ROBERTO CIENFUEGOS J. @RoCienfuegos1
De cara a las elecciones del 2024, que podrían y deberían verse como una disyuntiva entre el mantenimiento y aún la consolidación de una autocracia a través de la restauración definitiva de una nueva hegemonía política, tal y como hasta el año 2000 fue duramente criticada la que dejó de ser, y el mantenimiento de un sistema pro-democrático con sus pesos y contrapesos auténticamente constitucionales, los mexicanos en general, pero de manera especial los electores del país, tendremos que decidir entre mantenernos como simples espectadores de la frenética lucha de y entre los políticos que están dispuestos a cualquier cosa con tal de asirse al poder, o auténticos ciudadanos, decididos a poner a cada uno y a todos los actores políticos en un lugar adecuado.
Es claro que los próximos comicios del dos de junio serán prácticamente un plebiscito entre lo que hemos observado y constado en estos últimos cinco años con el ascenso al poder de la autodenominada Cuarta Transformación, y el sistema político, social y económico que aspiramos a seguir construyendo en México, uno diferente al que está en curso de construcción.
Es obvio además que se hace difícil imaginar lo que significaría nuestra decisión cuando el primer domingo de junio próximo nos plantemos de cara a la urna para ejercer el derecho supremo de elegir a nuestros gobernantes, sobre todo en unos comicios en los que estarán en juego unos 20 mil cargos de elección popular. Es altamente probable que el número de personas a elegir haga todavía más difícil la elección, más todavía con un Instituto Nacional Electoral que según las evidencias a la mano se muestra retraído cuando no titubeante y hasta permisivo con los principales actores políticos, al menos hasta este momento.
Aun cuando de manera insistente y un tanto cínica, pero sumamente calculada, se está sembrando la idea de que la 4T tiene la elección ganada y que sólo falta cumplir el calendario natural. Sin embargo, como casi siempre ocurre, en política nada está escrito y mucho menos para siempre. Hay hechos con la capacidad suficiente y otra vez sobrada que cambian en cosa de muy poco tiempo lo que se da por sentado en vísperas de una elección. En los comicios puede suceder lo que ocurre en ocasiones con un duelo de box sobre el ring, es decir, en los cuadriláteros como en la arena política, todo puede cambiar en muy poco tiempo.
Mire usted por ejemplo lo ocurrido hace un mes en Acapulco. El huracán “Otis”, más allá de su cauda de muerte y devastación, también sacudió al gobierno federal y ni se diga la manera en que puso en evidencia total su falta de operatividad logística y aún la inexistencia de recursos financiero para enfrentar al menos las primeras horas, las más crudas siempre, ante la emergencia acumulada y múltiple que enfrentaron y siguen enfrentando buena parte de la población guerrerense. “Otis” dejó ver las miserias gubernamentales y la tardanza para actuar.
Ahora, cuando presenciamos las voraces pugnas entre los aspirantes al poder, desde el cargo menor hasta el poder ejecutivo, los votantes mexicanos tendremos la oportunidad de decidir y poner a cada uno o una de estas y estos contendientes en el sitio que les corresponda. No deberíamos entonces reducirnos al papel de espectadores. Deberemos asumir nuestro papel de ciudadanos. Podemos y deberíamos hacerlo con información veraz, con conocimiento de los aspirantes, incluso a partir de un examen Foda, es decir, uno donde evaluemos las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas de quienes se apuntan para el poder. De esa forma al menos no habremos renunciado a elegir y mucho menos seducidos por el engaño. ¿No cree?
@RoCienfuegos1