia del coronavirus.
Petro, de 62 años, ha prometido gobernar para “los nadies y las nadies”, como alude a las minorías y los pobres, que en Colombia alcanzan el 39% de la población, según cifras oficiales de 2021.
Maestro del discurso populista y en contra de las élites, Petro impulsará un alza impositiva para los sectores más adinerados y ampliará, según sus promesas de campaña, las garantías sociales que da el Estado a la población con educación pública gratuita desde la infancia hasta la universidad, empleo con un salario básico a quienes no lo encuentren y aumento de los subsidios.
Petro militó de joven en la extinta guerrilla M-19 y entregó las armas en 1991 cuando el movimiento insurgente firmó un acuerdo de paz.
Pero quienes adversan a Petro suponen que, el ascenso de la izquierda haga que Colombia “se convierta en otra Venezuela”, su vecino inmerso en una crisis política y social, origen de la migración de 2,2 millones de venezolanos hacia Colombia.
Para contener estas críticas, Petro ha sostenido, incluso bajo juramento, que no expropiará bienes, respetará la propiedad privada, las creencias religiosas y las pensiones.
Se comprometió a impulsar en sus primeros 100 días un plan de emergencia contra el hambre, una renta vital de medio salario mínimo (128 dólares) para las madres que lideren hogares, la cancelación del “fracking”, una técnica utilizada para extraer gas y petróleo de rocas profundas, y la condonación de los créditos de 10.000 jóvenes con la entidad pública que financia la educación superior.
Además, ha prometido una transición rápida de naturaleza energética para que Colombia pase de una economía depredadora a una para “la vida”.
Petro también ha prometido el relanzamiento de las relaciones diplomáticas con Venezuela, interrumpidas hace casi tres años, y tiene anunciada una serie de cambios en las relaciones con Estados Unidos para renegociar el tratado de libre comercio suscrito entre los dos países hace una década. Además, prevé fórmulas diferentes en el combate al narcotráfico, y se opone a las fumigaciones aéreas con glifosato para abatir los cultivos de coca, aunque el uso de este herbicida está prohibido en el país.
Se verá si Petro, cuya fuerza política es minoritaria en el Congreso, será capaz de cumplir las enormes expectativas colombianas, o si todo queda reducido a una vocinglería cuando la realidad supere la ficción del cambio prometido.
@RoCienfuegos1