Servando Gómez “La Tuta” se dice víctima de torturas… y lo amparan

>> Un juez lo ampara para que ya no lo “maltraten”

José Sánchez López

Ciudad de México, 27 de marzo (entresemana.mx). Bajo el argumento de ser víctima de torturas y mantenerlo incomunicado, Servando Gómez Martínez, “La Tuta”, fundador de La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios, obtuvo un amparo del Juzgado Octavo de Distrito, José Fernando García Quiroz.

También pidió la protección del Poder Judicial, para evitar el traslado del penal de El Altiplano, en Almoloya, Estado de México, a otro centro de reclusión de alta seguridad; el juzgador señaló el 14 de abril para determinar si concede o no  la suspensión al capo.

En diciembre del año pasado, un juez federal impuso a La Tuta una pena de 47 años, seis meses de cárcel y 13 mil 50 días multa por delincuencia organizada y contra la salud, que se sumó a la de 55 años de prisión dictada en junio de 2019 por el secuestro de un empresario en Michoacán.

Pero… ¿cuál es el historial delictivo de este obscuro personaje?

LA TUTA

>> Fue condenado a 102 años de cárcel

>> Campesino, maestro, predicador y esotérico capo michoacano

>> Su “Tutoteca” llevó a la cárcel a políticos y autoridades   

Con las sentencias de 47 y 55 años que acumulan 102 años de cárcel, Servando Gómez Martínez, “La Tuta” (polilla perforadora del tomate) o “El Profe”, maestro normalista, predicador y capo del narcotráfico adicto al esoterismo y al Tarot, quedó sepultado en vida en prisión.

Actualmente Gómez Martínez se encuentra recluido en el penal federal de máxima seguridad de El Altiplano, en el Estado de México, donde enfrentó procesos judiciales derivados de ocho órdenes de aprehensión por secuestro, extorsión, homicidio, tráfico de armas, delitos contra la salud y delincuencia organizada.

Gómez Martínez, fundador de la Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios, y, en su momento, considerado como uno de los objetivos prioritarios del gobierno mexicano, fue capturado por agentes de la Policía Federal la madrugada del viernes 27 de Febrero de 2015, en Morelia, Michoacán, sin que se disparara un solo tiro.

Dos días antes de su aprehensión, se reportaron una serie de operativos en la zona limítrofe de los municipios de Arteaga y Tumbiscatío, Michoacán, donde fueron detenidas varias personas ligadas al capo, lo que habría derivado en su captura.

Michoacán estaba convertido en un estado sacudido por la violencia y enfrentamientos entre Los Caballeros Templarios y las fuerzas federales, por lo que era el principal objetivo del entonces presidente Enrique Peña Nieto para recuperar el control.

En septiembre, las autoridades mexicanas confiscaron diversas propiedades a Servando Gómez Martínez; entre estas, un centro de reuniones, un hotel y una gasolinera.

El entonces procurador del estado de Michoacán, José Martín Godoy Castro, precisó que el centro de reuniones era una bodega ubicada en el cruce de las calles Cuauhtémoc y Benito Juárez, en el municipio de Tumbiscatío.

Este lugar era utilizado por «La Tuta» para reunirse con alcaldes, empresarios, políticos, personajes públicos y hasta con reporteros, a los que giraba instrucciones para que protegieran y apoyaran a la organización criminal.

La bodega simulaba ser un negocio de lavado de vehículos abandonados, que «La Tuta» utilizaba para realizar videos y fotografías a todas las personas con las que se reunía.

A unos metros de la bodega, sobre la calle Benito Juárez, las autoridades confiscaron un hotel con razón social Lupita, el cual servía para hospedar a operadores y grupos de sicarios de «La Tuta».

Las autoridades comprobaron que este hotel fue utilizado en 2014 para una entrevista que concedió «La Tuta» a un canal de televisión de Estados Unidos.

