
DAVID MARTÍN DEL CAMPO
SemMéxico, Ciudad de México. Sonreír o no sonreír. Los que la han presenciado saben que la primera sonrisa de un bebé es un éxtasis de redención. La risa de complicidad, “ya sabes que yo sé que tú eres tú”. Después de ese momento la vida es otra cosa. Aunque puede ocurrir que esa mueca de connivencia no se presente sino mucho después, digamos cuando la criatura retorna del colegio con un cinco en conducta.
El jueves pasado falleció Eduardo Manzano, el segundo de “Los Polivoces”, llevándose consigo la última sonrisa de los veintesigleros. A los 87 años, el gordo de la pareja se fue con su edípico grito “¡Ahí madre, ahí madre…!” que en su papel de Gordolfo Gelatino celebraba las puntadas de Naborita, la anciana madre, protagonizada por su mancuerna escénica Enrique Cuenca.
El dúo de las carcajadas, en sus apariciones televisivas, representaban otros papeles igualmente cómicos: Chano y Chon, Pasiflorino y Acelerino, los hermanos Lelos, Mostachón y el Wash&Wear, y desde luego los dos agentes de La Policía Siempre en Vigila. En sociedad con el libretista Mauricio Kleiff, habitaron las pantallas de Televisa durante sus buenos 20 años.
Uno de los pecados capitales de la literatura (y en general de las artes narrativas) es la “Agelastia”, concepto que en griego significa eso; “el que nunca ríe”. O, alguien diría, aquel al que siempre hay que explicarle los chistes. Gente adusta, ceñuda, estreñida a perpetuidad. A nada le hallan la gracia, no gustan de oír guasas, viven con el rictus trascendente del existencialismo de la mala muerte. Gente que, como me confió un taxista en Madrid, pertenecen al bando de los QSJ. Gente que todo lo ve gris, podrido, y se la pasa gruñendo… La secta ésa, de los “que se jodan” si no quieren ser felices. O estar contentos, que la vida se nos va en un suspiro y no vale desperdiciarla rezongando a diestra y siniestra.
Los Polivoces eran el sol en las noches del jueves. Había que ganar el mejor rincón del sofá, apoltronarse, escuchar la musiquita que los anunciaba y sus capítulos breves escenificando a ese dueto despistado, exagerado, arrancándonos las carcajadas por atolondrados. Género humorístico, le llaman los sabios, y que nos persigue desde que Eurípides y Sófocles pisaron el teatro. Comedias, farsas.
Los duetos cómicos han sido la clave del género en televisión. Recuérdese, si no, a Viruta y Capulina, Manolín y Schilinsky, Chabelo y Gamboín, Madaleno y Daniel Pérez Alcaraz, el “Loco” Valdés y Alejandro Suárez, Pompín y Nacho, el Chavo del Ocho y el profesor Jirafales. En fin, no terminaríamos, aunque hay que añadir, desde luego, la pareja clásica del Quijote y Sancho Panza, o el Gordo y el Flaco (Stanley and Laurel), por no mencionar a Tres Patines y Mamá Nananina de “La tremenda corte” que transmitía la radio mexicana luego de su expulsión de Cuba.
En palacio el monarca siempre buscó la sonrisa de la pandilla de bufones. Cuando el príncipe Hamlet alza la calavera para emitir su famosa frase, está reconociendo la calaca de Yorick, el bufón de su niñez, sobre el que cabalgaba juguetón y reía hasta llorar. Ahora “ser o no ser”, es la sentencia que se repite en otros palacios, sabiendo de antemano la respuesta.
Cuentan que el presidente Miguel de la Madrid celebraba las ocurrencias de dos de sus ministros más divertidos: el secretario de Agricultura, Eduardo Pesqueira, y el regente del DDF, Ramón Aguirre. Se hacía acompañar por ellos, animándolos a contagiarle su buen humor. La peor broma de Pesqueira (se recordará) fue cuando en una gira le colocó de sopetón una peluca anaranjada al titular de Programación, Carlos Salinas… quien nunca le perdonaría la broma.
Reír es una necesidad humana, casi tanto como dormir. Los súbditos de Agelastos seguirán por la vida soltando bilis y rezongos. Sin Los Polivoces, sin Chaplin en las pantallas (ya no lo transmiten) la vida es quizá más trascendente, más Wifi, más actualizada por el Facebook y el TikTok, aunque definitivamente hemos perdido la risa espontánea de antaño. Ay, las carcajadas de Gordolfo Valentino, que eran de portento. Tienen la palabra el huachicol y los aranceles. Bienvenida la era de los bostezos… ¡Telón!
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