ARTURO ORTIZ*. En un momento clave de nuestra historia, cuando asumimos que sistemas de trabajo e interacción se volvían obsoletos, existen prácticas que tristemente permanecen en nuestra vida, como la reconfiguración de la escalvitud.
Aunque la trata de personas es uno delitos más lucrativos para la delincuencia organizada, es uno de los menos investigados y sancionados por la autoridad.
La narrativa oficial ni siquiera la menciona como un delito de alto impacto social: la ignora y mimetiza con la cotidianeidad la explotación reiterada de una persona. Es la esclavitud moderna que victimiza a grupos vulnerables: niños, mujeres, migrantes, ancianos, indígenas…
Se asume que este delito sólo se refiere a la explotación sexual, pero también existe la laboral y la mendicidad forzada, que aunque que son muy frecuentes, son poco visibilizadas.
Sin embargo, existen infinidad de formas de trata de personas, como la utilizada para experimentación médica o de sustracción de órganos. En esta tipología existe mayor sofisticación y contubernio por parte de médicos e instituciones de salud y una tendencia ascendente es sustraer recién nacidos de los centros hospitalarios. También se asume que muchos infantes se sacrifican para realizar rituales asociados a la magia negra y brujería.
La trata de personas aumenta porque pese a regularse penalmente, existen grandes redes personales e institucionales para apoyar este lucrativo negocio criminal.
La situación geográfica de México y su tránsito continuo de migrantes, lo ubican como una nación en la que se favorece la nueva esclavitud que en el plano real tiene muchas víctimas pero que no se denuncia y, por ende, no resulta documentado ni fácil de rastrear.
Por ejemplo, Tlaxcala, reconocida como la principal entidad donde se sistematiza la trata de personas, tiene registrado sólo un caso en este año. Eso habla de la baja o nula tasa de denuncias y la subsecuente impunidad.
Dado el alto impacto financiero de este delito, el estudio Lavado de dinero en la trata de personas, desafíos para su atención, recomienda combatir la trata de personas a partir de sus flujos monetarios, diseñar tipologías especializadas en la trata de personas como explotación sexual, trabajo forzado, tráfico de órganos y explotación infantil, actuar contra los mecanismos más rústicos que representan desafíos a la política contra el lavado de dinero en México.
Pero más allá de esto, de seguir el rastro del crimen a través de las huellas monetarias, existen dos acciones contundentes que no deben soslayarse: la educación y divulgación de este delito y la capacitación de los grupos vulnerables para que eviten ser víctimas de la trata de personas.
En la medida que visibilicemos el delito en si, los modos operandis, perfiles de victimarios, áreas geográficas en las que operan y se detecten las redes a través de las cuales perpetran los ilícitos, estaremos más fuertes, como sociedad, para eliminar la nueva esclavitud.
Para ello, es muy importante que nos mantengamos atentos a lo que ocurre en calles, oficinas, escuelas, casas aledañas y espacios públicos. Justo ante nuestros ojos puede estar un esclavo en plena era digital.
*Experto en seguridad y CEO de CIPI Protección