El tercer inmueble confiscado, fue una estación de gasolina que se ubica en la carretera entre Tumbiscatío y el municipio de Arteaga, de donde es originario «La Tuta». Según datos de la Fiscalía, la posesión de esta gasolinera fue resultado de un despojo que hizo «La Tuta» a un político del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

A esos decomisos contra el grupo de Los Caballeros Templarios que comandaba «La Tuta», se sumó la clausura de una veintena de bares, discotecas y centros nocturnos de los municipios de Morelia, Uruapan y Lázaro Cárdenas, que eran utilizados para lavar el dinero sucio.

El Gobierno incautó, a principios de 2014, diversas minas de mineral de hierro que eran explotadas por órdenes de «La Tuta» para su exportación ilegal a países de Asia.

Los Caballeros Templarios es una organización criminal que nació en diciembre de 2010, como escisión de La Familia Michoacana y a la fecha es señalada como productora de drogas sintéticas que trafica a los Estado Unidos.

Culto y de alto perfil mediático, Gómez Martínez, lideró La familia Michoacana, primero, junto con Nazario Moreno González. El Chayo y después fundó Los Caballeros Templarios a raíz de la muerte de su mentor El Chapo.

Cuando la Marina reaprehendió a Joaquín «El Chapo» Guzmán, en febrero de 2014, lo sometieron a un interrogatorio durante el vuelo que lo trasladó del puerto de Mazatlán, en Sinaloa, a la Ciudad de México. Al preguntarle, entre otros, de Servando Gómez Martínez y Los Caballeros Templarios, dicen que el líder del Cártel de Sinaloa respondió “son unos rateros, mugrosos”.

La Tuta había sido aliado del Cártel de Sinaloa en Michoacán, desde que formaba parte de la cúpula de La Familia Michoacana, uno de los grupos criminales más peligrosos y extraños que ha habido en México, una suerte de organización criminal y secta religiosa que mezclaba rituales espirituales de secta con prácticas asesinas sanguinarias.

La Familia Michoacana fue fundada por Nazario Moreno González, un narcotraficante evangélico al que llamaban El Chayo o El Más Loco, quien obligaba a sus integrantes a someterse a los principios de su liderazgo.

Nazario, quien al parecer había formado parte del Cártel del Milenio, había abrevado “inspiración” de autores como el cristiano John Eldredge, el católico Carlos Cuauhtémoc Sánchez y al orador motivacional, Miguel Ángel Cornejo.

El Chayo también era autor de un pasquín que tituló como «Pensamientos», doctrina obligada para los miembros de La Familia Michoacana. Aseguraba que el grupo criminal tenía una función social y para justificar sus ilícitos llegaron a fundar escuelas, hospitales y clínicas de desintoxicación y prestaban dinero a campesinos, aunque su objetivo real era regular y controla el comercio de las drogas.

A este grupo criminal se integró «La Tuta», nacido el 6 de febrero de 1966 en el municipio de Arteaga. Un maestro de escuela primaria que en principio le gustaba solamente nadar en el río, cultivar la tierra y ayudar a jóvenes con problemas de adicciones.

DE MAESTRO DE PRIMARIA A NARCOTRAFICANTE

Servando Gómez Martínez había estudiado hasta un nivel equivalente a la licenciatura, en el Centro Regional de Educación Normal (CREN) de Arteaga. Primero fue maestro de primaria en el municipio de Quiroga y en 1985 consiguió su plaza permanente en la escuela primaria «Melchor Ocampo», ubicada en una colonia semiurbana llamada El Ejidal.

Por ello lo conocían también como “El Profe”, un hombre desenvuelto, comunicativo, que sabía de lo que habla”, según descripción de Rafael Guerrero, ex director del CREN de Arteaga, donde dicen que La Tuta incluso fundó el primer centro de ayuda contra las adicciones.

Su incursión en el narcotráfico es misteriosa y poco clara.

En su libro Historia del narcotráfico en México (2013), Guillermo Valdés, ex director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) afirma que su incursión se remonta a 2001.

