CARLOS RAMOS PADILLA*
La UNAM, nuestra casa de estudios está siendo sujeta a una batería de ataques injusta pero demoledora. Los francotiradores lo mismo dinamitan a la rectoria que a su rector. Intentan confundir a toda una comunidad con un solo personaje y a un líder con los proyectos académicos de mayor envergadura. Tiran la bola de boliche a la suerte de saber cuántos pinos caen, no les importan los prestigios. Intentan desprestigiar a la fácil para servir a los arribistas. Olvidan que en sus aulas, se instruye y moldea a las nuevas generaciones que darán sentido a la nación. La inteligencia está ahí. Los hombres y mujeres más notables y respetados son universitarios. Los centros de investigación, los científicos de mayor reconocimiento ahí están. Los estudios sociales ahí se fortalecen. La juventud misma recorre sus pasillos día a día conviviendo con los sabios nacionales. Pero eso no les importa todo lo que representa solidez es un botín. Para entendernos en la UNAM se encuentra la facultad más sobresaliente en su especialidad: el Derecho. En un único espacio se reúnen los estrategas del Estado de Derecho, materia que le urge al país. En sus salones se habla con respeto y rigor de la autonomía universitaria y lo que esto significa. Aún degollando los recursos públicos la UNAM ha enfrentado con éxito las crisis más severas de la historia contemporánea. Y algunos creen que “sembrando” preguntas en la mañanera se habrá de guillotinar a la institución, así de menores son. Viene un proceso importante, el cambio de rector, de administración y a algunos les interesa perfilarse para vulnerar incluso a su Ley Orgánica. Sujetos, como son de cobardes, se cubren el rostro con capuchas para convertirse en delincuentes baratos, muy baratos. Otros, al servicio de mercenarios, se involucran en el desprestigio personal del rector sin ningún rubor. La fortaleza humana, la y rectitud académica, la formación humanística, la estructura familiar, la honra, todo eso junto y por separado nada les incomoda, menos las consecuencias. La UNAM siendo la primera universidad establecida en el continente forma parte del ADN latinoamericano y pelea cotidianamente por colocarse entre las mejores del mundo. Y es porque tiene líderes, constructores, planificadores. No es una tribuna ocasional para elevar griteríos que dañen, que disloquen, que mermen. Por el contrario los más auténticos diatribas, programas y proyectos ahí se generan, por ello es grande. No es fácil, nada sencillo, ser, sentirse y defender a la Alma Mater contra los ataques de quienes ni por distracción se meten a su campus para conocerlo. Necesitarían unos cuantos minutos no para hablar con un emérito, sino para escucharlo y comprender la dimensión de la sabiduría que a pocos se les da. No entienden que la UNAM no es una dependencia de gobierno para exprimirla ni que el rector es un gobernador para chantajearlo y amenazarlo. Las calidades, las categorías son distintas. En la UNAM se articulan cátedras para crear triunfadores no como en la política de bajos niveles que buscan explotar y engañar a las clases marginadas y vulnerables. La UNAM premia el talento no regala dádivas para permanecer. “Con grandeza vive quien hecho a grandes está” repetía insistentemente Don Jorge Zuñiga y es que para sobresalir los navajazos y puñetazos son instrumentos propios de vándalos y esos, créanme, no caben en una Casa de Estudios de la fortaleza de la UNAM. Las calumnias no ganan espacios en Ciudad Universitaria.
*Conductor del programa VaEnSerio mexiquensetv canal 34.2, Izzi 135 y mexiquense radio