SILOGISMOS

A CUATRO DÍAS DE WASHINGTON… LA DEA COBRÓ LA CUENTA PENDIENTE

*De García Ábrego a Caro Quintero

ANTONIO ORTIGOZA VÁZQUEZ (@ortigoza2010). El tecnócrata Ernesto Zedillo hizo valer las «facultades metaconstitucionales», pero el populista López Obrador fue frenado por un juez. Paradojas de los tiempos del México turbulento.

Juan García Ábrego se dio cuenta cuando ya estaba en la entrada del jet oficial y forcejeó. Pero su suerte estaba echada: iba a una prisión de Houston, Texas, a 24 horas escasas de su captura. Los trámites judiciales obligados para una extradición en forma fueron obviados. Era 1996 y los restos del presidencialismo a la mexicana le bastaron al presidente para hacer valer su «úkase»: «Él nació allá, que allá lo juzguen», dijo el doctorado en Bradford, Inglaterra, además de Colorado y Yale. Como cualquier político de rompe y rasga de los tiempos del «Alazán Tostado».

En cambio, el tabasqueño que tardó 14 años para un muy polémico título en ciencias políticas de la UNAM, se ha visto en el trance de verse frenado por un juez y Caro Quintero no irá, «por el momento», a Estados Unidos: hay un riguroso procedimiento en amparo y otras garantías que cumplir.

Pero eso sí: La «Drug Enforcement Agency»  (DEA) ya pudo saborear -nueve años después- la dulce venganza de haber logrado la captura del asesino del agente Enrique «Kiki» Camarena, en los precisos momentos en que, resurgido con fuerza creciente en Caborca, ya comenzaba a ganar terreno a las organizaciones rivales.

Entre tanto, se dio el curioso espectáculo de la presidencia de la República y la DEA, adjudicándose cada cual por su lado, el mérito de la captura, y con el embajador yanqui Ken Salazar, echando su cuarto de espadas por López Obrador, en un risible toma y daca.

En esa barahúnda, escasamente diplomática, quedaba por ahí la sensación: Caro Quintero tenía nueve años de haber salido libre «por un tecnicismo» en 2013, cuando en realidad un juez encontró que en el juicio contra el narco y asesino, en 1985, se hizo todo para echar a la basura la letra de la Constitución y las leyes, se juzgó a Caro Quintero por legislaciones no aplicables y, claro, ordenó su libertad. Eso fue mucho más allá que «un tecnicismo», como difundieron muchos diarios y televisoras.

La DEA, de inmediato, pegó de gritos, pero Caro Quintero «había desaparecido».

Simplemente, los «grandes esfuerzos» para la recaptura no rendían frutos. Pero sucedió que hace poco, el presidente Biden «invitó» a López Obrador para una charla amistosa en la Casa Blanca. Habían quedado muchos fierros en la lumbre con el desaire a la Cumbre de las Américas y urgía aclarar paradas.

Hubo notorias anomalías en el protocolo de Estados Unidos en la visita: para comenzar, AMLO no fue alojado en la «Casa Blair», como es tradicional; no hubo acto oficial en el Jardín de las Flores de la Casa Blanca, Biden ni siquiera -literalmente- invitó un café al mandatario visitante, ni hubo reunión a puerta cerrada. Solo un desayuno con la vicepresidenta Kamala Harris, y de lo platicado ahí, ni una palabra. De pronto, AMLO anunció la compra de leche en polvo y de fertilizantes.

¿Solo eso para una visita «de Estado»?. Un subdirector de área de la Secretaría de Economía pudo haberlo hecho, con gastos mínimos.

Pero… cuatro días después apareció el peine: Caro Quintero, con 70 años encima, fue capturado en una acción confusa, contradictoria y con muchos oscuros, en las inmediaciones de Choix, al norte de Sinaloa, donde, por pura casualidad «se cayó» un helicóptero «Blackhawk» y 14 marinos murieron. (Noticia difundida varias horas después de la captura).

Pero para entonces, ya desde las oficinas centrales de la DEA se tocaron fanfarrias para presumir que fueron sus agentes encubiertos, en un trabajo de nueve años, los que lograron conocer los movimientos, las guaridas, la forma de moverse y con quiénes, del septuagenario criminal, en lo que inclusive se fusilaron la frase de Churchill con lo de «sangre, sudor y lágrimas».

Claro, AMLO, en la «mañanera» del lunes 18, sin cuidarse de algo de lógica ni concordancia, al mismo tiempo que afirmó «el Blackhawk participó en el operativo” , negó que el aparato haya sido derribado por los narcos que protegían a Caro Quintero.

Que es lo mismo: que fue «falla mecánica», pero falta lo que diga la firma «Blackhawk» fabricante de esos helicópteros y no sería raro que en sus peritajes descubriese una falla en cuanto a mantenimiento, por restricciones presupuestales, como sucede en el país a partir del primero de diciembre de 2018.

Y mientras tanto, Caro Quintero se prepara para una larga temporada en Almoloya, listo para sobar la mano con dólares a directivos y vigilantes de infantería, y eso, mientras los jueces se toman su tiempo.

«No somos iguales» dirá de nuevo el director de la orquesta del Salón Tesorería de Palacio Nacional.

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