Ese año La Tuta, El Chayo y otros líderes regionales como Enrique Plancarte Solís, El Kike y Jesús Méndez Vargas, El Chango, fundaron el grupo criminal «La Empresa», que en sus primeros años operó en alianza con el Cartel del Golfo.

La Empresa rompió con sus socios en 2006 y en ese momento cambió su nombre por La Familia Michoacana y se alió con el Cártel de Sinaloa para expulsar a Los Zetas de su región.

LA MACABRA Y SINIESTRA APARICIÓN DE LA FAMILIA

En la madrugada del jueves 7 de septiembre de 2006, el terror y el horror llegaron a bordo de tres camionetas y se aposentaron frente a la puerta del prostíbulo Sol y Sombra, en el municipio de Uruapan, Michoacán.

Una veintena de individuos encapuchados, con rifles AK-47 y AR-15, ataviados con uniformes de la entonces Agencia Federal de Investigación (AFI), cuyo jefe era Genaro García Luna, abrió fuego sin conmiseración sobre el local.

El estruendo de la ráfaga de detonaciones hizo que bailarinas, empleados y clientes se tiraran al suelo y entonces los “agentes”  entraron. Dos de ellos se acercaron a la pista de baile y sacaron de una bolsa cinco cabezas y las arrojaron al centro de la pista.

Se fueron sin mediar palabra, pero antes dejaron un narcomensaje:

“La familia no mata por paga. No mata mujeres, no mata inocentes. Solo muere quien debe morir. Sépanlo toda la gente. Esto es justicia divina”

Tras el ataque de 2006, Francesc Relea, entonces corresponsal del diario El País en México, viajó a Uruapan y habló con un taxista que le resumió lo que le produjo la noticia del lanzamiento de las cabezas en el antro: “El ser humano puede acostumbrarse a todo”.

Guillermo Valdés indicó que La Tuta, a base del terror, fue clave para posicionar a La Familia Michoacana en tofo el estado, sobre todo en comunidades rurales.

Pero además, en su calidad de docente, Gómez Martínez participó en el movimiento magisterial de izquierda en Michoacán y Guerrero, en la zona de Tierra Caliente, considerada en su momento como epicentro de movimientos guerrilleros que surgieron desde 1960.

De esa experiencia La Tuta aprendió estrategias de penetración social, tácticas de lucha guerrillera y formas de sobrevivencia en la clandestinidad, pero además había otro rasgo de personalidad que lo distinguía: su afición al esoterismo y a la lectura del Tarot.

Las cartas eran su oráculo y a partir de su interpretación tomaba decisiones como seleccionar rutas para trasegar droga, elegir dónde esconderse o hasta  asesinar a enemigos o supuestos traidores.

La influencia de El Chayo había sido determinante en la personalidad de La Tuta, que impuso reglas inusuales para narcotraficantes, como prohibir que consumieran drogas, conducir en estado de ebriedad, agredir a mujeres e incluso castigar hasta con la muerte a quienes cometieran abusos sexuales.

Esa mezcla de pensamiento y prácticas de secta religiosa con las de la guerrilla y el narcotráfico, le dieron a La Familia Michoacana una fama de congregación “liberadora”, al reclutar a jóvenes adictos a las drogas tras un proceso de desintoxicación,

La Tuta sería identificado como «uno de los hombres más violentos de la Familia Michoacana, al grado de ser capaz de asesinar sólo porque las cartas del Tarot le revelaban que alguien lo traicionaría.

LA TEMIBLE TUTOTECA

Aficionado a las peleas de gallos y a la música banda, con facilidad de palabra y don de convencimiento, las autoridades lo calificaban como un hombre inteligente, calculador, manipulador y mediático.

Por estas capacidades, La Familia le asignó funciones de negociador y estratega para desacreditar a funcionarios o proponer públicamente pactos y diálogos con el gobierno federal.

