ROBERTO CIENFUEGOS J. (@RoCienfuegos1). Con base en argumentos que vincula al respeto de los derechos humanos, la vida entre ellos claro, el presidente Andrés Manuel López Obrador confirmó que la cancillería, a cargo de Marcelo Ebrard, atiende ya una solicitud del narcotraficante mexicano, Joaquín Guzmán Loera, más conocido como “El Chapo”, así el jefe del Estado mexicano prefiera no llamarlo así.
Hay que decir que sorprende la disposición y rapidez para que en el caso en particular de “El chapo” se mueva casi de inmediato “el elefante” de la alta burocracia mexicana, lo que contrasta con otros casos, como por ejemplo la extensa huelga que impacta otros derechos humanos que significan nada en el caso de Notimex, la Agencia de Noticias del Estado Mexicano, hundida, desdeñada, olvidada hace más de mil días. Vaya contraste o diferencia de trato, ¿no?
La solicitud, que fue hecha llegar inicialmente a la embajada de México en Washington, que encabeza Esteban Moctezuma, ya fue referida por el presidente López Obrador. En ella, el abogado defensor de Guzmán Loera, José Refugio Rodríguez, pide que su cliente sea traído a México para que purgue su condena en una cárcel del país.
Argumenta en ese documento, un correo electrónico originalmente, una serie de “irregularidades” relacionadas con la propia extradición del criminal al vecino país del norte en tiempos del gobierno de Enrique Peña Nieto y del entonces canciller Luis Videgaray.
Según Refugio Rodríguez, la entrega del narcotraficante a Estados Unidos “fue en evidente violación al tratado de extradición y específicamente a la regla de especialidad”.
Añade que Guzmán Loera, confinado en una prisión de alta seguridad en Florence, en Colorado, sufre condiciones inhumanas de reclusión.
Ante ello y sin duda fiel a su convicción humanista, López Obrador confirmó este 18 de enero en su conferencia matutina habitual que la cancillería, a cargo de Ebrard, ya está atendiendo la petición de Guzmán Loera.
López Obrador consideró posible “buscar vías e instancias internacionales” debido a que se trata de una supuesta violación a los Derechos Humanos. “No se puede decir no, se tiene que argumentar”, indicó el mandatario.
Ebrard, cauto, pero disciplinado a la instrucción presidencial, dijo que revisará el caso con la Fiscalía General de la República, aun cuando apuntó que el narcotraficante está cumpliendo una condena en Estados Unidos. Incluso anticipó con franqueza que no le ve posibilidades a la solicitud de Guzmán Loera. Pero, claro, tiene el encargo del presidente, una razón y argumento poderosos e inescapables.
No es la primera vez que López Obrador hace guiños a Guzmán Loera y la familia de éste. Se recuerdan el saludo personal a la madre de Guzmán Loera en marzo del 2020 en Badiraguato, que justificó con el argumento de que saludó a una “anciana”. Además de saludarla, el presidente le confirmó que ya había recibido una carta enviada por María Consuelo Loera.
En esa carta, la mamá de “El Chapo” pidió ayuda al mandatario para que su hijo fuera repatriado y/o la apoyara para conseguir una visa humanitaria que le permitiera visitarlo en Estados Unidos. También allí dijo que su hijo fue entregado ilegalmente al gobierno estadunidense.
López Obrador acusó a sus críticos de hacer “un escándalo” por haber saludado a la señora María Consuelo, una mujer –dijo entonces- “respetable independientemente de su hijo”.
López Obrador justificó también entonces la atención dispensada a la señora mamá del capo con base en razones humanitarias y se declaró “heterodoxo” en esos asuntos, cuya atención –justificó- le dicta su conciencia.
Ciertamente pueden o no compartirse los motivos que han movido la actuación en “conciencia” del presidente en estos temas, que podrían tener como él mismo dice, sostiene y defiende un trasfondo profundamente humano. De eso podría no haber duda.
Y sin embargo, es de llamar la atención pronta y expedita que el Jefe del Ejecutivo mexicano dispensa en casos como éste frente a otros, también de fuerte contenido humano, y que se han pospuesto por muchos días, por muchas semanas, incluso por muchos meses y aún años.
Aludo, por ejemplo, el caso de la huelga que persiste en Notimex, que rebasa los mil días de duración con toda su cauda de sufrimiento, injusticia, insensibilidad, y más aún, ilegalidad. En el caso de esta agencia es claro que no ha habido hasta ahora derechos humanos que valgan y mucho menos posibilidades de respetar y hacer respetar la ley. De eso, nada.
Pese a la extensión de ese conflicto laboral, que afecta y muchísimo, a decenas de trabajadores y sus familias, ni el presidente y menos sus colaboradores más cercanos han dado la atención debida para resolver una situación, que atraviesa las condiciones de vida y aún las propias vidas de numerosas personas, despedidas, ultrajadas, ninguneadas y sometidas en muchos casos a prolongadísimos juicios laborales en busca de impedir que se sumen más daños personales, patrimoniales, profesionales y familiares ante el intento de autoridades de Notimex de escamotear derechos e indemnizaciones que por ley les corresponde.
Ojalá, al menos hubiera la misma sensibilidad presidencial en el caso de Notimex, que la exhibida públicamente para atender por razones humanitarias y/o de derechos humanos, la situación que enfrenta la familia Loera Guzmán. ¿Es mucho pedir? ¿O cómo hay que pedirlo? Ya se ha hecho de muchas formas y pues nomás “nanay”. Y la verdad, la discriminación es fea compañera del humanismo.