ANTONIO ORTIGOZA VÁZQUEZ (Especial Expediente Ultra). «Este gallo no lo despluman», esa expresión no es otra cosa que el reconocimiento pleno de que el «Caso Houston» le ha golpeado directo al corazón, en varios sentidos: en cuanto a las lesiones que resiente su imagen y en cuanto a que le pegan a un hijo.
La frase de Juárez es real, al menos la recogieron varios historiadores. Cuando sale de la cárcel, después del autogolpe de Comonfort, se proclama «presidente legítimo» ante un grupo de diputados también excarcelados, en plena calle.
Algunas versiones señalan que se robó un caballo por ahí mal puesto y puso rumbo a Guanajuato. El gobernador era liberal y enfrentó a las tropas de los conservadores, los que derrotaron al general Osollo Pancorbo.
Fue el comienzo de la «Guerra de los Tres Años», Juárez minimizó esa derrota, que puso al descubierto las grandes fallas de los militares liberales, y soltó la frase: «Sólo le quitaron una pluma a mi gallo».
Puso rumbo a Guadalajara donde, en un incidente muy polémico aún, se salvó por segundos de ser fusilado, o más bien, asesinado por un piquete de soldados que dudaron ante la intervención de Guillermo Prieto.
Los liberales perdieron la guerra en sentido estricto, pero el Tratado McLane-Ocampo abrió camino a la intervención de Estados Unidos a favor de Juárez y el liberalismo.
AMLO la llevaba de maravilla. Todo era miel sobre hojuelas, pero se pasó de tueste con sus agresiones sin ton ni son. Lastimó a mucha gente y muchos grupos con calumnias, insultos, majaderías, todo con insolencia y mistificaciones.
Y le comenzaron a pegar en el flanco que, precisamente, no cuidó porque era de «papel de china»: Su falsa moral, su fariseísmo quedó crudamente expuesto.
En añadidura, su torpeza para enfrentar una crisis.
Ahora sí, se puede decir que la moneda está en el aire.
@ortigoza2010