 

Incluso se dio el lujo de ofrecer entrevistas, desde la clandestinidad, a cadenas de televisión extranjeras como Fox y Channel, en las que varias veces dijo que “todos los políticos, del partido que sea, piden ayuda para poder ganar y después se les olvida quiénes los llevaron al poder”.

Le correspondió hacer los primeros mensajes en mantas dirigidos a la sociedad michoacana. También se le atribuyó la redacción de un texto publicado en el periódico AM del municipio de La Piedad, en el que amenazaba a quienes no votaran por el PRI.

Todo lo anterior hizo de Servando Gómez un narcotraficante mediático que eligió los videos como su principal canal de comunicación.

En un audio difundido a través de las redes sociales, el propio Servando Gómez Martínez reconoció que por instrucciones propias se grabaron en video más de 200 reuniones que sostuvo con alcaldes, senadores, diputados, empresarios, periodistas y hasta con un gobernador de Michoacán.

En julio de 2014, un video capturó una conversación que tuvieron el líder de Los Caballeros Templarios y Rodrigo Vallejo Mora, hijo del ex gobernador del estado.

Otro político que fue exhibido en uno de los videos por lo que se le vinculado a este narcotraficante y tuvo que pasar cuatro años en prisión, fue el gobernador interino, Jesús Reyna García.

La Tuta también era el responsable de coordinar a los lugartenientes de La Familia y supervisar los cargamentos de cocaína, cristal y marihuana hacia Estados Unidos.

Para su protección, tenía a su cargo a más de una veintena de sicarios con las que se desplazaba en una camioneta doble cabina color rojo y una pick  up blanca. En Arteaga tenía seis domicilios, entre ellos los ranchos «La Tuta», ubicado en la carretera Las Cañas-Arteaga, y «El Encino».

SANGUINARIO, RAYANO HASTA LA CEVICIA

A pesar de todo el poder acumulado, las rencillas internas quebraron a La Familia y de su fractura nació la organización criminal de Los Caballeros Templarios que quedó en poder de La Tuta al caer abatido El Chayo, en marzo de 2011.

La nueva organización se volvió más violenta y aumentó su peligrosidad. Las autoridades aseguraban que Los Templarios recurrían a ritos, ceremonias de iniciación y hasta sacrificios humanos para mantener el orden y la disciplina entre sus miembros.

De la mano de La Tuta, los Templarios extendieron su poder y presencia de Michoacán hacia el Estado de México, Baja California, Tamaulipas, Jalisco, Nayarit, Guanajuato, Colima, Querétaro y Chiapas.

El Profe aseguraba que sus muchachos (sicarios) se portaban bien, y quienes rompían las reglas eran castigados, “chueco o derecho somos un mal necesario y aquí estamos”, decía en uno de sus videos.

EL CERCO EN TORNO DE LA TUTA SE ESTRECHABA

Para entonces, la cabeza de La Tuta ya tenía precio en México y Estados Unidos, donde ofrecían una recompensa de 2 millones de pesos en nuestro país y de 2 millones 500 mil dólares en la Unión Americana.

En febrero de 2013 aparecieron grupos de autodefensa que expulsaron a Los Templarios de varios municipios de Tierra Caliente.

Meses después, el gobierno federal desplegó toda su fuerza en la zona para apoyar a los guardias comunitarios. En pocas semanas los principales líderes templarios murieron o fueron detenidos.

La persecución en su contra obligó a La Tuta a vivir en cuevas y a viajar a lomo de caballo o burro para evadir a la autoridad, y aunque recurrió varias veces a mensajes en video para pedir la paz al gobierno de Enrique Peña Nieto no hubo tregua.

Y así era prácticamente como tenía que vivir, a salto de mata, perseguido como una fiera: cercada en cuevas, entre bichos y sabandijas, sin luz, sin agua, sin ninguna comodidad. Donde no llegaba siquiera la señal del teléfono y siempre con sus perseguidores detrás.

La situación era insostenible. Acostumbrado a tener todo y cuando lo quisiera no podía aceptar seguir viviendo acorralado como un animal.

