CARLOS RAMOS PADILLA
Una de las características que resaltan de la política muy a la mexicana es su suciedad, falta de compromisos y la premiacion/impunidad entre sus protagonistas. Unas de las fórmulas más recurrentes son la protección entre grupos delincuenciales en la política, de esos que no necesitan armas para saquear al país, y el acomodarse en la nómina sin respetar ideologías y/o confianza del electorado. Se presumen, se promueven a cargos de elección popular financiados por los impuestos de todos nosotros y sin recato alguno saltan de un partido a otro, defienden lo indefendible y se vuelven sirvientes de los intereses del patrón. Son levantadedos sin escrúpulos que avientan iniciativas no pensando en el país sino en afianzarse con genuflexiones vergonzosas. La primera desbandada y más visible mediáticamente fue la liderada por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Efigenia Martínez, González Pedrero y algunos más que en su narrativa dijeron eran los pioneros en impulsar la democracia por romper con el PRI. Aseguran no fueron traidores pero bien se colocaron, desplazando a otros, como líderes morales de un partido que no les pertenecía, el PRD. Se sentaron cómodamente a presentarse como izquierdistas cuando lucían su riqueza, abundancia y privilegios sobre los pobres. De la historia, segundo impacto, fue el comportamiento de Manuel Camacho Solís y Marcelo Ebrard, comerciantes de la política sintiéndose menospreciados al no recibir la candidatura presidencial pactada con Salinas de Gortari. Y de ahí la cascada de tramposos y traidores que han explotado literalmente al país. Revisemos el enorme y actual listado de personajes como Omar Fayad, Manuel Velazco, Quirino Ordaz, Alejandro Murat, Alejandra del Moral y muchos más que hoy lucen morenistas convencidos cuando meses atrás eran furibundos críticos de López Obrador y su política. Treparon siendo oposición y hoy se lucen como promotores de la “transformación”. Caso especial es el operador de moda Ricardo Monreal que ha usado su experiencia para acomodarse en donde puede o lo dejan. Se le olvida su gestión en Zacatecas, su nepotismo, su hermano (David), su fiel adhesión al PRI para subir -trepar- en la enredadera política. Es hoy auditor, promotor, operador, justiciero, servil, inquisidor e incluso guía dentro del morenismo. Buscó mancuerna política con Ebrard para negociar la candidatura a la presidencia y jefatura de gobierno. Ebrard públicamente acusó directamente a Claudia Sheinbaum y a Mario Delgado de tramposos por haber manipulado y no reconocido los procedimientos y encuestas internas de Morena. Ahora los dos aplauden a la nueva presidenta y se suman a su propósito de gobierno aplicando mayorías autoritarias o desde cargos de gabinete. La estampa de Sheinbaum ya con la banda presidencial besando la mano de Manuel Velazco nos retrata fielmente la ausencia de ética y principios en la política. Y lo evidente es que ellos, los políticos, no se atreven a colocarse límites que merece el país. No deberían permitir el chapulineo, iniciar autorías e investigaciones legales y penales para quienes están bajo sobrada sospecha de ilícitos, evitar la venta y comercio de puestos y cargos públicos, promover cárcel por derecho de piso y cuotas obligadas en las “dietas” de los trabajadores para favorecer a postulantes a diferentes cargos. Esa limpieza si nos colocaría mejor que Dinamarca. Pero estamos muy, pero muy lejos de ello o preguntarnos a los Yunes.