Lo irónico es que contaba con todos los recursos y medios suficientes para salir de ahí; así que, cansado de huir por más de un año y refugiarse en escondrijos de la sierra, decidió jugársela.

Lo primero sería hallar un buen refugio y que mejor que una de sus múltiples propiedades en Morelia, Michoacán; después ubicar a un buen cirujano plástico, capaz no solo de cambiarle la cara, sino la inflexión de voz, el color de los ojos, el pelo y todo lo que fuera necesario.

Para ello escogió una de las casas que tenía en la capital del Estado (no menos de una docena), situada en el número 52 de José Irazábal, entre Margarita Maza de Juárez y Jesús Romero Flores, colonia Oviedo Mota, cerca de la Casa de Gobierno de Michoacán.

Qué mejor escondite que en las mismas narices de quienes lo estaban buscando, además de que ya se acercaba su cumpleaños, el 6 de febrero, y no podía pasar desapercibido, había que festejar con todo pese a la policía.

Pero Servando no contó con que las fuerzas federales, no las locales y estatales a las que tenía compradas, ya le pisaban los talones y cada vez más el cerco se cercaba.

Desde muchos meses antes, la división de Inteligencia de la Policía Federal había traspasado sus filtros de seguridad y ubicado a uno de sus hombres de confianza, un mensajero del que seguían paso a paso todos sus movimientos.

La clave para ubicar con certeza la casa donde se escondía el capo, de 49 años de edad al momento de su captura (actualmente tiene 56). paradójicamente fue la fecha de su cumpleaños, el 6 de febrero, cuando el mensajero llegó al domicilio y se observaron situaciones distintas a las habituales.

Cajas de refrescos, comestibles, bebidas y hasta un enorme pastel, al que solo le faltaban las iniciales de La Tuta, fueron introducidas al citado domicilio donde a partir de ese día la vigilancia se estrechó y no se descuidó ni un solo movimiento.

Finalmente, el cerco se cerró y la madrugada de ese día, a las 04:22 horas, cuando Gómez Martínez salía cubierto con una bufanda y una gorra, cayó en manos de la policía en una operación “quirúrgica”, sin un solo tiro y sin darle tiempo a ninguna reacción.

Tan solo nueve minutos más tarde, el teléfono despertó al presidente de la República, Enrique Peña Nieto.

-Disculpe que lo moleste, pero es para informarle que ya agarramos a La Tuta, dijo ufano el entonces secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong a su jefe.

Tras su aprehensión, se cateó el domicilio y se detuvo a Gustavo Herrera Avilés, María Antonieta Luna Ávalos, Juan Manuel Ayala Maldonado, Édgar Augusto Ramírez Aro, Fabrizio Magaña Jurado y Jesús Armando Magaña Gutiérrez, todos de Uruapan; así como a Cristian Emmanuel Arias Sánchez y Marcelo Reyes Sánchez, de Guadalajara.

Se les decomisaron un lanzagranadas, con tres granadas de fragmentación, cuatro armas largas, siete armas cortas, dos cargadores de disco, tres tubos silenciadores, un paquete de cocaína, tres vehículos, ropa táctica de policía y trípticos de Los Caballeros Templarios.

De manera simultánea se había llevado a cabo la detención de Flavio Gómez Martínez, de 43 años, hermano de Servando, quien administraba los recursos de la familia, en Mérida, Yucatán.

Durante su reclusión, La Tuta se ha quejado de discriminación, abuso de autoridad, tortura física y psicológica, tratos crueles e inhumanos, humillantes, denigrantes, vejaciones golpes, palabras obscenas y de la negativa de atención médica en la especialidad de psiquiatría, por parte de las autoridades penitenciarias.

Servando Gómez, de acuerdo al Juzgado Cuarto de Distrito de Procesos Penales Federales en el Estado de México, conforme a la causa penal 67/2006, tenía ocho órdenes de aprehensión por secuestro, extorsión, homicidio, tráfico de armas, delitos contra la salud y delincuencia organizada.

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